Raúl Berzosa: «la Eucaristía es el corazón de la Iglesia y siempre aparece la presencia de María en las comunidades católicas que celebran la Eucaristía»
Muy queridos hermanos sacerdotes, especialmente los miembros del Cabildo; queridas consagradas; queridos todos:
El Señor nos ha regalado poder celebrar este Día Grande de la Inmaculada. Permitidme, en esta ocasión, que me detenga en dos momentos: primero, en recordar y desentrañar el rico Misterio que celebramos; segundo, unir la Inmaculada con el Objetivo Pastoral de este año: la Celebración, centrada en la Eucaristía.
Dice San Anselmo en su Sermón n. 52: “Verdaderamente el Señor está contigo, Virgen María, porque ha hecho que toda criatura te debiera a ti tanto como a Él… Por tu Bendición queda bendita toda criatura; no sólo la creación por el Creador, sino también el Creador por la criatura”.
¿Por qué se expresa de esta manera tan bella y sugerente San Anselmo?… – Dejemos que sigan hablando sus mismas palabras: “Dios entregó a María su propio Hijo, el único igual a Él, a quien engendró de su corazón. Valiéndose de María se hizo Dios un Hijo, no distinto sino Él mismo, para que realmente fuese uno y el mismo el Hijo de Dios y de María. Dios creó todas las cosas y María engendró a Dios. Dios, que hizo todas las cosas, se hizo a sí mismo mediante María y, de ese modo, volvió a hacer todo lo que había hecho…El que pudo hacer todas las cosas de la nada, no quiso rehacer sin María lo que había sido manchado. Dios es el Padre de las Cosas creadas; María es la madre de todas las cosas recreadas. Dios es el Padre a quien se debe la constitución del mundo; María es la madre a quien se debe la restauración. Dios engendró a Aquel por quien todo fue hecho; María dio a luz a Aquel por quien todo fue salvado. Dios engendró a Aquel sin el cual nada existe; María dio a luz a Aquel sin el cual nada Subsiste”. Hasta aquí las profundas palabras de San Anselmo que nos han adentrado en el Misterio de la Inmaculada.
Damos un paso más y unimos la Inmaculada con el objetivo de Pastoral de este curso: la celebración. Y, más en concreto, enlazamos María y la Eucaristía como puso en evidencia el Comité para el Jubileo del Año 2000 (Eucaristía, sacramento de Vida nueva, BAC, Madrid 1999, 164-168).
Comenzamos constatando un hecho: por un lado, la Eucaristía es el corazón de la Iglesia; y, por otro lado, siempre aparece la presencia de María en las comunidades católicas que celebran la Eucaristía. La piedad popular coloca la imagen de la Virgen María como asociada a Cristo-Eucaristía. ¿Es algo meramente popular-católico o encuentra su fundamento en la Biblia? – Sin duda, tiene raíces muy bíblicas. Así, María participó en la última cena (Jn 19,27) ya que era una costumbre hebrea que las madres encendieran las lámparas de la cena pascual. Además, participó en las primeras Eucaristías de los Apóstoles (Ac 2,42; 1 Cor 11,16). Incluso hay dos pasajes bíblicos claves: las Bodas de Camá (Jn 2) y la escena del Calvario (Jn 19). En uno y otro lugar, Jesús llama a su Madre “mujer”, como queriéndonos señalar que es la “nueva Eva” (Gen 2,23) y la cabeza de la nueva humanidad. María comienza una nueva maternidad espiritual; no solamente física. Es la Hija de Sión; la nueva Eva; la Madre de los Vivientes; la nueva Jerusalén. María cobra un doble protagonismo: en la encarnación física del Hijo de Dios y en el nacimiento de la Iglesia. Genera a un Hijo que, a su vez, engendra la Iglesia del costado abierto de su carne: con el agua y el Espíritu. Por eso, a la luz de la Virgen Inmaculada, descubrimos que la Iglesia, además de ser esencialmente eucarística, tiene una connotación eminentemente mariana. Lo puso de manifiesto San Juan Pablo II en “Redemptoris Mater”: “La piedad popular siempre ha encontrado un vínculo entre devoción a María y Eucaristía. María lleva a los fieles a la Eucaristía” (n. 44). Y, añadimos, de la Eucaristía nos lleva a la vida para hacernos “existencias eucarísticas”, como lo es la propia Virgen María.
Nada más. Ojalá sepamos gustar el gran Misterio de la Inmaculada para que nos ayude a vivir, mejor y más profundamente, el objetivo diocesano de este curso: la celebración, centrada principalmente en la Eucaristía y en los sacramentos. Así se lo pedimos a nuestra Madre, la Virgen concebida sin mancha ni pecado original. Amén.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo