Espera con esperanza
Los datos económicos y sociales son preocupantes. Baste comprobar el creciente número de parados en nuestra Diócesis, sin ir más lejos. Se respira en la calle desesperanza.
Y, en medio de todo, un año más se anuncia el Adviento como un tiempo de espera con esperanza. No son solo palabras bonitas. ¡Sí, hay motivos de esperanza! Para nuestra Iglesia, la ordenación sacerdotal de José María; un gran regalo que nos hace el Señor. Además, me he encontrado con jóvenes y no tan jóvenes que quieren tomarse en serio el ser cristianos. Y, sobre todo, me comunican que aumenta el voluntariado social y la solidaridad fraterna. Todas, buenas noticias.
¿Qué pediría, como pastor, en este Adviento? – Que fuera un tiempo de Luz y de Vida. La Luz, que es Cristo, simbolizada en la corona de Adviento que lucirá en tantos hogares y parroquias. Y la Vida que es dejar al Espíritu que entre en nuestro interior y nos renueve. El Adviento es tiempo también de acercarse al Sacramento de la Reconciliación y de la Penitencia. Estamos de paso, como peregrinos que somos. Es verdad que, como escribe el poeta, “estamos en la vida como las hojas en los árboles en el otoño” (G. Ungareti), pero no es cierto que seamos como la huella que deja la ola en la arena y que enseguida viene otra y la borra. Alguien, el Señor, desde toda la eternidad pensó en nosotros, nos amó y quiso nuestra existencia. Y, además, nos sustenta y nos sostiene y vino a hacerse uno de los nuestros. Ojalá podamos exclamar en este Adviento, como Santa Teresa de Jesús: “nada te turbe, nada te espante. Todo se pasa, solo Dios basta”.
Finalizo solicitando dos realidades muy concretas y muy prácticas: por un lado, no pongamos el corazón en las cosas materiales, que no logran darnos felicidad. Y, por otro lado, vivamos en espera y esperanza, alimentadas por la fe y manifestadas en el amor sincero. Y, lo más importante: despertemos a nuestro lado alegría y ganas de vivir. Para ello, cuidemos la oración, fuente sólida para renovar fuerzas, y compartamos no solo dinero o nuestros bienes, sino nuestro tiempo y afectos. Sobre todo, con los más mayores y los más necesitados. Solo así el Adviento 2012 será un tiempo de espera con esperanza y el Niño que nacerá nos sonreirá y se encontrará a gusto entre nosotros. ¡Feliz evento de gracia renovadora!