Breves palabras uno de agosto de 2013

 En la misa ofrecida por María Paz González Moro, misonera, en la Parroquia de San Pedro y San Isidoro

Queridos hermanos sacerdotes, queridos familiares, queridos voluntarios de la Delegación de Misiones, queridos todos:

Hace unos días nos llegaba la triste noticia de la partida al cielo de nuestra querida Mari Paz. La conocí en Casa de Argelina y Sertorio, en uno de sus periodos vacacionales. Me impresionaron, entre otras cosas, su sencillez, su entrega y su fe.

Sentí de verdad no poder asistir en Ávila a su funeral. Y, hoy, me alegro de poder ofrecer esta misa por ella. Como carecía de suficientes datos sobre su vida, solicité a Chema me los favoreciera. Y me envió ayer este resumen, supervisado en su día por ella. Me limito a leerlo para edificación y ejemplo nuestro y para dar gracias a Dios por esta existencia tan rica y fecunda.

Fue alumna de las Teresianas de Ciudad Rodrigo. En 1950 entra en el noviciado de las Teresianas en Tortosa, y realiza sus estudios en Barcelona. Posteriormente, se dedicó siempre a la docencia. Como catedrática de Matemáticas pidió plaza para Puente Genil (Córdoba). Posteriormente se trasladó a Zaragoza, estando primero en la 1ª filial del Instituto Miguel Servet y, más tarde, obtuvo plaza como catedrática en el Instituto Goya de Zaragoza, donde permaneció hasta su jubilación.

A los 65 años, cuando se jubila, pide a la Madre General que la enviara a Misiones, en concreto a Angola. Desde siempre mantuvo viva en ella la llama y la inquietud misionera. Por aquel entonces, en África, las Teresianas sólo tenían misión en Angola. La General le dijo que, tras la guerra, el país aún estaba en mala situación y, por tanto, decidió enviarla a Venezuela, concretamente a Ciudad Bolívar, a la Escuela “Fe y Alegría”, donde aterrizó en el año 1994.

Aquella escuela era regentada por las Teresianas. Allí se dedicó de nuevo a la docencia. Luego fue destinada a Guacara, donde literalmente tuvo que hacer de todo. Más tarde, la esparaba San Fernando de Apure, un centro que dotaba de formación profesional a jóvenes que habían abandonado los estudios. Impartían los cursos de Valores por todo el Estado de Apure, al Sur de Venezuela, al haberse suprimido la asignatura de Religión en las escuelas. Las condiciones en las que trabajaban eran inhumanas y de una pobreza extrema.

En 2010, debido a un ictus cerebral, se ve forzada a retornar a España. Ella misma decía que “me metieron en un avión y me enviaron para España. De no haber sido así, nunca hubiera abandonado aquella tierra”. Desde entonces residía en las residencia de las Teresianas en Ávila.

En resumen, nos ha dejado el ejemplo de su consagración teresiana, la sabiduría de su magisterio docente, y el empuje y ardor misioneros. Demos gracias a Dios y pidamos seguir su buen ejemplo. Y, en esta queridas Diócesis, oremos para que surjan nuevas y santas vocaciones consagradas y misioneras.

 

         + Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo