Fiesta de Santa Clara de Asís

tavolaRaúl Berzosa: «Ella mostró, una vez más, que el cristianismo no es una aventura en solitario ni para solitarios»

Querido D. Carlos, capellán de esta casa; queridos hermanos sacerdotes, querida comunidad de Clarisas, queridos familiares, amigos y bienhechores:

Hoy es un día muy grande. Sor Teresa y Sor María Magdalena, van a realizar, delante de Dios, su profesión simple; y Sor María Visitación, celebrará sus bodas de oro como religiosa. Precisamente en el año franciscano en Ciudad Rodrigo.

¿Qué sentido tiene todo esto? – No nos queda más alternativa que recordar algunas claves de la vida de Santa Clara. Ayer por la noche, en primicia, gozamos en este mismo lugar de un sugerente monólogo sobre la santa, con motivo de los actos del año franciscano.

Como sabemos, pertenecía a una noble y rica familia de Asís. Sus padres: Favarone de Offreduccio y Ortolana. Nació el 16 de julio de 1194, hace 820 años. ¿Qué destacamos de su vida? – Hoy, y como regalo en este día y para esta querida casa, me ha llegado desde Asís, la famosa tabla de Santa Clara, pintada en 1283 tal vez por  Benvenuto Benveni de Foliño. En ella destaca, por su altura, la solemne y noble figura de Clara con la cruz en la mano, rodeada de ocho escenas de la vida de la santa. Describimos, brevemente los temas de las ocho escenas.

Primer recuadro: El obispo Guido, en la misa del domingo de Ramos, en la Catedral de San Rufino, entrega a Clara el ramo de olivo. El Obispo manifiesta particular predilección hacia Clara, pues sabe, por boca de Francisco, lo que va a suceder en la noche siguiente.

 Segundo recuadro: En la noche de aquel domingo, huye Clara de la casa paterna y, acompañada de su nodriza Bona de Guelfuccio, se encamina hacia la Porciúncula. Francisco y sus frailes, que la aguardan con antorchas encendidas al borde del bosque, la reciben y acompañan hasta la iglesita.

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Homilía en memoria de Santa Marta

Raúl Berzosa: «Una consagrada, como Marta y María, debe ser: muy grande y, a la vez, muy pequeña»

        Queridos hermanos sacerdotes, queridas hermanas, queridos residentes, querido personal laboral, queridos todos:

Un año más el Señor de todos los dones ha hecho posible el que podamos celebrar este día en el que las figuras de Marta y María están muy unidas. No hace falta recodar que, tradicionalmente, ambas figuras hacían referencia a la acción (Marta) y a la contemplación (María). Hoy, después de leer a algunos escritores antiguos  (como Orígenes) os voy a regalar otra versión: Marta, simbolizaría el Antiguo Testamento, es decir, del valor de las obras, el creer que podemos ganar a Dios con nuestras buenas acciones, el subrayar más lo que se ve y lo que se hace… María, por su parte, simbolizaría el Nuevo Testamento, lo propiamente cristiano, donde más que el hacer, se valora el “ser”; donde ponemos en evidencia que nuestro Dios es lo primero en todo (el papa Francisco habla de que Dios nos ha “primareado”) y lo nuestro es tan solo la “respuesta”. Donde, en definitiva, muchas veces cuenta más lo callado y silencioso que lo que se ve.

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Día del Misionero

 

GetAttachment (1)Raúl Berzosa: «Hay que amar al hermano de verdad y en concreto porque cada persona es digna por sí misma; se trata de ser misionero en un pueblo y en una tierra concretos. Incluso allí donde vivimos ahora»

Queridos todos, especialmente queridos misioneros y familiares de nuestros misioneros:

Las lecturas de este décimo quinto domingo del tiempo ordinario nos ha recordado hermosas realidades. En la primera, del profeta Isaías, que la lluvia, como la Palabra de Dios, hacen germinar y fecundar la tierra. Por eso, el Salmo 64, nos ha pedido que seamos tierra buena para dar mucho fruto. Lo mismo que el Evangelio de San Mateo. Y, en la segunda, de la Carta a los Romanos, que la creación está expectante aguardando la plena manifestación de los hijos de Dios. Volviendo la mirada a la primera lectura, al Salmo y al Evangelio, me atrevo a formular una frase: “La palabra germina cuando el corazón está disponible”. Así es el corazón de nuestros misioneros y, así, tiene que ser nuestro corazón.

Saludo muy especialmente hoy a los 300 misioneros de la Diócesis de Salamanca, y a los 40 de la nuestra, repartidos por todo el mundo. Hoy y aquí están presentes entre nosotros: Andrea Alfajeme, dominica del Rosario y misionera en Bolivia; Teresa Herero, comboniana y  misionera en Ecuador; Felisa García, religiosa de Nuestra Señora de Africa y misionera en Burundi;  Manoli Fraile, de las Misioneras de la Providencia y ejerciendo en Perú; Eugenia Rivas, Sierva de San José y misionera en Argentina; Nieves Fonseca, Carmelita en Brasil; Francisco Javier Olivera, sacerdote secular y misionero en Japón, China y Mongolia; Jose Luis Calvo, sacerdote secular y misionero en Perú. Les damos las gracias por su vida y testimonio y les decimos que se sientan en casa porque, como reza, el lema de este encuentro: “Todos somos enviados con ellos y en ellos”. Por ellos, por nuestros misioneros, nuestras Diócesis se agrandan y se abren verdaderamente a la catolicidad. Agradecemos, también, la presencia entre nosotros  de D. Juan Robles, y de D. Jose María Rodríguez Veleiro, Delegados de Misiones de Salamanca y de Ciudad Rodrigo, respectivamente. Gracias, también, a cuantos colaboráis más estrechamente con ellos. Y, también, un agradecimiento sincero a los familiares de nuestros misioneros que hoy están entre nosotros: a los padres de Belén, misionera Idente en México. A los padres de David, dominco en Singapur. A los padres de Luis Fran, agustino en Panamá. Y a la madre de Tere, comboniana en Ecuador y a los padres de Teresa y Chus, misioneras en India y Zambia. Decidles, cuando os comuniquéis con ellos, que han estado muy presentes en nuestra celebración.

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Homilía en el día del Cuerpo y la Sangre de Cristo

Raúl Berzosa: «El Papa Francisco también nos viene repitiendo que la Iglesia ni puede ni debe tener jamás miedo a los pobres ni avergonzarse de ellos ni de ser iglesia pobre» 

 Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas, queridos niños que habéis hecho la primera comunión, queridos todos:

Voy a ser breve. Porque, en este día, los gestos son más fuertes que las palabras. Las palabras sobran ante el Misterio. Bastaría vivir de verdad la celebración de la Eucaristía de hoy, bastaría participar de verdad en la Procesión del Santísimo por nuestras calles, y bastaría orar de verdad en la adoración del Santísimo hasta las Vísperas de la Tarde. Estos tres momentos hablan por sí mismos y en profundidad. Por cierto, este año celebramos el 750 aniversario de la Solemnidad del Corpus Christi, instituido por el Papa Urbano IV, en el año 1264.

En esta ocasión, deseo fijar mi atención en el mensaje de las lecturas que hemos escuchado. En la primera, del libro de Deuteronomio, dos principales lecciones para el Pueblo de Israel. La primera, que Israel sólo puede vivir de Dios. En la abundancia y en la escasez, lo que hace sobrevivir al pueblo es siempre la obediencia al Señor. Cuando el autor escribe los versículos que hemos escuchado hoy, y que atribuye a Moisés, el pueblo de Israel vivía tranquilamente en la tierra que le había sido prometida, una tierra que manaba leche y miel. Pero la fertilidad de la tierra, y hasta la tierra misma, se pueden perder. La única posibilidad de supervivencia sigue siendo para Israel la confianza total en Dios y en el acatamiento de su voluntad. Ellos sabían que era muy peligroso favorecer los sentimientos de autosuficiencia y de olvido del Señor, que sacó al pueblo de la esclavitud y le dio de comer y beber en el desierto. En pocas palabras: sólo estando con Dios y en Dios, y viviendo para Dios, se encuentra el arte de vivir y la Vida, con mayúsculas.

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Fiesta de Jesucristo Sumo y Eterno Sacerdote

DSC_0975Raúl Berzosa: “El sacerdote es una persona muy pequeña; la inconmensurable grandeza del don que nos ha sido dado nos relega, a la vez, entre los más pequeños de los hombres»

Queridos hermanos obispos, D. José Sánchez y D. José González; queridos sacerdotes diocesanos y los venidos de fuera, en especial D. Anastasio y D. Juan Robles; queridos misioneros; queridos seminaristas; queridos familiares de los sacerdote homenajeados; queridos todos:

Ante todo, muchas felicidades a quienes este año celebráis vuestras bodas de oro: Mons. José González, D. Ernesto Ramos, D. Jose Manuel Pérez, D. Clemente Sánchez, D. Joaquín Alonso, D. Jesús Vicente y D. Manuel González. En la comunión de los santos, también nos acompaña D. Rafael García. Nos unimos a vuestra alegría y al canto del Magnificat, sin olvidar las muy realistas y sugerentes palabras del Papa Francisco en la Misa Crismal del 17 de Abril de este año: El sacerdote sería el más pobre de los hombres si Jesús no lo enriqueciese con su pobreza; el más inútil de los siervos si Jesús no llamara “amigo”; el más necio de los hombres si Jesús no lo instruyera pacientemente como a Pedro; el más indefenso de los cristianos si el Buen Pastor no lo fortaleciese en medio del rebaño. Nadie sería más pequeño que un sacerdote si fuese dejado a sus propias fuerzas”. Con las lecturas litúrgicas de este día, damos gracias a Dios por todos los dones recibidos en el Único y Eterno Sacerdote – Jesucristo – y, al mismo tiempo, exclamamos: “¡Aquí estamos, Señor, para hacer tu voluntad!”.

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