Raúl Berzosa: «El Papa nos ha recordado que la enfermedad, y la vejez, ponen a prueba nuestra existencia humana y nos plantea muchos interrogantes hasta, incluso, hacernos sentir como perdidos y sin sentido en la vida»
Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas Siervas de María, queridos residentes, queridos trabajadores y bienhechores, queridos todos:
Hace unos días celebrábamos el Jubileo de los Enfermos y Mayores. Y, recordábamos que, en este Año de Misericordia, tenemos el ejemplo de Santa María, la Virgen, con un lema precioso: “María, icono de la confianza y del acompañamiento”. Icono de la confianza porque se fió totalmente de Jesús en los momentos de dolor y sufrimiento. Y modelo de acompañamiento porque nos enseña a servir con prontitud y a tener los ojos y el corazón bien abiertos a las necesidades del hermano, especialmente del sufriente.
Hoy, aquí, en esta Institución tan querida del Hospital de la Pasión, todavía con los ecos del Día del Enfermo, celebramos la memoria de Nuestra Señora, la Virgen de la Salud. Vamos a profundizar brevemente en el Mensaje mariano que el Papa Francisco nos ha regalado, reflexionando y profundizando en el pasaje de las Bodas de Caná.
El Papa nos ha recordado que la enfermedad, y la vejez, ponen a prueba nuestra existencia humana y nos plantea muchos interrogantes hasta, incluso, hacernos sentir como perdidos y sin sentido en la vida. Es como si nuestra fe se pusiera a prueba. Precisamente, en esos momentos, es cuando podemos sentir con mayor fuerza y realismo que Jesús y su Madre nos acompañan. Que ellos son, verdaderamente, la salud del cuerpo y del alma.
En las Bodas de Caná, María aparece como la madre atenta que se da cuenta de un problema para los esposos: se ha acabado el vino, símbolo de la alegría en una fiesta. María, con discreción, hace suyo este problema y actúa con rapidez y eficacia.
La Madre, no se limita a mirar, ni mucho menos emite juicios negativos o critica a los esposo, sino que se dirige a Jesús y le presenta el problema tal y como es, de forma natural y sencilla: “No tienen vino” (Jn 2,3). Y, aunque Jesús, le hace presente que aún no ha llegado la hora de su revelación, ella, la Madre, dice a los sirvientes: “Haced lo que Él os diga” (vv. 4-5). Entonces, Jesús, realiza el milagro de convertir el agua en vino. Un vino que es el mejor de todos lo servidos hasta ese momento en la boda. ¿Qué enseñanzas podemos sacar de este pasaje para este día en el que conmemoramos la Virgen de la Salud?…
El banquete de bodas puede ser imagen de la Iglesia y de este Hospital de la Pasión. La boda nos habla de la Mesa de la Eucaristía y de la Mesa cotidiana de todo lo que compartimos en esta misma casa. En el centro, está Jesús misericordioso como el más importante de la casa; a su alrededor, en Caná, los discípulos y, aquí, las Siervas de María y los trabajadores, y los sacerdotes y Patronos que, con tanta generosidad os sirven; y, cerca de Jesús, y acompañándonos a todos, su Madre, María, Virgen previsora y orante, Salud de los enfermos. Jesús María están al servicio de la gente que participa en el banquete; en nuestro caso, al servicio de los residentes de este Hospital de la Pasión, que es el tesoro más preciado y la razón de ser de esta Institución y del carisma de las Siervas. Con una esperanzadora certeza, como en Caná: cuando hay un serio problema – y, en esta casa los puede haber cada día – María intercede por nosotros ante su Hijo. Y Jesús, cuando se lo pide su Madre, siempre nos atiende. Para transformar las penas en alegrías, el agua en vino, se sirve sobre todo de nosotros, de los bienhechores, de nuestros familiares y de tantos voluntarios sin los que esta Residencia sería imposible que funcionase… Jesús podía haber hecho directamente el milagro en Caná; sin embargo, quiso servirse de personas: de su madre y de los camareros; quiso contar con la colaboración humana.
Y, aquellos sirvientes, sin quejas y con prontitud, llenan las tinajas como Jesús se lo pidió. Cumplieron lo que Jesús y María pusieron en práctica toda su vida: “no han venido a ser servidos, sino a servir” (Mc 10,45).
Así también, patronos, hermanas y personal trabajador, en esta Casa, sabemos que somos servidores y que no tenemos otra recompensa que hacer muy bien y con generosidad nuestro trabajo cotidiano. A veces este servicio puede resultar duro, pesado o rutinario. Pero el Señor transformará la tristeza humana en gozo y alegría divinos: ¡Es la alegría de evangelizar! ¡Somos manos, corazón y boca del mismo Jesús y de su Madre!
¡Qué consuelo y qué maravilla! – Lo sucedido en Caná se sigue repitiendo en este Hospital de la Pasión: el agua, los padecimientos, se convierten en el mejor vino, en gracia de Dios. Aquí también, hoy, experimentamos la ternura y el Amor de Jesús y de su Madre, la Virgen de la Salud. Con multitud de intermediarios, es cierto; pero también con la colaboración de los residentes que, como vengo repitiendo siempre, podemos hacer de esta casa un cielo o un infierno… ¡Según sepamos colaborar todos juntos o cerrarnos en nuestros egoísmos!
Nada más. Concluyo con la Oración que el Papa nos ha regalado para esta Jornada de la Salud: “María, Divina Enfermera, cuida mi cuerpo y mi alma: en el dolor, sosiégame; en la soledad, acompáñame; en el miedo, alienta mi confianza. María de Caná, alegra mis días. En la oscuridad, ilumina mi fe; en la debilidad, impulsa mi ánimo; en la desesperación, sostén mi esperanza y hazme testigo del amor de Dios. Madre de la Misericordia, si mi vida se apaga, intercede por mí ante tu Hijo, vencedor de la muerte, y cógeme en tus brazos, Virgen de la ternura.”
! Santa María de la Salud, Ruega por nosotros! Amen.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo