25 aniversario parroquia Nuestra Señora de Fátima

DSC_0802Raúl Berzosa: «Para enriquecer a la diócesis todos somos necesarios, todos somos Iglesia y parroquia, todos debemos sumar y no restar»

Muy querido D. Vidal, párroco, y hermanos sacerdotes; queridas consagradas; queridos todos, lo que formáis parte de esta comunidad viva, y los que habéis deseado uniros en este día tan señalado, en el que celebramos las Bodas de Plata de nuestra Parroquia, sus primeros 25 años.

Una parroquia que tiene una advocación muy hermosa: “Nuestra Señora de Fátima”. Permitidme que, hoy y aquí, una dos realidades: los milagros de Fátima y nuestra comunidad parroquial. Son inseparables. Comienzo por Fátima.

Hace ahora 100 años, en la primavera-verano del año 1916, tres niños pastores analfabetos, Lucía dos Santos, de diez años, y sus primos, Jacinta y Francisco Marto, de seis y nueve años respectivamente, contaron que, mientras pastoreaban sus rebaños contemplaron una presencia angélica en tres ocasiones distintas, en la cueva Loca do Cabeço. Este «Ángel de paz», como ellos lo llamaron, les enseñó a rezar oraciones para pedir la conversión de los pecadores, los introdujo en la práctica del sacrificio cotidiano, y les hizo gustar el culto de adoración a Dios en la Eucaristía. En su narración, los niños manifestaron que todo ello era como una preparación para las visitas de la Virgen María que, según sus propias palabras, tuvo lugar entre el 13 de mayo y el 13 de octubre del año 1917. ¿Cómo fue?… Lo recordamos.

El domingo 13 de mayo de 1917, los tres niños fueron a pastorear sus ovejas como de costumbre, a un lugar conocido como Cova da Iria, cerca de su pueblo natal de Fátima en Portugal. Lucía describió haber visto, en una encina, a una mujer «más brillante que el sol», vestida de blanco, con un manto con bordes dorados y con un rosario en las manos, que les pidió que retornaran el mismo día y a la misma hora durante cinco meses consecutivos, encomendándoles el rezo del rosario. Francisco declaró no escuchar ni hablar con la Señora, sino solo verla. Asombrados, corrieron de regreso a su pueblo y lo dijeron a todos, pero muchos de sus habitantes —incluyendo los padres de Lucía— no les dieron crédito. En cambio, los padres de Jacinta y Francisco sí lo creyeron desde el primer momento.

Los niños continuaron informando de más apariciones que tuvieron lugar los días “trece” de los meses de junio y julio. Desde la segunda aparición en junio, declararon que se les habría anunciado las prontas muertes de Jacinta y Francisco, que de hecho sucedieron en menos de tres años. En razón de la epidemia de gripe conocida como «gripe española» que asoló Europa, Jacinta y Francisco cayeron enfermos en diciembre de 1918. Francisco nunca se recuperó y murió el 4 de abril de 1919. Aunque Jacinta mejoró su estado de salud, sufrió luego una pleuritis y murió el 20 de febrero de 1920.

Además, en los mensajes que los niños transmitían, la Virgen exhortaba al arrepentimiento, a la conversión y a la práctica de la oración y de la penitencia como camino de reparación por los pecados de la Humanidad. Algunos de los mensajes transmitidos por los niños presagiaban guerras y calamidades en todo el mundo. El 13 de julio de 1917 en la Cueva de Iria-Fátima, a Lucía le fue confiado el llamado «secreto de Fátima», dado a conocer en su totalidad durante el pontificado de Juan Pablo II. La Virgen también pidió la construcción de una capilla en el lugar, que fue el germen del actual santuario. Según los escritos de Lucía, la última aparición de la Virgen a los tres pastorcitos tuvo lugar el 13 de octubre de 1917, día en que se produjo el llamado «milagro del sol», presenciado por 70.000 personas, entre ellos periodistas y personalidades no creyentes.

 

A partir de estos hechos, el 13 de octubre de 1930, el obispo de Leiria declara dignas de fe las apariciones y autoriza el culto de Nuestra Señora de Fátima. El 13 de mayo de 1931, el Episcopado portugués hizo la primera consagración de Portugal al Inmaculado Corazón de María, siguiendo el mensaje de Fátima. El 31 de octubre de 1942, el Papa Pío XII, consagra el mundo al Inmaculado Corazón de María, haciendo mención velada de Rusia, según lo había solicitado Nuestra Señora. El 7 de Octubre de 1953, se consagra el Santuario de Fátima. El 13 de mayo de 1967, el Papa Pablo VI viaja a Fátima en el cincuentenario de la primera aparición para pedir la paz del mundo y la unidad de la Iglesia. El 13 de mayo de 1982, Juan Pablo II viaja a Fátima, como peregrino, para agradecer el haber sobrevivido al atentado sufrido exactamente un año antes en la plaza de San Pedro y consagra la Iglesia, los hombres y los pueblos, al Inmaculado Corazón de María, haciendo de nuevo, veladamente, mención de Rusia. El 25 de marzo de 1984, el Papa Juan Pablo II consagra una vez más, el mundo al Inmaculado Corazón de María, en unión con todos los obispos del mundo. El 13 de mayo del año 1991, el Papa Juan Pablo II volvió a Fátima por segunda vez como peregrino, en el décimo aniversario de su atentado. En esa misma fecha, 1992, se consagra nuestra Parroquia de Fátima. Finalmente, el 13 de mayo del año 2000, San Juan Pablo II, en su tercera visita a Fátima, beatifica a Francisco y a Jacinta y revela la tercera parte del secreto de Fátima.

Quiero recordar que los llamados «secretos de Fátima», la Iglesia católica los interpretó como una visión profética de la reconversión de Rusia al cristianismo, como un anuncio de la primera guerra mundial y una como necesidad de rezar por los pecadores que iban al infierno. Asimismo se interpretó que el tercer «secreto de Fátima» incluía una profecía sobre el intento de asesinato del Papa San Juan Pablo II, que ocurrió el 13 de mayo de 1981, en el 64° aniversario de la primera aparición de Fátima.

Hasta aquí lo acontecido en Fátima y de cuyo nombre hemos heredado la advocación de esta parroquia. Ahora es el momento de felicitaros, primero, a todos los presentes porque continuáis siendo una comunidad cristiana viva y ejemplar en nuestra Diócesis, y, además, es la oportunidad de agradecer de corazón a cuantos –sacerdotes y laicos- formaron parte de esta misma parroquia durante los últimos veinticinco años. El Señor les compense lo que nosotros ni sabemos ni podemos hacer. Dicho lo cual, y sin alargarme, si me preguntáis qué nos pide la Virgen para seguir caminando con futuro, y que hago mío como obispo, os regalaría una especie de brújula que suelo repetir a los más jóvenes: el norte, el seguir hablando de “tú a tú”, con Jesús y que sea el centro de nuestras vidas y de nuestra comunidad parroquial; el sur: la necesidad de convertirnos, como personas y como comunidad, mucho más y cada día; el este, el seguir formando una comunidad viva que anuncia, celebra y se compromete en la caridad cristiana; y, el oeste, que, el Espíritu suscite ministerios, funciones, vocaciones y carismas, para evangelizar en estos barrios cercanos y para enriquecer a toda la Diócesis. ¡Todos somos necesarios! ¡Todos somos Iglesia y parroquia! ¡Todos debemos sumar y no restar! Dando cada uno lo poco o lo mucho que tiene y puede.

Nada más. Que la Virgen de Fátima nos siga acompañando en nuestro peregrinar y que, fieles a su mensaje, recemos con fe por los pecadores, sepamos ser reparadores y estemos más cerca de quien hoy gobierna nuestra Iglesia: el Papa Francisco. Que el Espíritu, en Vísperas de la celebración de Pentecostés, nos lo conceda y que seamos una parroquia, modelo de comunión y misión para toda la Diócesis, como el mismo Papa nos lo pide. Que así sea.

+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo