Raúl Berzosa: «Hay que unir siempre fe y vida; trabajo y oración, amor a Dios y a los demás, sin divorcios ni separaciones».
Queridos hermanos sacerdotes, queridos cofrades, queridos todos:
Un año más, doy las gracias a vuestro párroco, D. Celso, por haberme invitado a celebrar esta fiesta tan popular en este barrio. Nos detenemos en las lecturas de hoy y glosaremos brevemente, algún aspecto de la vida y milagros del santo.
En la Primera lectura, de los hechos de los Apóstoles, se anuncia cómo Dios sacará, de la descendencia de David, un Salvador. Con el Salmo 88 nos hemos comprometido a cantar siempre las misericordias del Señor. Y, en el evangelio de San Juan, se subraya la unidad entre el Padre Dios y su Hijo Jesucristo; creer en uno es creer en otro. El Misterio de la Trinidad habla de tres personas divinas inseparables y complementarias: Padre-Hijo-Espíritu. Amante-Amado-Amor.
En cuanto a San Isidro, recordemos que nació en torno al 1082, en Madrid, durante el reinado de Alfonso VI, monarca que reconquistó las tierras madrileñas. Sus padres fueron de condición social humilde y, probablemente, le llamaron Isidro en honor de San Isidoro, sabio y santo Arzobispo de Sevilla en la época visigoda. Los restos de San Isidoro habían pasado por Madrid cuando Fernando I los trasladó de Sevilla a León.