Raúl Berzosa: «Somos Hogar, escuela, taller, y pórtico, “para” este pueblo y “para” esta tierra»
Queridos hermanos sacerdotes; queridas consagradas; queridos todos, especialmente los agentes cualificados de pastoral que, hoy, vais a recibir la missio y el envío:
Durante el presente curso pastoral, siguiendo las directrices marcadas por la Asamblea Diocesana, nos centraremos en la comunidad cristiana.
¿Dónde tiene su origen dicha comunidad y cuál es su modelo?- Ni más ni menos que en el Seno de La Trinidad. En Dios, Uni-Trino se vive el Amor, la Vida y la Comunión perfecta. Y, este Dios, no ha querido encerrarse en sí mismo, sino que, gratuitamente, en amor de ágape, nos ha creado y hecho partícipes de lo que en el Padre-Hijo-Espíritu Ssnto se vive. Podemos afirmar que nuestro Dios es un Dios “PARA”… ¡Para dar y regalar Vida, Amor y Comunión, lo que se vive en su seno!
Por eso no es extraño que el Hijo encarnado, Jesucristo Nuestro Señor, haya sido definido por los teólogos como el “hombre PARA los demás”. Y, desde Él, su Iglesia, los que formamos su Cuerpo, como se nos viene recordando desde el Vaticano II, no es tampoco “para ella misma” sino “PARA el mundo”.
Y, desde lo que significa este “para de Dios”, deseo realizar un relectura de lo que tienen que ser nuestras comunidades, a todos los niveles (familias, parroquias, arciprestazgos, religiosas…). Me vino inspirado por un escrito del padre claretiano Bonifacio Fernández (en “Vida Religiosa”, junio 2017).
Sí, somos las comunidades del “PARA”, nuca egocéntricas ni autorefenciales… Lo venimos repitiendo, año tras año, en los encuentros de Villagarcía: somos Hogar, escuela, taller, y pórtico, “para” este pueblo y “para” esta tierra. Lo desarrollo brevemente en forma de decálogo:
- Somos “pará-bolas”, de lo mismo que Jesús quiso, eligiendo a los 12: los llamó y eligió “para” estar con él, “para” enviarlos a predicar y, sobre todo, “para” la misión sanar y dar esperanza a los más pobres, pecadores y enfermos.
- Somos “para-dojas”, contraste, signo de contradicción… Porque seguimos siendo el pueblo de la memoria frente al pueblo del olvido de Dios. Somos como todos, como algunos y como nadie. Somos, en resumen, “para” esta sociedad, como nos recuerda la Carta a Diogneto, como el alma al cuerpo. Dando sentido a la vida y enseñando el arte de vivir desde la fe, la esperanza y el amor.
- Somos “para-digma” o modelo de comunidades. Mucho más que un club o una forma democrática partidista; somos fraternidades, donde deseamos, con la fuerza del Espíritu Santo, hacer realidad un ideal: “Mirad como se aman” (Ac). En este sentido, somos modelo para toda la humanidad.
- Somos “pará-clesis”: comunidades nacidas del Espíritu Santo, alimentadas por el Espíritu Santo, y fortalecidas por el mismo Espíritu Santo, como una bella sinfonía o una orquesta muy afinada y conjuntada; cada cual, con su vocación, carisma o función que el mismo Espíritu nos ha regalado para, sinérgicamente, construir una sola Iglesia.
- Somos “pará-frasis”, que quiere decir, según el Diccionario, “parte añadida a un texto para explicarlo o aclararlo mejor”. El texto es el Evangelio y la paráfrasis, nuestra vida. Es decir, mostramos cómo se puede vivir el Evangelio, sin glosa, también en este siglo XXI. Porque podemos ser, como nos recordaba el Papa San Juan Pablo II, “buenos cristianos y buenos ciudadanos de hoy”.
- Somos “para-bienes”, no comunidades de profetas de calamidades, sino de buenas noticias, alegres, esperanzadoras. Regalamos lo mejor de lo que hemos recibido: la Buena Nueva de Jesucristo y de su Reino de Amor.
- Somos “para-íso”. Hacemos ya el cielo en la tierra. Porque, no nos engañemos, el cielo será vivir para siempre de cara a Dios, a los demás y a nosotros mismos, con autenticidad, y como tienen que ser nuestras comunidades. El infierno, que ya comienza aquí, será vivir de espaldas a Dios, a los demás y a nosotros mismos para siempre.
- Somos “para-rayos”, en medio de una sociedad violenta, fragmentada, y rota. Somos “fuego amigo”. No estamos quemados ni quemamos sino ardemos con la pasión del amor de Jesucristo, en el Espíritu.
- Somos “para-doxis” o memoria de la Palabra viva y actual de Dios. Somos Palabras de Dios. Como nos recordaban los dos Francisco, el de Asís y el Papa Francisco, tenemos que predicar con nuestra vida y, si luego hace falta, con las palabras.
- Somos, finalmente, “para-liturgias”, eucaristías existenciales, sacramentos vivientes, porque somos la misma carne de Jesucristo y vemos la vida con sus ojos, sentimos con su corazón y hacemos con sus manos.
Queridos todos: a esto somos llamados y enviados: a ser “para” nuestro mundo; no para hacer “otro mundo” sino de este “mundo otro”. Sentiros especialmente comprometidos, en esta misión, los que hoy seréis enviados en nombre de toda la comunidad diocesana, como agentes de evangelización cualificados, a los diversos campos de pastoral.
Que el Espíritu “paráclito”, el defensor, que hará posible la presencia sacramental pero real de Jesucristo en el pan y en el vino de esta Eucaristía, nos convierta en hombres y mujeres nuevos, en comunidades de referencia, para hacer posible la triple conversión que nos viene pidiendo el papa Francisco: la personal, la institucional y la pastoral. ¡Santa María, Madre del Cenáculo y de Pentecostés, todos los santos protectores diocesanos!, rogad por nosotros. Amén.
+ Raúl, Obispo de Ciudad Rodrigo