Raúl Berzosa: «Sólo el que ha tenido experiencia de Dios puede hablar de Dios»
Muy queridos hermanos sacerdotes, muy queridas consagradas, muy queridos todos:
Os hablo todavía bajo el impacto vivido en Monterrey (Mexico) durante la semana pasada. Un Retiro para más de más de 900 sacerdotes, por un lado y, otro, para más de 500 laicos. Con un denominador común: la conversión sincera a nuestro Señor Jesucristo. He sido testigos de verdaderas y profundas conversiones de vida, especialmente entre los sacerdotes, y de la presencia viva de Jesucristo y de su Espíritu, en una Iglesia joven y misionera.
Si me lo permitís, doy gracias esepcialmente a Dios por haber conocido al obispo agustino, Mons. D. José Azcona, sirviendo en una Prelatura territorial brasileña, en plena selva Amazónica. Amenazado de muerte, desde hace años, por denunciar a los traficantes de mujeres. Con sus 74 años, es un testigo coherente y apasionado de Jesucristo. En resumen, he vuelto a revivir la catolicidad y la presencia de hombres y mujeres llenos de eso que la Palabra de Dios denomina como “parresía” o la valentía apostólica de vida y de predicación, que sigue regalando el Espíritu Santo.
Nos situamos aquí y ahora. Comenzamos un curso pastoral nuevo, dentro de la post-asamblea diocesana, y marcado por el mensaje de Evangelii Gaudium del Papa Francisco, como os he recordado hace algunos momentos en el Hospital de la Pasión. Por eso me permito ser breve en este sábado, en el que la Iglesia celebra la memoria de San Vicente de Paul. Felicidades, hijas de la Caridad por tanto bien como hacéis a nuestra Diócesis.
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