Día de la Asunción

Raúl Berzosa: «Merece la pena estar cansados y extenuados por hacer el bien a los demás»

Queridos hermanos sacerdotes, especialmente los miembros del Cabildo catedralicio; queridas consagradas; queridos todos:

Un año más, el Señor nos permite celebrar la Solemnidad de la Asunción de María Virgen. Un día muy grande para toda la Iglesia, como reflejó el Concilio Vaticano II cuando, en la Constitución Lumen Gentium, dejó escrito: “Terminado el curso de su vida en la Tierra, la Virgen María fue llevada en cuerpo y alma al cielo y elevada como Reina del Universo” (n. 59)… “Ella es imagen y comienzo de la plenitud que espera a la Iglesia” (n. 68).

        Las lecturas de este día nos hablan de tres realidades: combate, peregrinación y esperanza.

La primera, del Libro del Apocalipsis, presenta el combate de la mujer contra el dragón. Símbolo del combate entre María y la Iglesia y los poderes del mal; y símbolo del combate que tenemos que mantener los discípulos de Jesús en nuestras vidas. ¡Qué aguda y acertadamente ha expresado el Papa Francisco los tipos de combate que nos esperan: uno, sano; dos, insanos. El sano, es el combate contra nuestra propia comodidad y egoísmo para saber entregarnos de verdad a los demás. Es un combate muy aconsejable. Los otros dos, nos hablan, primero, de una lucha contra los enemigos: los internos o demonios, y los externos o aquellos que no nos quieren bien y nos hacen sufrir. Y el tercer combate, que como el anterior, no es muy sano, es el “autorefrencial” o el cansancio de estar siempre dando vueltas a uno mismo y a nuestro pequeño mundo. La Virgen, como Jesús, nos muestran el verdadero combate: el de la donación y entrega de cada día al Señor y a los demás. Merece la pena estar cansados y extenuados por hacer el bien a los demás.

La segunda lectura, tomada del Apóstol San Pablo a los Corintios, nos habla de que somos peregrinos hacia la nueva Jerusalén. La Virgen María nos muestra que toda nuestra existencia es un camino de fe; con alegrías y sufrimientos, con dudas y con certezas. Cierto que no tenemos ventajas “humanas” (ya que sufrimos las mismas enfermedades y carencias que los demás) pero, como nos recordaron los Papas Benedicto y Francisco, la fe es como una linterna o lamparilla para poder ver más claro en la noche y en las sendas de este Valle de lágrimas, como rezamos en la Salve.

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Nota

Fallece el sacerdote don José Manuel San Marcelino

Ha fallecido el sacerdote don José Manuel San Marcelino en el Hospital de La  Pasión de Ciudad Rodrigo. El entierro tendrá lugar en La Encina el lunes 15 de agosto por la mañana y la misa-funeral estará presidida por el obispo de la diócesis, el martes a las 11:00 horas en La Encina.

Don José Manuel San Marcelino nació en La Encina en el año 1932 y fue ordenado sacerdote en 1956. Desarrolló su labor como Coadjutor y Encargado de Hinojosa de Duero (1956) pero también fue Ecónomo de  Villasrubias (1957), Ecónomo de Sexmiro y Encargado de Villar de Argañán  y Martillán (1958-1959). Además, ejerció como Ecónomo de Cerralbo  (1962), Encargado de Berrmellar (1986) y de Bogajo (1998),  Administrador  de Villavieja de Yeltes (1990), y Arcipreste de Camaces (1998). Desde su  jubilación,  en el año 2004, continuó siendo sacerdote de apoyo del
Arciprestazgo de Águeda hasta su ingreso como residente en el Hospital de la Pasión.

Día de Santa Marta

Raúl Berzosa: «No se trata de oponer la contemplación y la acción, sino de resituar u ordenar las prioridades en la vida: lo primero, es escuchar a Jesús y a partir de ahí, los afanes de la vida»

Queridos hermanos sacerdotes, querida comunidad de religiosas, queridos residentes y personal laboral, queridos todos:

En este día, tan especial para esta casa, quiero hablaros, brevemente, de dos realidades: del evangelio del día y de algún rasgo de Santa Teresa de Jesús Jornet e Ibars, fundadora de las Hermanitas de los Ancianos Desamparados.

En cuanto al Evangelio, hemos contemplado cómo Jesús sabe tomar un descanso y gozar de la santa amistad y hospitalidad de una familia de Betania compuesta por tres hermanos: Lázaro, Marta y María.

En esta ocasión se nos presenta a Marta preocupada por las tareas domésticas. María está sentada a los pies de Jesús, escuchándole. Ciertamente tiene mérito la actitud de Marta de atender lo mejor posible al huésped. Sin embargo Jesús alaba más la actitud de María, porque “ha escogido la mejor parte”.

No se trata de oponer la contemplación y la acción, sino de resituar u ordenar las prioridades en la vida: lo primero, es escuchar a Jesús. Y, a partir de ahí, los afanes de la vida.

Para nosotros, es una doble llamada de atención: una, para la vida y, otra, para vivir mejor la Eucaristía. Para la vida, porque tendremos que examinarnos y valorar si nos refugiamos en la oración sin trabajar lo suficiente o si caemos en un activismo sin atender la vida de oración. No podemos separar el amor apasionado a Jesús (con momentos de “oración de alcoba” o de encuentro personal con Él) de las obras del reino o vida de compromiso misionero. Hay que unir Rey y Reino (mística y obras).

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JMJ

Los jóvenes de la diócesis ya están participando en el encuentro con el Papa

Más de 30.000 jóvenes y 51 obispos españoles participan desde hoy en la Jornada Mundial de la Juventud (JMJ) de Cracovia (Polonia) que tiene lugar del 26 al 31 de julio bajo el lema: Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia (Mt 5,7). El Santo Padre Francisco eligió la quinta de las ocho Bienaventuranzas, que dijo Jesús en su Sermón a la orilla del Mar de Galilea, para subrayar la importancia de las Bienaventuranzas que son el corazón de la enseñanza de Jesucristo. En su primer Sermón, Jesús nos deja ocho indicaciones de la actitud que nos acercan al Reino de los Cielos.

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Funeral del Rvdo. D. Marcelino Legido López (Casa de la Iglesia, Salamanca)

Raúl Berzosa: «Si importante fue la impronta dejada como intelectual y teólogo, mayor aún fue, sin duda, su testimonio profético que tanto marcó a decenas de sacerdotes de nuestras diócesis castellanas»

Querido hermano D. José, Obispo y amigo; queridos Vicarios y hermanos sacerdotes de la Diócesis de Salamanca y de otras aquí representadas; queridos familiares y amigos de D. Marcelino; queridos consagrados y consagradas; queridos todos:

Ayer, por la mañana, a través de D. José Manuel Vidriales, mi Vicario de Pastoral y discípulo y amigo personal del finado, me llegaba la triste noticia: ha fallecido D. Marcelino. Inmediatamente llamé a D. Florentino y me ofrecí a presidir esta Eucaristía, en ausencia de D. Carlos y otros hermanos obispos que se encuentran participando en la JMJ, en Polonia. Vaya por delante mi agradecimiento más sincero al Obispo de Salamanca por dejarme presidir esta celebración. Para mí es una verdadera gracia.

Al mismo tiempo que rezamos por D. Marcelino y damos gracias por su longeva vida, estamos siendo testigos de un evento histórico no sólo para la Diócesis de Salamanca sino para la sociedad y la cultura de hoy; porque se nos ha ido al cielo uno de los grandes pensadores salmantinos del siglo XX y uno de los más cualificados testigos y profetas del cristianismo de nuestros días; fue pastor vocacionado y místico agraciado. Con qué pasión gritaba: “¡Cristo! Cristo, nuestro principio; Cristo, nuestra vida y nuestra guía; Cristo, nuestra esperanza y nuestro término. Él solo. Ninguna otra luz. Ninguna otra verdad. Ninguna otra aspiración. Ninguna otra esperanza. Solo él. Exclusivamente él. Totalmente él”.

Recordamos que Don Marcelino nació el 9 de enero de 1935, en  San Esteban de Zapardiel (Ávila), y fue ordenado sacerdote el 19 de junio de 1966. Sirvió como párroco en varios pueblos de la Diócesis de Salamanca: Cubo de Don Sancho, Traguntía, Peralejos de Abajo, Peralejos de Arriba y Torrejón de Alba.

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