Raúl Berzosa:»Pedimos a la Virgen de la Peña de Francia el mejor y más grato regalo para los padres dominicos: que se despierten nuevas y santas vocaciones»
Muy queridos Padres Dominicos, queridos hermanos sacerdotes, queridos todos, los de cerca (los Diocesanos) y los más lejanos (quienes habitáis estas tierras y los llegados de fuera para este día tan señalado):
Un año más, como una sola familia, la Virgen de la Peña nos ha reunido en este santuario tan hermoso. Para un servidor, es ya su quinto año. Y doy gracias a Dios y a la Buena Madre por esta gracia inigualable. Tengo la experiencia de otros santuarios, como el de La Virgen de las Viñas de Aranda de Duero, la Virgen de Allendel Río de Palenzuela, o la de Covadonga en Asturias. Sin quitar nada a los señalados, en este lugar se respira algo único e irrepetible: el calor de María, la Virgen, y el amor verdadero de todos vosotros. ¡Que no se pierdan nunca y que sepamos transmitirlo a las nuevas generaciones!
En esta ocasión, quisiera destacar dos realidades muy unidas y queridas: por un lado, el 800 aniversario de la fundación de los Padres Dominicos y, por otro lado, la contemplación de la Virgen de la Peña de Francia bajo la advocación de Madre de la Misericordia, en este año Jubilar que estamos viviendo.
La Providencia de Dios dispuso que los Padres Dominicos fueran el alma de de este santuario. No es casualidad porque toda su identidad y misión se puede releer en “clave mariana”. Su Fundador, Santo Domingo, destacó por tres genialidades: primero, la predicación, no “de cualquier forma o contenido” sino “contemplata aliis tradere” (predicando lo que antes se ha contemplado), como la Virgen María que, como expresa el Evangelista San Lucas, “custodiaba en su corazón todo lo que escuchaba de Dios y salía de su corazón, habitado por Dios, lo que decía”. Segundo, tres verbos que identifican la Orden y que son complementarios: “laudare, benedicere, praedicare” (alabar, bendecir y predicar). Así fue la vida de la Virgen María: una continua alabanza, una constante bendición ( siempre un “bien decir de Dios y de los hermanos”). Y, tercero, su gran amor y devoción expresos a la Virgen María, la cual le correspondió con un regalo muy hermoso, ya que se atribuye a Santo Domingo, y a los dominicos, la propagación del rezo del Santo Rosario, que sintetizan los misterios de Jesús y de María. Santo Domingo aparece, en muchas imágenes, a los pies de la Virgen recibiendo de su mano el Rosario. Los dominicos están celebrando los 800 años de su Fundación. Nos unimos a ellos para cantar el Magnificat, por todas las grandes obras que el Señor ha realizado a través de este gran carisma y pedimos al Espíritu Santo que les ayude a hacer realidad el lema tan que han elegido para este evento: “Enviados a predicar el Evangelio”, que es tanto como decir, anunciar a Jesucristo y la Buena Nueva de su Amor, capaz de transformar en profundidad personas y comunidades; tan necesario en este siglo XXI que hemos iniciado.
Dicho lo anterior, nos situamos aquí y ahora, en este Santuario de la Virgen de la Peña de Francia. Levantado a 1.800 metros sobre el nivel del mar. Tan sólo dos años más tarde de la aparición de la imagen a Juan Vela, en 1436, reinando Juan II de Castilla, los dominicos se hacen cargo de la imagen y de construir una ermita. Comenzó en 1445 y finalizó en 1450. Posteriormente, durante tres siglos, se hicieron la sacristía, la escalinata y la torre. El rollo se levantó por concesión de Carlos V, para consolidar los privilegios otorgados por Juan II.
¿Por qué los dominicos vinieron aquí a los dos años del descubrimiento de la imagen?… -Porque durante esos dos años, hubo grandes disputas entre los señores de Granadilla y de Miranda por la propiedad de la montaña y de la imagen. Entonces, intervino el Obispo de Salamanca y cedió todos los derechos al provincial de los dominicos, el 19 de septiembre de 1436. Cuatro meses más tarde, cinco dominicos asumen la ermita. En 1516, con la Casa Baja en El Maíllo, ya eran 22 los religiosos. Desde aquí, posteriormente, partieron numerosos misioneros hacia América y el Extremo Oriente, especialmente a Filipinas, donde se venera a la imagen con la advocación de Our Lady of Peña Francia. La comunidad tuvo que desaparecer en 1835 por la desamortización de Mendizábal. Los padres dominicos vuelven a hacerse cargo del santuario el 16 de julio de 1900.
Como propulsores del santuario, en el s. XX, destacan un laico, Maurice Legendre y un padre dominico: Constantino Martínez. Maurice Legendre fue un intelectual católico e hispanista francés. Conoció a Miguel de Unamuno y, como consecuencia de dicha relación, su interés por La Alberca, Las Batuecas, Las Hurdes y la Peña de Francia, que a sus ojos era un símbolo de la amistad franco-española. En el verano de 1909, Legendre fue invitado por el dominico Padre Matías a conocer el santuario de la Peña de Francia (Salamanca). Dos años más tarde escribía en el álbum del santuario: «Con toda la confianza que da la súplica ya atendida, yo le pido a la Virgen de la Peña que me permita volver aún muchas veces a su Santuario, y señalar el camino a numerosos amigos de Francia; porque es aquí donde los corazones españoles y franceses mejor pueden fraternizar en el Cristianismo». Legendre y el profesor francés, M. Jacques Chevalier, visitaron, además de la Peña. la comarca extremeña de las Hurdes en el verano de 1913 guiado por el Tío Ignacio, un mozo de mulas analfabeto, acompañados de Unamuno y de Severino Aznar. Desde entonces, Legendre realizó una permanente campaña para llamar la atención de la opinión pública sobre el problema hurdano, denunciando su abandono histórico y su penosa situación. En 1914 invitó y acompañó a su amigo Miguel de Unamuno a un viaje por la comarca y, en abril de 1922, hizo lo propio acompañando una Comisión Sanitaria presidida por su amigo el doctor Gregorio Marañón. Esta comisión preparó la visita de Alfonso XIII a la región de las Hurdes en junio del mismo año, que dio origen en 1933 al documental de Luis Buñuel Las Hurdes, tierra sin pan. Durante toda su vida, Legendre siguió interesándose por el problema hurdano, y a él dedicó su tesis doctoral presentada en la Universidad de Burdeos (Las Jurdes: étude de géographie humaine, 1927). Animó a muchos franceses de distintas ideologías a interesarse por la historia y cultura españolas. En 1934, con motivo del quinto centenario del hallazgo de la imagen, organizó una peregrinación oficial francesa al santuario de la Virgen de la Peña de Francia. En 1945 organizó una peregrinación internacional para pedir por la paz del mundo. Legendre falleció en 1955 y sus restos fueron trasladados y enterrados en la nave central de la iglesia del Santuario de la Virgen de la Peña de Francia el 1 de julio de 1956. Fue nombrado hijo adoptivo de La Alberca, donde cuenta con un busto. Fue, sin duda, un gran ejemplo de amor a nuestra Virgen de la Peña de Francia y a estas tierras marianas.
El Padre Constantino Martínez Uriarte, en dos décadas (1944-1964), restauró material y espiritualmente este santuario. Recorrió todos los pueblos de la comarca llevando a la Virgen en peregrinación y pidiendo donativos y limosnas; hasta en el Campo de San Andrés se celebraron tres corridas de toros para recaudar fondos. No quiero señalar otros nombres propios dominicos, por temor a olvidarme de alguno y para no herir su humildad. Basta, una vez más, señalar mi agradecimiento reconocido al Padre Angel, alma y vida actual de este santuario.
Gracias a los padres dominicos, y a otros amantes notables de la Virgen, la Virgen de la Peña de Francia es Patrona de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, de la entera Provincia de Salamanca, y de la Comunidad Autónoma de Castilla y León desde 1952, año en el que fue solemnemente coronada, en la Plaza Mayor de Salamanca, por el Cardenal Tedeschini, legado Pontificio del Papa Pío XII. En Filipinas, es patrona de la región de Bicolandia; y, en Brasil, es igualmente patrona de Sao Paulo, Itapira y Resende Costa.
Pedimos a la Virgen de la Peña de Francia el mejor y más grato regalo para los padres dominicos: que se despierten nuevas y santas vocaciones para seguir manteniendo esta casa de peregrinación y de tantas gracias para nuestras familias e iglesias.
¿Qué nos pide la Virgen de la Peña de Francia en este año del Jubileo de la Misericordia?… – Que seamos, como ella y como su Hijo querido, hombres y mujeres de misericordia. Toda la vida de María, la madre del Hijo de la Misericordia, fue un aprendizaje y un obrar en clave de misericordia. Como nos han resaltado los últimos Papas, por misericordia accedió a ser Madre del Verbo. Con misericordia visitó a su Prima Isabel y obligó a Jesús, en Caná, a realizar su primer milagro. Por misericordia, siguió acompañando a Jesús en su vida pública aun cuando dijeran de él que no estaba cuerdo.
De forma misericordiosa, perdonó a Pedro cuando negó por tres veces a su Hijo; y hasta perdonó la traición de los discípulos, incluido Judas. Con misericordia, recibió a Juan como su hijo. Finalmente, con misericordia, esperó Pentecostés y acompañó a la Iglesia primitiva en los primeros y más difíciles momentos.
No me alargo. Pidamos a La Virgen que sepamos comenzar con fuerza el nuevo curso pastoral, cada cual en su Diócesis; y que nos aprovechemos de lo que nos resta como Año Jubilar. Pedimos también hoy especialmente por nuestros enfermos y difuntos. Y, finalmente, me atrevo a regalar, en nombre de la Virgen, un consejo de nuestro querido Papa Francisco: que no falten nunca en nuestras familias, la devoción a la Virgen de la Peña de Francia y tres palabras hechas realidad, “Permiso, gracias, perdón”.
Que la Virgen nos acompañe y nos ayude, con la fuerza del Espíritu Santo, no sólo a practicar las obras de misericordia, sino a ser profundamente misericordiosos. Así nos lo enseña el misterio eucarístico que celebramos: a darnos, como Jesús, sin medida y hasta el extremo. Así sea.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo