Raúl Berzosa: «El que se hace Eucaristía viviente da todo lo que es y tiene: poco o mucho. Regala sus cinco panes y dos peces; el Señor hace todo lo demás».
Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas, queridos todos:
Estamos celebrando la Eucaristía. Es alianza, banquete, sacrificio y memorial. Es alianza, como hemos escuchado en la primera lectura de Éxodo, porque Dios pactó con su pueblo en el Monte Sinaí: “Esta es la sangre de la alianza que hace el Señor con vosotros”. Es banquete, porque Jesús, en la última cena pascual, quiso hacer del pan y del vino su mismo Cuerpo y Sangre: “Esto es mi cuerpo; esta es mi sangre”. Y es sacrificio-memorial porque, como hemos leído en la Carta a los Hebreos, el sacrificio de Cristo borró nuestro pecados e inauguró el verdadero y definitivo culto a Dios: “La sangre de Cristo purificó nuestra conciencia”. Por eso, con el salmo 115, hemos cantado: “Alzaré la copa de la salvación invocando el nombre del Señor”.
San Juan Crisóstomo escribe de esta manera lo que resume todo lo anterior: “Y todavía hoy está allí Cristo, quien adornó aquella mesa, y consagra también ésta, porque no es el hombre quien convierte estas ofrendas en el Cuerpo y Sangre de Cristo, sino el mismo Cristo que fue crucificado por nosotros. De los labios del presbítero salen las palabras, pero son el poder y la gracia de Dios los que las consagran. Las palabras: “Este es mi cuerpo”, son las que consagran las ofrendas, y como aquella voz que dice: “Creced y multiplicaos, y llenad la tierra” (Gn 1,22), fue dicha una sola vez y no obstante, produce su efecto en todo tiempo para la generación en toda la naturaleza, así igualmente esta voz pronunciada una vez presta firmeza al sacrificio en todos los altares de la Iglesia hasta hoy y hasta la venida de Cristo”.
Esto es la eucaristía en síntesis. Pero, hoy, la estamos celebrando de forma muy especial: es la solemnidad del Corpus Christi. Se remonta su historia al año 1208, en el que Juliana de Cornillon, promovió esta fiesta en Lieja (Bélgica). En 1263, se produce en Bolsano el gran milagro: de la Hostia sagrada mana sangre. Y, en 1264, el Papa Urbano IV, con la Bula “Transiturus hoc mundo”, proclama esta solemnidad para toda la Iglesia. El Papa ncargó a Santo Tomás los himnos que todavía seguimos entonando: pange Linguam, Tamtum ergo, Adoro te devote…
Centrándonos en el Corpus Christi, en esta ocasión quisiera subrayar las dos palabras que también utilizó el Papa Francisco, tal día como hoy, en el año 2013: comunión y compartir.
En cuanto a la comunión, Jesús se hace puente entre Dios y los hombres, y de los hombres entre nosotros. Quien se encuentra con Jesús, inevitablemente y al mismo tiempo, entra en comunión con Dios y con los hermanos. Las preguntas, entonces, son dos: “¿Siento hambre de Jesús?”… y, “¿de qué se alimenta mi vida?”. O, en otras palabras, “¿Me dejo transformar por Jesús?”. El Papa San Juan Pablo II habló de María como “existencia eucarística”: como comunión con Dios y con los demás. Éste es el secreto de una vida donada y entregada: “ser pan”, comer y dejarse comer. A los niños les suelo contar la parábola de los dos panes: el que no se dejó comer, se endureció, se enmoheció y ya no sirvió para nada. Mientras que el pan bueno que se dejó comer y se hizo carne de quien lo comió, alargando se existencia.
La segunda dimensión es “compartir”. Porque el Señor Jesús, además de darse en comunión nos ha mandado: “Dadles vosotros de comer”. El que se hace eucaristía viviente da todo lo que es y tiene: poco o mucho. Regala sus cinco panes y dos peces; el Señor hace todo lo demás.
Hoy es el día de la Caridad cristiana, el día de Cáritas. Este año celebramos las bodas de oro, 50 años, de esta institución en nuestra Diócesis. Doy gracias a Dios por su existencia y a todos por vuestra generosidad, en tiempos difíciles y de crisis. ¡El Dios de todos los dones os pague lo que no podemos hacer de otra manera!…
Contemplemos y adoremos, comamos y compartamos, y salgamos a nuestras calles, llevando el Santísimo: su presencia entre nosotros es la mejor noticia y, en todos los templos donde se reserva, sigue siendo “el mejor vecino”, como me repetía un sacerdote asturiano·. No le dejemos solo ni abandonado. Acudamos a Él; compartamos con Él todo lo nuestro: lo alegre y lo triste, lo nuestro y lo de nuestros seres más queridos. ¡Feliz día del Corpus Christi!
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo