¡Mucho más que política!
Durante este mes de Junio, una vez más, estamos llamados a acudir a las urnas para ejercer nuestro derecho y deber de votar a nuestros representantes políticos. Como pastor católico, me sitúo entre el pueblo, en el terreno de la ética y del bien común.
En mi entorno, escucho voces de desencanto y de frustración social. La corrupción, el paro, el desencuentro entre políticos, los recortes sociales y los reajustes macro-económicos, o el primar las ideologías antes que la realidad, amenazan con una abstención notable.
No es tiempo de revanchas ni de mirar hacia atrás (“lo que pudo ser y no fue”). Estamos inevitablemente embarcados y navegando hacia el futuro. La barca social no está anclada en el puerto. Y el mar, español-europeo-mundial, no refleja aguas mansas.
Son tiempos, por lo mismo, de reconsiderar muy bien quienes serán los patronos y oficiales que nos deben llevar a buen destino; además, con qué cartas de navegación nos conducirán; y, todo ello, sin olvidar que todos somos marineros-responsables de lo que suceda en la nave. Cada cual debe aportar lo mucho o poco que sabe, puede o tiene.
Debemos primar las políticas de integración, de sumar y no restar, de buscar la paz social y el bien común, y de favorecer a los más pobres y descartados de nuestro sistema. No están en juego sólo políticas económicas, sino sobre todo un concepto de hombre y de mujer y, por lo mismo, de sociedad. Estamos en un cambio de época y en tiempos nuevos; también para lo político.
Esta tierra y este pueblo nuestro civitatense siempre ha sabido mostrar “su alma, su sabiduría y su intuición”, aún en los momentos más duros y recios. Somos conscientes de nuestra pequeñez, pero al mismo tiempo de nuestra dignidad. La familia, la solidaridad, el respeto, la fama, las sanas tradiciones, el trabajo bien hecho, la fiesta y las celebraciones, junto a la religiosidad, nos definen. Ni somos viejos estancados y paralizados, ni adolescentes que deban comenzar siempre de cero…
Somos un pueblo, como afirma el Papa Francisco, “que comparte un modo de vida y un proyecto social que anhela el bien común y desea privilegiar la cultura del encuentro y de la ética de la solidaridad, para que cada persona se sienta ciudadano, en el seno de su pueblo-social y, libremente, en el pueblo de Dios fiel”. Por encima de manipulaciones ideológicas e integrando siempre a los más marginados y excluidos.
Hago una doble llamada: por un lado, a ejercer nuestro voto responsable; y, por otro lado, a orar para que el Espíritu nos ilumine y sepamos abrir caminos de ilusión, de reconciliación, y de un compartir comunitario. Con un recuerdo que, en el corazón de los votantes, no puede faltar: “Esta tierra no la hemos heredado sólo para nosotros, sino para nuestros hijos y nietos”. En otras palabras, no deseamos una política “a corto plazo”, sino mirando el horizonte amplio y sembrando procesos a medio y largo plazo. Todo un reto y una esperanza.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo