Raúl Berzosa: «El pueblo santo de Dios sigue necesitando pastores que lo custodien ‘desde lo alto'»
Querido hermano obispo, D. José; muy queridos hermanos de este presbiterio civitatense; queridas religiosas; queridos seminaristas y Diácono; queridos todos.
Un año más, nos reunimos para celebrar la Eucaristía y para renovar nuestras promesas: es la Misa Crismal. Día para dar gracias a Dios por nuestra vida sacerdotal y para recordar nuestra verdadera identidad y misión. Permitidme que, en esta ocasión, me haga eco de algunas de las palabras del Papa Francisco, pronunciadas en la Congregación para los Obispos, el día 27-3-2014, coincidiendo con la reciente Visita Ad Limina de los obispos españoles.
El Papa comienza destacando “lo esencial” de nuestra vocación: «Llamó a los Doce y los fue enviando de dos en dos…» (Mc 6, 7). El pueblo santo de Dios sigue necesitando pastores que lo custodien “desde lo alto”; necesita quien los mire con la amplitud del corazón de Dios; no necesita un manager, un administrador o delegado de una empresa, ni tampoco uno que esté al nivel de nuestras pequeñas pretensiones. Necesita pastores que sepan elevarse a la altura de la mirada de Dios para guiarnos hacia Él. La gente recorre con fatiga la llanura de la cotidianidad, y necesita ser guiada por quien es capaz de ver las cosas desde lo alto. Nuestro desafío es entrar en la perspectiva de Cristo, mirar con su luz. ¿Dónde encontrar esta luz? – El Papa Francisco nos invita a ir a los cimientos, a «visitar» la Iglesia apostólica para buscar allí algunos criterios para ser un buen pastor. Desde esa mirada apostólica comienza a señalarnos algunas notas: ante todo, tenemos que ser, como los Apóstoles, testigos del Resucitado. Nuestra vida y ministerio deben hacer creíble la Resurrección, que pasa por la entrega y la cruz y que debe ir en búsqueda de aquellos a los que el mundo “descarta”. Por lo tanto, para reconocer a un verdadero pastor, no sirven solo las cualidades humanas, intelectuales o culturales y ni siquiera pastorales. El perfil de un pastor no es la suma algebraica de sus virtudes. Es el Espíritu del Resucitado quien forma a sus testigos, quien integra y eleva las cualidades y los valores del pastor.