Raúl Berzosa: «Sólo Dios te hace verdaderamente libre y feliz!»
Muy querido hermano en el episcopado, D. José; muy queridos hermanos Vicarios Generales y sacerdotes; muy querido Anselmo; queridos Srs. Rectores de los Seminarios de Ciudad Rodrigo y del Teologado de Ávila, D. Juan Carlos y D. Gaspar; querido padre espiritual, D. Antonio; queridos familiares de Anselmo; queridos profesores y alumnos de la Universidad Pontificia; queridas religiosas y seminaristas, queridos todos, especialmente los llegados de Tamames y de las parroquias a las que actualmente sirve Anselmo:
Hoy es un día importante para nuestra Diócesis y, me atrevo a decir, también muy grande para toda la Iglesia. Sin olvidar lo feliz que están tus padres y tu hermano, querido Anselmo. La iglesia te va a ordenar diácono. ¿Quién es un diacono?… Si abrimos la Cosntitución Lumen Gentium, n.29, del Concilio Vaticano II, se destacan tres rasgos principales: primero, es alguien confortado con la gracia sacramental; segunod, que tiene que vivir en comunión con un Obispo y un presbiterio; y, tercero, cuya misión es servir al pueblo de Dios en el ministerio de la liturgia, de la palabra y de la caridad. Desglosando aún más dicho número, nos dirá que, en el campo de la liturgia, el diácono administrará solemnemente el Bautismo, reservará y distribuirá la Eucaristía, asistirá al sacramento del matrimonio y bendecirá a los esposos en nombre de la Iglesia, llevará el Viático a los enfermos, presidirá la palabra y la oración de fieles, administrará los sacramentales y presidirá el rito de los funerales y sepultura. En el terreno de la palabra, como leemos en dicho número del Vaticano II, proclamará la Sagrada Escritura e instruirá y exhortará al Pueblo de Dios. Finalmente, en el terreno de la caridad, debe mostrarse como enseña San Policarpo: “Misericordioso, diligente y servidor de todos, como el Señor Jesús”.