Juan Carlos Sánchez, rector del Seminario: «Es una educación muy personalizada, familiar y con un aspecto religioso fundamental. Educamos para el servicio»
Hace exactamente 244 años que el Seminario de San Cayetano de Ciudad Rodrigo iniciaba su primer curso académico. En su día, el 26 de noviembre, todo el claustro, alumnos, padres y muchos sacerdotes celebraban esta jornada en la que el obispo emérito de Sigüenza-Guadalajara, Monseñor José Sánchez, daba testimonio de su paso por este centro educativo.
Sánchez, natural de Fuenteguinaldo, habló de “amistad”, de “religiosidad y piedad que me han acompañado para siempre y una manera de pensar”. Afirmó tener «un grandísimo recuerdo y mucho de lo que soy, se lo debo al Seminario”.
En la actualidad, 30 alumnos cursan sus estudios en este seminario menor. El obispo de la diócesis de Ciudad Rodrigo, Mons. Raúl Berzosa, significaba estar “particularmente contentos porque ha subido el número de internos”.
También destacaba que “la salud del profesorado es buena y noto que cada vez se implican más los padres”.
El rector del seminario, Juan Carlos Sánchez, destaca como hecho diferencial de este centro privado, que se trata de una enseñanza “muy personalizada, muy familiar y con un aspecto religioso fundamental”.
Sánchez afirma que “trabajamos un tipo de persona abierta al servicio a los demás; no educamos para ser competitivos, sino para el servicio”.
Puertas abiertas
Pero a lo largo de los últimos días, el Seminario Diocesano de San Cayetano también ha desarrollado distintas acciones para celebrar su fiesta y dar a conocer su labor al público en general.
Una vez más, se ha podido visitar la biblioteca, en la que se muestran obras de hace varios siglos, y la exposición ubicada en el laboratorio denominada Aude Sapere.
Algunos seminaristas mayores se han implicado además, en un cuentacuentos en el que se resaltaba la importancia de los volúmenes de la biblioteca entre los que se encuentra una biblia ilustrada del siglo XVI o una colección de sermones de 1515.
Mucho más llamativo resultó el hecho de que se ambientó en el año 1836, y se recreó el momento en el que, como consecuencia de la desamortización de Mendizábal, se trajeron al Seminario varios libros procedentes del Monasterio de la Caridad. En este caso, con burros incluidos.