Raúl Berzosa: «El Papa recuerda que, hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite ser tratada como un objeto»
Queridos hermano sacerdotes, queridos todos:
¡Feliz y santo año nuevo 2015! Celebramos la solemnidad de Santa María, Madre de Dios. Es, también, la jornada mundial por la paz.
Con el Salmo 66, hemos pedido que el Señor tenga piedad y nos bendiga. Dejando las lecturas del día, que siguen reflejando el misterio de los días grandes de la navidad, nos centramos en el mensaje del Papa Francisco para esta jornada.
El tema que elegido recuerda la carta de san Pablo a Filemón, en la que le pide que reciba a Onésimo como un hermano: había sido su antiguo esclavo (Flm 15-16). La Buena Nueva de Jesucristo, por la que Dios hace «nuevas todas las cosas» (Ap 21,5), también es capaz de redimir las relaciones entre los hombres, incluida aquella entre un esclavo y su amo, destacando lo que ambos tienen en común: la filiación adoptiva y el vínculo de fraternidad en Cristo.
El Papa, con el realismo y valentía que le caracteriza, pasa a describirnos los múltiples rostros de la esclavitud de hoy: tantos trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos en todos los sectores; desde el trabajo doméstico al de la agricultura, de la industria manufacturera a la minería, tanto en los países donde la legislación laboral no cumple con las mínimas normas y estándares internacionales, como de manera ilegal, en aquellos cuya legislación aparentemente protege a los trabajadores.
Piensa también en las condiciones de vida de muchos emigrantes que, en su dramático viaje, sufren el hambre, se ven privados de la libertad, son despojados de sus bienes, o de los que se abusa física y sexualmente. En aquellos que, una vez llegados a su destino después de un viaje durísimo y con miedo e inseguridad, son detenidos en condiciones a veces inhumanas. Piensa en los que se ven obligados a la clandestinidad por diferentes motivos sociales, políticos y económicos, y en aquellos que, con el fin de permanecer dentro de la ley, aceptan vivir y trabajar en condiciones inadmisibles.
Piensa el Papa Francisco en las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y en los esclavos y esclavas sexuales; en las mujeres obligadas a casarse, o en aquellas que son vendidas con vistas al matrimonio.
Piensa igualmente en los niños y adultos que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, para ser reclutados como soldados, para la mendicidad, para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas encubiertas de adopción internacional.
Piensa, finalmente en todos los secuestrados y encerrados en cautividad por grupos terroristas, puestos a su servicio como combatientes o, sobre todo las niñas y mujeres, como esclavas sexuales. Muchos de ellos desaparecen, otros son vendidos, torturados, mutilados o asesinados.
El Papa recuerda que, hoy como ayer, en la raíz de la esclavitud se encuentra una concepción de la persona humana que admite ser tratada como un objeto. Cuando el pecado corrompe el corazón humano, y lo aleja de su Creador y de sus semejantes, éstos ya no se ven como seres con la misma dignidad, como hermanos y hermanas en la humanidad, sino como objetos. La persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios, es tratada como un medio y no como un fin.
Junto a esta causa profunda – la del rechazo de la humanidad del otro – hay otras que explican las formas contemporáneas de esclavitud: la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión. Son personas que caen en manos de redes criminales que trafican con los seres humanos, utilizando las modernas tecnologías informáticas para embaucar a jóvenes y niños en todas las partes del mundo. Entre las causas de la esclavitud hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse. Otras causas de la esclavitud son los conflictos armados, la violencia, el crimen y el terrorismo.
Para combatir las nuevas esclavitudes, el Papa propone que los Estados deben vigilar para que su legislación nacional en materia de migración, trabajo, adopciones, deslocalización de empresas y comercialización de los productos elaborados, respete la dignidad de la persona. Las organizaciones intergubernamentales, de acuerdo con el principio de subsidiariedad, están llamadas a desarrollar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes transnacionales del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes. Las empresas tienen el deber de garantizar a sus empleados condiciones de trabajo dignas y salarios adecuados, pero también han de vigilar para que no se produzcan en las cadenas de distribución formas de servidumbre o trata de personas. Otras organizaciones de la sociedad civil tienen la tarea de sensibilizar y estimular las conciencias para erradicar la cultura de la esclavitud.
Un grito del Papa Francisco en este día: ¡Globalizar la fraternidad, no la esclavitud ni la indiferencia! Dios nos pedirá a cada uno de nosotros: ¿Qué has hecho con tu hermano? (cf. Gn 4,9-10). La globalización de la indiferencia, nos pide que seamos artífices de una globalización de la solidaridad y de la fraternidad para romper las nuevas esclavitudes de hoy. Cada cual puede contribuir de alguna manera.
Que Santa María de la Paz y el Espíritu de la Libertad y de la novedad nos acompañen en esta tarea, ardua pero posible. ¡Que el año 2015, año jubilar teresiano, sea de verdad un año nuevo!
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo