Raúl Berzosa:»Dios puede hacer imposibles pero tú deberes hacer «todos los posibles en tu vida»
Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas Agustinas, queridos residentes y personal laboral de “Santa Rita”, queridos todos.
Un año más: ¡Feliz cumpleaños comunitario! Y, como la memoria es débil, quiero, un año más comenzar recordando lo más importante de la vida de Santa Rita, nuestra patrona.
Rita nació en el año 1381 en Roccaporena, un pueblecito situado en el municipio de Casia, provincia de Perugia; era hija de Antonio Lotti y Amata Ferri. Sus progenitores fueron muy creyentes con una situación económica no acomodada pero decorosa y tranquila. La historia de Santa Rita está llena de acontecimientos extraordinarios y uno de éstos ya se produjo en su infancia. La pequeña, dejada por algún momento sin custodia en su cuna en el campo mientras los progenitores trabajaban la tierra, fue rodeada por un enjambre de abejas. Estos insectos recubrieron a la pequeña, pero extrañamente no la picaron. Un campesino, que al mismo tiempo se hirió la mano con la hoz y acudió corriendo para curarse, pasó delante de la cuna donde estaba Rita. Al ver a las abejas que zumbaban en torno a la bebé, intentó expulsarlas, pero con gran estupor, mientras sacudía los brazos para alejarlas, la herida se cicatrizaba completamente.
La tradición nos ha transmitido que Rita tenía una precoz vocación religiosa y que un Ángel bajaba del cielo a visitarla cuando se retiraba a rezar en un pequeño desván.
SANTA RITA ACEPTA SER ESPOSA
Rita habría deseado hacerse monja sin embargo aún muy joven (cerca de los 13 años ) sus progenitores, ya ancianos, la prometieron como esposa a Paolo Ferdinando Mancini, un hombre conocido por su carácter pendenciero y brutal. Santa Rita, acostumbrada al deber, no opuso resistencia y se casó con el joven oficial que comandaba la guarnición de Collegiacone, presumiblemente a los 17 ó 18 años, es decir alrededor de los años 1387-1388. Del matrimonio entre Rita y Pablo nacieron dos hijos gemelos varones: Giangiacomo Antonio y Pablo María, que tuvieron todo el amor, la ternura y los cuidados de su madre. Rita consiguió, con su tierno amor y gran paciencia transformar el carácter del marido y hacerlo más dócil. La vida conyugal de Santa Rita después de 18 años, fue trágicamente rota con el asesinato del marido, cerca de la Torre de Collegiacone a algunos kilómetros de Roccaporena mientras volvía a Casia.
RITA CONCEDE EL PERDON
Rita estuvo muy afligida por la atrocidad del acontecimiento, buscó refugio y consuelo en la oración, y con asiduidad invocaba en sus oraciones el perdón de Dios para los asesinos de su marido. Al mismo, tiempo Rita emprendía acciones para llegar a la pacificación de sus hijos, que sentían como un deber la venganza por la muerte del padre. Rita, al darse cuenta de que las voluntades de los jóvenes no se doblegaban al perdón, rogó al Señor ofreciendo la vida de sus hijos antes que verlos manchados de sangre. Ellos murieron antes de un año de la muerte de su padre. Cuando Rita quedó viuda, tenía poco más de 30 años y sintió renacer y madurar en su corazón el deseo de seguir aquella vocación que de joven había deseado realizar: la de consagrada.
SANTA RITA ENTRA EN EL MONASTERIO
Rita pidió entrar como monja en el monasterio de Santa María Magdalena, pero por tres veces no fue admitida, al ser viuda de un hombre asesinado. La tradición nos narra que Rita logró superar todas las barreras y las puertas cerradas gracias a la intercesión de San Juan Batista, San Agustín y San Nicolás de Tolentino quienes la ayudaron a emprender el vuelo hasta el Convento de Casia, de un modo para ella incomprensible. Las monjas, ante tal prodigio, la acogieron entre ellas. Allí permaneció Rita 40 años con una vida de intensa oración.
EL MILAGRO SINGULAR DE LA ESPINA
Era el viernes Santo del 1432 y Santa Rita volvía al Convento profundamente turbada, después de haber oído a un predicador evocar con ardor los sufrimientos de la muerte de Jesús; permaneció rezando delante del crucificado en contemplación. En un impulso de amor, Santa Rita preguntó a Jesús si podría compartir, al menos en parte, sus sufrimientos. Sucedió entonces el prodigio: Santa Rita fue traspasada por una de las espinas de la corona de Jesús. La santa llevó esta llaga en la frente durante 15 años como sello de amor auténtico a Jesús. Para Rita, los últimos 15 años fueron de enorme sufrimiento; durante largas temporadas perseveraba en la oración «sin hablar con nadie más que con Dios». Sometía su cuerpo a muchas mortificaciones; y dormía en el suelo. Una enfermedad grave la acompañó los últimos años de su vida.
EL PRODIGIO DE LA ROSA
Cinco meses antes de su muerte, en un día de invierno y con un manto de nieve que cubría todo, una pariente le hizo una visita, y al despedirse, preguntó a la Santa si deseaba algo. Rita respondió que deseaba una rosa de su huerto. De regreso en Roccaporena la pariente fue al jardín y, con gran asombro, vio una bella rosa abierta, la cogió y se la llevó a Rita. Así Santa Rita se hizo la Santa del «espina» y de la «Rosa».
Antes de cerrar los ojos para siempre, Rita tuvo la visión de que Jesús y la Virgen María la invitaban al Paraíso. Una de sus hermanas de religión vio su alma subir al cielo acompañada de Ángeles y, al mismo tiempo, las campanas de la iglesia empezaron a sonar solas mientras un perfume suave se extendió por todos los rincones del Monasterio. Desde su celda se pudo ver el resplandor de una gran luz, como si hubiera entrado el Sol. Era el 22 mayo del 1447. Santa Rita de Casia fue proclamada Santa 453 años después de su nacimiento al cielo.
Hasta aquí la vida de nuestra Patrona. ¿Qué nos pide para seguir caminando desde su ejemplo, al menos durante un año más?… Me atrevería a resaltar, al hilo de su vida y en este año Jubilar de la Misericordia, sus siguientes virtudes: de su vida de soltera, el buscar siempre la voluntad de Dios para nuestra vida y el no descuidar la vida de oración; de su vida de casada, el ser siempre hombres y mujeres de paz y de reconciliación; de su vida de viuda, el no cansarnos en las cosas importantes que veamos que tenemos que hacer en nuestra vida, aunque seamos incomprendidos y aunque nos cueste sangre y lágrimas; y de su vida de consagrada, el amor sincero a Jesucristo que, me ha amado tanto que dio su vida por mí. En estos tiempos, como en los de Santa Rita, ser cristianos coherentes comporta mucha cruz. Pero ya lo viene afirmando el Papa Francisco: donde no hay cruz, no hay cristianismo verdadero. Con la esperanza de que todo se convertirá en resurrección y en novedad y plenitud definitivas.
Os regalo, a todos los presentes, para finalizar unos bellos pensamientos anónimos que serían como el mensaje actualizado de Santa Rita para cada uno de nosotros:
Dios crea, pero tú debes valorar lo que Él ha creado.
Dios da la vida, pero tú has de respetarla.
Dios da la fe, pero tú debes aceptarla.
Dios da el amor, pero tú debes amar.
Dios da la esperanza, pero tú debes confiar.
Dios da fuerzas, pero tú debes luchar.
Dios da la paz, pero tú debes sembrarla.
Dios da la luz pero tú debes repartirla.
Dios da la alegría, pero tú debes sonreir.
Dios hace milagros, pero tú debes pedirlos.
Dios puede hacer imposibles, pero tú debes hacer “todos
los posibles en tu vida”.
Que el Espíritu Santo, que transformará el pan y el vino en el Cuerpo y Sangre del Señor, nos lo haga gustar y poner en práctica en nuestra vida. Así sea.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo