Raúl Berzosa: «Una consagrada, como Marta y María, debe ser: muy grande y, a la vez, muy pequeña»
Queridos hermanos sacerdotes, queridas hermanas, queridos residentes, querido personal laboral, queridos todos:
Un año más el Señor de todos los dones ha hecho posible el que podamos celebrar este día en el que las figuras de Marta y María están muy unidas. No hace falta recodar que, tradicionalmente, ambas figuras hacían referencia a la acción (Marta) y a la contemplación (María). Hoy, después de leer a algunos escritores antiguos (como Orígenes) os voy a regalar otra versión: Marta, simbolizaría el Antiguo Testamento, es decir, del valor de las obras, el creer que podemos ganar a Dios con nuestras buenas acciones, el subrayar más lo que se ve y lo que se hace… María, por su parte, simbolizaría el Nuevo Testamento, lo propiamente cristiano, donde más que el hacer, se valora el “ser”; donde ponemos en evidencia que nuestro Dios es lo primero en todo (el papa Francisco habla de que Dios nos ha “primareado”) y lo nuestro es tan solo la “respuesta”. Donde, en definitiva, muchas veces cuenta más lo callado y silencioso que lo que se ve.
Y ésta es una buena lección para todos los residentes en esta casa donde a veces podemos hacer muy poco debido a nuestras limitaciones, achaques y enfermedades; pero nada ni nadie nos limita el poder tener una relación sincera y agradecida con Dios y donde, insisto una vez más, podemos hacernos la vida mucho más agradable, como si esta casa fuese “un cielo en la tierra”, según deseaban nuestros fundadores.
Este año, permitidme que haga un regalo a las hermanas que cuidan con tanto mimo esta Residencia. Es un mensaje que forma parte de un manuscrito dirigido, en primer lugar, a los sacerdotes. Lo he adaptado, en su contenido y forma, para las hermanas. Es muy sugerente:
Una consagrada, como Marta y María, debe ser:
muy grande y, a la vez, muy pequeña.
De espíritu noble, como si llevase sangre real pero sencilla como una campesina.
Dando gracias a Dios por todos los dones que la concede y, a la vez, sintiéndose pecadora.
Señora y dueña de sí misma pero servidora de los débiles y de los pobres.
Alguien que no se doblega ni se deja sobornar por los poderosos pero que sabe inclinarse ante los pequeños y compadecerse de los necesitados.
Fiel y dócil discípula del Maestro Jesucristo y valerosa luchadora en las causas más difíciles.
Maestra de oración, con las manos bien abiertas a Dios y a los demás, `pero al mismo tiempo, mendiga suplicante.
Valerosa soldado en el campo del trabajo pero tierna madre en la cabecera de un enfermo.
Anciana sabia y prudente con sus consejos, pero niña para confiar en los demás.
Alguien que siempre aspira a lo mejor y a lo más alto, pero siempre con los pies en la tierra y amante de lo pequeño.
Llena de alegría, pero acostumbrada al sufrimiento y a la cruz.
Ajena a la envida y trasparente en sus pensamientos;
Sincera en sus palabras y amiga de la paz y de la armonía; enemiga de la pereza y pronta para atender siempre a los demás.
En dos palabras, debe ser una buena discípula de Jesucristo y, al mismo tiempo, apasionada evangelizadora.
Pidamos al Espíritu Santo del Amor, que obrará el milagro de convertir el pan y el vino en el Cuerpo y en la Sangre del Señor, que nos ayude a hacer realidad lo que hemos expresado. ¡Santo y Feliz día a todos!
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo