Convivencia

Los sacerdotes del Arciprestazgo de Ciudad Rodrigo desarrollaron una jornada de convivencia en las Batuecas, donde tuvieron oportunidad de charlrs y compartir mesa con el prior. También se trasladaron a La Alberca.

Algunos de los sacerdotes participantes.
Durante el encuentro con el prior.

Jueves Santo

Misa de la celebración de la cena del Señor

El obispo de la diócesis de Ciudad Rodrigo, Mons. Raúl Berzosa, ha presidido en el Jueves Santo la Misa de la celebración de la cena del Señor en la que, recordando lo que Jesús hizo con los apóstoles, ha lavado los pies a los representantes de las siete cofradías mirobrigenses. En su homilía, el prelado civitatense recordó el sentido que tiene ser cristiano y habló de la fe, «ver la vida con los ojos de Jesús».

Semana Santa

Las Cinco llagas de Jesús, vivas y sangrantes en el siglo XXI

El sacerdote, Ángel Martín, leyó el texto escrito por el obispo con motivo de esta nueva procesión.

Oración inicial: Señor Jesús: aquí estamos para acompañarte en tu camino hacia el Calvario. Gracias por aceptarnos y dejarte acompañar. Gracias por llevar en la cruz el peso de todos nuestros pecados. Gracias por compartir nuestros sufrimientos. Gracias porque sigues vivos en los nuevos crucificados de hoy y sigues llevando sus cruces.  Gracias porque tus cinco llagas siguen abiertas y tu sangre nos redime, nos perdona y nos sana.

Haz que nuestras vidas, unidas a las tuyas, sean fecundas y, comprometidos con los hermanos y hermanas más sufrientes; haz que sirvan para dar esperanza y transformar nuestra sociedad, según el Sueño de tu Padre, con la fuerza del Espíritu, para hacer realidad el Reino que nos mostraste en tu Evangelio. Que no renunciemos nunca, aunque nos cueste sangre y lágrimas, a defender la verdad, la justicia, la paz y el bien común. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.

 

1.- Primera llaga: los niños no nacidos y la infancia maltratada.

        Esta primera llaga nos habla de que la familia atraviesa hoy una crisis profunda y sufre fragilidad. Ya no es, en muchos casos, el santuario sagrado ni guardián de la vida, desde el inicio hasta el final.

Entre los más débiles, a los que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están los niños aún no nacidos, que son lo más indefensos e inocentes de todos, y a quienes hoy se les niega su dignidad humana, matándolos en el seno materno y promoviendo legislaciones para que ello no pueda impedirse; olvidando que un ser humano es siempre sagrado  e inviolable.

El Papa Francisco habla, además, de los niños que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, niños que son reclutados como soldados o para la mendicidad, niños para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas ilegales de adopción internacional. El mismo Papa nos pide que seamos muy sensibles a esta realidad de la infancia maltratada. Más concretamente se nos solicita que, así como San José supo proteger al Niño contra Herodes, así sepamos proteger a los niños de hoy de los “nuevos Herodes”. Proteger y cuidar, no sólo a los no nacidos, sino a millones de niños que padecen una infancia rota y que, incluso, sufren en manos de quienes debieran ser sus custodios y protectores…

Los nuevos niños inocentes crucificados de hoy son, al menos,  75 millones que han tenido que interrumpir su escolarización; el 68 por ciento de las personas explotadas sexualmente en el mundo son niños; casi la mitad de niños menores de 5 años siguen muriendo por malnutrición; más de 150 millones de niños trabajaban y, muchas veces, como verdaderos esclavos.

Que no nos acostumbremos a escuchar el llanto y el grito los inocentes. Unámonos al dolor de estas víctimas, de estas llagas abiertas, y luchemos para que se proteja y custodie la inocencia infantil. Sí; “tolerancia cero” contra los maltratos y pecados contra la infancia, en todas sus variantes y formas.

En esta primera llaga, también resuena el dramático lamento de tantas madres hambrientas que no tienen leche materna ni comida para sus hijos y escuchan, día y noche, el llanto de sus niños condenados a muerte por hambre.

Oremos: Señor Jesús, contemplado esta primera llaga, tan dolorosa e hiriente, te pedimos por los  más pequeños e indefensos inocentes: los no-nacidos y los niños. Que no se pierda ninguno de los que Tú nos regalas y que sepamos contemplar en ellos las huellas de tu imagen y el valor sagrado de sus vidas. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.

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