Madres Carmelitas Alba de Tormes

Raúl Berzosa: «Santa Teresa vivió un amor incondicional a la Iglesia, en tiempos recios, y la aspiración a la perfección-santidad, como móvil y meta final de la vida»

Queridos hermanos sacerdotes, queridas comunidades de Padres y Madres Carmelitas, queridas autoridades, queridos todos, los presentes en este templo y los que nos seguís a través de TV, Castilla y León: en su Providencia Amorosa, el Señor ha permitido que este año 2017 haya sido declarado como Año Jubilar Teresiano, precisamente por caer en Domingo la Fiesta de nuestra Madre Santa Teresa.

En la primera de las lecturas de la Liturgia dominical se nos presentaba la mano de Ciro como “una mediación de Dios para doblegar a las naciones”. También de la conversión verdadera de Santa Teresa se sirvió el Señor para renovar la vida contemplativa. Con el salmo 95 hemos cantado “Aclamad la gloria y el poder del Señor”. Lo hacemos aplicándolo a la vida y obra de nuestra Santa. En la Carta a los Tesalonicenses, el apóstol pablo recordaba la fe, el amor y la esperanza de dicha comunidad. Nosotros hacemos lo propio, hoy, reconociéndolo en la Santa Andariega y en sus hijas. Y, en el Evangelio de San Mateo, se nos pedía “dar al César lo que es del César y a Dios lo que es Dios”. Aplicado a la Santa de Avila sería “estar en el mundo  sin ser mundanos”. Desde las claves apuntadas en las lecturas de hoy, permitidme entrar a glosar la figura y la obra de Santa Teresa. Comenzamos con lo aportado por dos Papas vivos: el emérito Benedicto XVI y el gobernante Francisco.

Sheila Morataya-Fleishman, el 9 marzo de 2015, dejó escrito, en un portal digital, una colaboración muy original y sugerente, con el siguiente título: “Santa Teresa de Jesús, ¡una mujer moderna!”. Yo me atrevería a corregirlo por este otro titular: “Santa Teresa, ¡una mujer siempre actual!”. Así lo han puesto de relieve Benedicto XVI y Francisco.

El Papa Benedicto, en la audiencia general del 2 de febrero del año 2011, destacó de Santa Teresa, entre otros, los siguientes rasgos:

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Monasterio Franciscano del Zarzoso

Raúl Berzosa: «Cada uno ha de sentirse acogido, en su situación personal y en su misterio»

Muy queridas hermanas: al no poder celebrar el día de nuestro Padre San Francisco, 4 de Octubre, por encontrarme dirigiendo Ejercicios Espirituales, he deseado estar aquí hoy, compartiendo con vosotras la Eucaristía. Me siento feliz y muy contento.

En la primera de las lecturas de este día, el Apóstol San Pablo recuerda que San Lucas es “el único que, después de tantas dificultades, está con él”. Así vosotras, no os sintáis nunca solas ni abandonadas. No sólo el Arciprestazgo, sino toda la Diócesis está siempre con vosotras. El en Salmo 144 hemos repetido que “tus santos, Señor, proclaman la gloria de tu reinado”. Esta es precisamente vuestra vocación profunda: cantar, continuamente, la gloria de Dios. Esa es la esencia de una vocación contemplativa. Finalmente, en el evangelio de San Lucas hemos escuchado la voz del Señor: “La mies es abundante y los obreros pocos”. Se nos invita a pedir nuevas y santas vocaciones. También para este querido monasterio franciscano.

Tomando pie en estas lecturas, y para que podáis estar en sintonía con toda la Diócesis, deseo subrayar o acentuar lo que venimos trabajando en los diversos encuentros arciprestales de inicio de curso, precisamente en lo que es el objetivo pastoral del presente curso: Vivir la Iglesia como comunidad.

Vosotras, como consagradas, estáis llamadas muy especialmente a hacer y vivir la comunidad. Sois, no sólo Iglesia doméstica (como lo son las familias de sangre) sino el rostro y reflejo de la Iglesia en cuanto tal. La pregunta nace espontánea: “¿Cómo reforzar vuestra comunidad?”… – Os regalo una moneda con dos caras: por un lado, “redescubrir comunitariamente el Amor del Señor”; y, por otro lado, “compartir ese mismo Amor del Señor”. Porque no sois comunidad cerrada, ni comunidad solo para vosotras mismas, sino testigos abiertos y generosos del amor de Dios.

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Misiones

Andrea Alfageme visita la diócesis

La misionera mirobrigense, Andrea Alfageme, ha hecho parada en su tierra natal antes de regresar el próximo 12 de noviembre a Bolivia, donde desempeña desde hace 46 años su labor.

Andrea ha mantenido un encuentro con miembros de la delegación de Misiones y periodistas en el que ha contado algunas de sus experiencias. Con 21 años surgió su vocación y desde entonces ha estado al servicio de los más desfavorecidos, especialmente, en tareas educativas dirigidas a los niños.

Vuelve cada tres años a Ciudad Rodrigo a ver a su familia y aunque reconoce que «morriña no tengo», asegura que «sí me gusta venir» porque «estoy enamorada de mi pueblo».

En su relato explicó que «Bolivia tiene mucha pobreza» pero por el contrario «no es pobre», y ahí está la riqueza minera de oro y litio pero «no se queda, se lo llevan».

Andrea, a la izquierda, habla con periodistas y miembros de la delegación.