Raúl Berzosa: «Qué suerte tiene este presbiterio de Ciudad Rodrigo con sacerdotes tan dotados y tan ejemplares! Seguro que será un intercesor más en favor de nuevas y santas vocaciones sacerdotales»
Queridos hermanos obispos, D. José y D. Julián; muy queridos D. Santiago y familiares; queridos hermanos sacerdotes; queridas consagradas; queridos todos:
Justamente, ayer, al finalizar el Consejo de Gobierno, nos llegó la triste noticia del fallecimiento de D. Joaquín. Todos los miembros de dicho Consejo acompañamos a D. Santiago hasta la Residencia de San José y, allí, entre lágrimas, el propio D. Santiago le impartió los últimos sacramentos, le dio la absolución y la bendición papal, y le encomendó al Señor de la Vida. Todos juntos, después, rezamos un sentido responso. D. Santiago, y el propio D. Joaquín, quedaron en dicha Residencia, atendidos con el cariño y delicadeza que son la marca e identidad del carisma de la Congregación de Hermanitas.
Desde que llegué a Ciudad Rodrigo, me llamó la atención la persona de D. Joaquín. El propio D. Santiago, y otros hermanos sacerdotes, me pusieron al día de su vida y de su ministerio. Fue un fidelísimo colaborador de los obispos. De carácter y trato muy agradables, siempre sonriente y comunicativo. Como sacerdote, gran cumplidor y pudiéndote fiar de su palabra dada. Muy humilde y servicial, prefería pasar desapercibido si podía. Mostró un gran cariño a los seminaristas y un trato fraterno con los hermanos sacerdotes. Piadoso y amante de la Virgen. Tal vez por ello, estamos celebrando, precisamente en un sábado, su tránsito a la Casa del Padre y su encuentro definitivo con el Buen Pastor.