Carta-envío del obispo con motivo del fin de la Asamblea Diocesana
Como obispo, padre y hermano, “ante todo, doy gracias al Señor por todos vosotros” (Rm1, 8). Vuestra presencia e implicación, durante la Asamblea Diocesana, han sido un regalo para mi ministerio, porque en la sencillez de nuestros encuentros me habéis hecho sentir, como decía San Agustín, que, “con vosotros, soy cristiano; y, para vosotros, obispo”. Con gozo y con responsabilidad.
Hemos experimentado juntos que el Espíritu ha soplado y nos ha invitado a “dejar a Dios ser más Dios”, y nos ha llamado a ser, en su Iglesia, hijos en el Hijo, hermanos en su mismo Amor, y enviados en su misma Misión. Como en el libro del Apocalipsis, “hemos escuchado lo que el Espíritu dice a su Iglesia”: que nos dejemos transformar en el hondón de nuestro ser; y que experimentemos “el gusto espiritual de ser pueblo”, como luz, sal, y fermento; para empujar la marcha del Reino de Dios, para renovar esta Iglesia y para transformar desde el Evangelio nuestra tierra.