Raúl Berzosa: «Con este enorme paso que vas a a dar con tu vida, más que nunca le has dicho al Señor: Soy criatura, humus, barro, arcilla en Tus manos, me dejo modelar por Ti»
Querido D. José, amigo y hermano Obispo, queridos hermanos sacerdotes, los venidos de fuera y los diocesanos, especialmente queridos Sr. Rectores, especialmente los de Ciudad Rodrigo y del Teologado de Ávila, queridos profesores de nuestro Seminario y de la Universidad Pontificia, queridísimo D. Miguel Angel y familia, queridos seminaristas, de Ciudad Rodrigo y de otras Diócesis, queridas consagradas, queridos todos:
“Aquí está la esclava del Señor, cúmplase en mí lo que has dicho”… Estas palabras de la Virgen María son el mejor resumen del sentido profundo de lo que estamos celebrando, aquí y ahora, en este día de la Inmaculada Concepción.
Sí, querido Miguel Angel, hoy, en este enorme paso que vas a a dar con tu vida, más que nunca le has dicho al Señor: “Soy criatura, humus, barro, arcilla en Tus manos… Me dejo modelar por Ti. Mi vida está totalmente expropiada para Ti, Señor, para tu Iglesia y para los demás… Sé lo que significa la palabra Diácono: “servidor”. Hazme siervo y servidor de todos, aunque esto me cueste la vida misma”. ¡Gracias, Miguel Angel, por tu generosidad. Muy pronto esperamos que sea la misma de D. Efraín. Muchas felicidades al Diácono de Salamanca que se ordenará, D.M., el próximo Domingo.
Queridos hermanos: en las lecturas de hoy, se recoge lo expresado en la oración colecta: que María fue concebida sin mancha de pecado original para prepararle una digna morada. En María Inmaculada se cumple la promesa del Génesis: “Establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya”. Ella, María, Nueva Eva y primer miembro de la Iglesia, como todos nosotros, fue elegida antes de la creación del mundo, como hemos leído en la Carta a los Efesios, para ser santa e irreprochable por y para el Amor de Dios. María es la llena de gracia desde el primer instante de su ser natural. Por ello, con el Salmo 97 hemos podido cantar al Señor un cántico nuevo, porque ha hecho maravillas.
Me detengo en el evangelio de San Lucas, para dar sentido profundo, querido Miguel Angel, a lo que estamos celebrando. El conocido pasaje bíblico tiene cinco partes, como cinco dedos: