Raúl Berzosa: «Nuestro Seminario tiene que ser una escuela y un laboratorio de virtudes humanas»
Querido Sr. Rector, queridos formadores y profesores, queridos hermanos presbíteros y queridas religiosas, queridos seminaristas y familiares, querido personal de servicio de nuestro Seminario:
Estamos celebrando, con un día de anticipación, la memoria de San Cayetano. Otros años os he hablado de su vida y de la actualidad de su magisterio y de su obra apostólica. Hoy, dejando las lecturas litúrgicas que hemos escuchado, quiero hablaros de las virtudes humanas que, a imitación de nuestro Santo y de otros, debemos cultivar en esta casa de formación.
El hecho de ser el Seminario una Institución “especial y única” no nos excusa de tener que formarnos muy bien, humana y cristianamente hablando. Máxime cuando en esta casa vivís, sobre todo, adolescentes y jóvenes. La madurez humana y la madurez cristiana tienen que caminar unidas. Solía afirmar San Juan Bosco, y seguro que San Cayetano lo aprobaría, que teníamos que ser, conjuntamente, “buenos ciudadanos y buenos cristianos”. Y, nuestro querido Papa San Juan Pablo II nos recordó que podemos ser perfectamente “cristianos” e “hijos de nuestro tiempo”. Sin complejos y sin miedos.
Resumiría las virtudes que pido al Seminario en una especie de cuatro puntos cardinales: Norte: quiérete y cuida sanamente de ti mismo. Sur: cuida y quiere a los demás como a ti mismo. Este: cuida y ama tu relación con el Señor para poder quererte y cuidarte a ti mismo y a los demás. Y, Oeste: cuida, ama y respeta todas las cosas de este mundo que el Creador te ha regalado. Pasamos a explicarlos brevemente.
El Norte, o la primera virtud, como escribió San Pablo a los fieles de Éfeso, es ésta: “Cuidad de vosotros mismos” (Ac 20,28). También se lo pidió a Timoteo: “Cuida de ti mismo” (Tim 4,16). Si no cuidamos de nosotros, no sabremos cuidar de los demás ni seremos sanamente independientes. Quien no se cuida a sí mismo, ni se conoce ni sabe qué tiene que hacer en relación a los demás. Para cuidarse a uno mismo necesitamos tres cosas: conocernos de verdad con nuestras grandezas y limitaciones; aceptarnos como somos; y saber donarnos a los demás. El cuidado de uno mismo debe darse en todos los aspectos personales: cuidar la limpieza física, las maneras de hablar, la forma de vestir, la forma de implicarte y motivarte en los estudios, la manera de relacionarnos con los demás y hasta la manera que tenemos de rezar…
El Sur o la segunda virtud es “cuidarnos unos a otros”, como nos gustaría que nos cuidaran los demás a nosotros y como nos cuidamos sanamente a nosotros mismos: ni ser masoquistas, que nos dejemos aplastar y anular por los demás, ni ser sádicos que siempre estemos pretendiendo dominar a los demás. Es decir, sin complejos de inferioridad ni de superioridad.
El Este o tercera virtud, se traduce por: ama y quiere al Señor por encima de todo y como tu gran Tesoro; porque amando y queriendo a Jesús, te querrás a ti mismo y querrás de verdad a los demás. Jesús nos dijo que, al mismo tiempo e inseparablemente, tenemos que amar a Dios (dimensión vertical) y nos tenemos que amar entre nosotros (dimensión horizontal). Así, descubriremos y viviremos el amor fraterno, y de amistad verdadera entre nosotros, y el amor de ágape, divino, que sabe perdonar una y otra vez, y que sabe querer aunque a ti no te traten bien porque, en definitiva, es capaz de perdonar y rezar hasta por los enemigos. Esto es muy genuinamente cristiano y algo muy único de nuestra religión cristiana.
Finalmente, el Oeste o cuarta virtud, es amar todo lo creado, para nosotros y para los demás, según el sueño de Dios Creador. Durante el año pasado y el presente he tenido hablar y exponer la Encíclica del papa Francisco “Laudato si”, sobre la creación y el cuidado conjunto del medio ambiente y de los más pobres. La gente que escuchaba atenta se quedaba muy pensativa cuando les recordaba que no sólo hay que defender “mis derechos”, o los “derechos de los demás”, e incluso los “derechos de la naturaleza y de los animales”, sino también y sobre todo, “los derechos de Dios”. Porque no lo olvidemos, el Creador tiene sus derechos sobre todo lo que ha creado. Por eso, amar la naturaleza y el medio ambiente, y todo lo creado, tiene consecuencias en lo cotidiano: respeto de plantas y animales; no contaminar ni ensuciar los ambientes donde nos movemos; no malgastar el agua o la luz; primar los transportes comunitarios; no malgastar comida, etc… Y, quien cuida así el medio ambiente, desarrolla inevitablemente un corazón solidario para cuidar de los demás, especialmente de los más pobres.
Nada más: nos fijamos en Jesús, en su Madre María, en San José y en todos los santos, hoy de forma especial en San Cayetano, para aprender a vivir como ellos no sólo las virtudes espirituales sino también humanas. Nuestro Seminario tiene que ser una escuela y un laboratorio de virtudes humanas, y hasta un ejemplo aquí, en Ciudad Rodrigo. Ojalá cuando los seminaristas paseemos por la Ciudad, o asistamos a actos públicos, la gente que nos vea sólo pueda exclamar con admiración y alegría: “!Cómo se nota que son seminaristas!” “!Qué comportamiento tan ejemplar!”… Y, esto mismo, aplicarlo a la vida cotidiana del Seminario, Se lo pedimos al Espíritu, que hace verdaderos milagros a la hora de transformar a personas y colectivos. Que así sea. ¡Felices y santas Fiestas de San Cayetano 2016! Ojalá nos traigan el regalo de nuevas y muy santas vocaciones para el ministerio sacerdotal. ¡Lo pedimos con fuerza y con ganas!
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo