¿De qué Navidad hablamos?…
Aún era el mes de Noviembre. Me llegaron comentarios de una discusión entre comerciantes: “¿Cómo debe ser este año la iluminación callejera navideña?”… Algunos, dentro de la austeridad, opinaban que debería ser de “signo neutral”, no cristiano, para no ofender a los no-creyentes; y, los comerciantes católicos, entraban en el juego sin saber dar una respuesta alternativa a esta propuesta laicista.
No se trata, y menos en Navidad, de abrir brechas o levantar polémicas pero sí de reflexionar, con serenidad y sin complejos, sobre el sentido real y auténtico de estos días navideños. No celebramos unas simples vacaciones escolares o invernales, ni sólo reencuentros familiares. Tampoco celebramos la adoración y exaltación de otros ídolos o dioses ancestrales, como son: el culto al abeto que significa la inmortalidad; el mito del Papa Noël con renos incluidos; o la fiesta del sol invicto que gana luz a las tinieblas (el “solsticio de invierno”)…
Sí celebramos, actualizándolo, el mayor Misterio acontecido en la historia de la humanidad, después de la creación del Universo: ¡La encarnación y nacimiento de Jesucristo, el Hijo de Dios, el Señor de la Historia y de nuestras vidas, el sentido y plenitud de todo cuanto hacemos y vivimos! Y, en torno a Él, celebramos y recordamos todo lo demás: los personajes que le rodearon, situando en el centro a su Madre, la Virgen María, y a su padre legal, San José; los pastores y los Reyes Magos de Oriente; los políticos y soldados, judíos y romanos, de su tiempo; los santos inocentes…
Navidad significa “Natividad, Nacimiento”. ¿De quién? – Del Hijo de Dios. Desde este evento de gracia podemos hablar, también de otros tres nacimientos en nuestras existencias: el nacimiento a la Fe, por los Sacramentos de la Iniciación cristiana; el nacimiento a la Vida Eterna y definitiva, a la Navidad sin fin, con nuestra muerte; y la ayuda a “nacer a los demás”, cada vez que hacemos posible que encuentren luz, esperanza, y sentido vital y fraternal: sobre todo, quienes a nuestro lado más lo necesitan.
No nos quedemos en una Navidad superficial, folclórica o comercial. Junto a la Cuna del Niño-Dios, meditemos y agradezcamos, primero, el gran Misterio del Amor de todo un Dios hecho carne de nuestra carne, tiempo de nuestro tiempo, tierra de nuestra tierra… Y, al mismo tiempo, reconozcamos que “somos la carne de Jesucristo”, como lo son los demás. Navidad significa, también, solidaridad y fraternidad.
Mi bendición, navideña y familiar, para todos; pero muy especialmente, para nuestros enfermos y para los que más sufren. ¡Feliz y Santa Navidad 2017! ¡Feliz y fecundo año nuevo 2018!
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo