Homilía de la Inmaculada
(Catedral, 8-12-2012)
Queridos hermanos sacerdotes del Cabildo, queridos todos:
Este año, en la Solemnidad de la Inmaculada, deseo regalaros algunos de los preciosos pensamientos que nos ha dejado el Papa Benedicto XVI en su reciente libro “La Infancia de Jesús”. Nos ayudarán a penetrar en el Misterio de María, nuestra Madre.
Al hablar de la anunciación del ángel, subraya el Papa, cómo llama la atención que no se salude a la Virgen María con el acostumbrado “shalom” (“la paz esté contigo”) sino con la fórmula griega “Jaíre” que se puede traducir por “ave”, pero sobre todo, “alégrate”. Con este saludo, vuelve a señalar agudamente el Papa, comienza, en sentido propio, el Nuevo testamento. Porque el Nuevo testamento es eso: “Evangelio, Buena Noticia”. Es un saludo que se repetirá en la noche del nacimiento de Jesús cuando a los pastores se les dice: “Os anuncio una gran alegría” (Lc 2,10). O, cuando, al ver al Resucitado, los discípulos “se llenan de alegría” (Jn 20,20).
¿Por qué el ángel utiliza una palabra griega (Jaíre) y no judía (Shalom)?- Por un doble motivo: por un lado, para indicarnos que María es Madre de todos los pueblos y, por otro lado, para remitirnos al profeta Sofonías 3,14: “Alégrate, Hija de Sión… El Señor está en medio de ti”, en tu seno, porque tú eres la nuevo Arca de la Alianza (Ex 33,3).
Pero, además, “Jaíre” no sólo significa “alegría” sino “gracia”, porque en griego “Járis” (alegría) y “Jará” (gracia) tienen la misma raíz semántica.
A partir de este saludo del ángel, y del “sí” de María (su “fiat”), concluirá el Santo Padre, viene Jesús a nosotros como nuevo Adán. Y comienzo algo realmente nuevo, gracias a ese “sí” de una Virgen que está totalmente a disposición de la voluntad de Dios. Se produce una nueva creación.
Señalará el Papa que estos misterios de la Virgen son, a veces, un escándalo para nuestro espíritu moderno. Porque no dejamos a Dios ser Dios, ni le dejamos actuar como Dios. Nos estorba y molesta. Naturalmente no se pueden atribuir a Dios cosas insensatas pero, en los misterios de María, no se trata de algo irracional o absurdo sino precisamente de algo muy positivo: el poder creador de Dios. Por eso, todos los misterios de la vida de María son fundamentales para nuestra fe y signos luminosos de esperanza y de alegría.
Además, hermanos, este año, la Solemnidad de la Inmaculada coincide con el Año de la Fe. Permitidme que os recuerde lo que el mismo Santo Padre, en su Carta “Porta Fidei” (n. 13), afirma de la Fe en clave “mariana”. Es formidable y muy sugerente.
María cree y acoge en obediencia de Fe lo que Dios le revela (Lc 1,31); sabe agradecer y cantar el Magnificat (Lc 1, 46-55); es una fe caritativa, y por ello visita a Isabel (Lc 1, 46); da a luz a Cristo para los demás (Lc 2, 6-7); es una fe “cuidada y protegida” y, por eso, con José, huye a Egipto (Mt 2,12-15); es una fe de “discípula” y que sabe permanecer con Jesús hasta el final, hasta el Calvario (Jn 19,25); es una fe que saborea los frutos de la resurrección y los conserva en el corazón ( Lc 2,19); y los transmite a los 12 y recibe el Espíritu Santo en el Cenáculo (Ac 1,14).
En resumen, como afirmaba el beato Juan Pablo II, la Virgen María es la Peregrina de la Fe, el modelo de nuestra Fe, y la compañera de camino en nuestro peregrinar en Fe.
Pidamos a ella, y al Espíritu, que convertirá el Pan y el Vino en el Cuerpo y Sangre de nuestro Señor, que nos conserve la Fe, que nos aumente la Fe, que nuestra Fe sea más coherente y firme para se refleje el Amor de Dios en todas las acciones de nuestra vida. Amén.
+ Raúl, obispo de Ciudad Rodrigo