Las Cinco llagas de Jesús, vivas y sangrantes en el siglo XXI
Oración inicial: Señor Jesús: aquí estamos para acompañarte en tu camino hacia el Calvario. Gracias por aceptarnos y dejarte acompañar. Gracias por llevar en la cruz el peso de todos nuestros pecados. Gracias por compartir nuestros sufrimientos. Gracias porque sigues vivos en los nuevos crucificados de hoy y sigues llevando sus cruces. Gracias porque tus cinco llagas siguen abiertas y tu sangre nos redime, nos perdona y nos sana.
Haz que nuestras vidas, unidas a las tuyas, sean fecundas y, comprometidos con los hermanos y hermanas más sufrientes; haz que sirvan para dar esperanza y transformar nuestra sociedad, según el Sueño de tu Padre, con la fuerza del Espíritu, para hacer realidad el Reino que nos mostraste en tu Evangelio. Que no renunciemos nunca, aunque nos cueste sangre y lágrimas, a defender la verdad, la justicia, la paz y el bien común. Te lo pedimos a ti que vives y reinas por los siglos de los siglos. Amén.
1.- Primera llaga: los niños no nacidos y la infancia maltratada.
Esta primera llaga nos habla de que la familia atraviesa hoy una crisis profunda y sufre fragilidad. Ya no es, en muchos casos, el santuario sagrado ni guardián de la vida, desde el inicio hasta el final.
Entre los más débiles, a los que la Iglesia quiere cuidar con predilección, están los niños aún no nacidos, que son lo más indefensos e inocentes de todos, y a quienes hoy se les niega su dignidad humana, matándolos en el seno materno y promoviendo legislaciones para que ello no pueda impedirse; olvidando que un ser humano es siempre sagrado e inviolable.
El Papa Francisco habla, además, de los niños que son víctimas del tráfico y comercialización para la extracción de órganos, niños que son reclutados como soldados o para la mendicidad, niños para actividades ilegales como la producción o venta de drogas, o para formas ilegales de adopción internacional. El mismo Papa nos pide que seamos muy sensibles a esta realidad de la infancia maltratada. Más concretamente se nos solicita que, así como San José supo proteger al Niño contra Herodes, así sepamos proteger a los niños de hoy de los “nuevos Herodes”. Proteger y cuidar, no sólo a los no nacidos, sino a millones de niños que padecen una infancia rota y que, incluso, sufren en manos de quienes debieran ser sus custodios y protectores…
Los nuevos niños inocentes crucificados de hoy son, al menos, 75 millones que han tenido que interrumpir su escolarización; el 68 por ciento de las personas explotadas sexualmente en el mundo son niños; casi la mitad de niños menores de 5 años siguen muriendo por malnutrición; más de 150 millones de niños trabajaban y, muchas veces, como verdaderos esclavos.
Que no nos acostumbremos a escuchar el llanto y el grito los inocentes. Unámonos al dolor de estas víctimas, de estas llagas abiertas, y luchemos para que se proteja y custodie la inocencia infantil. Sí; “tolerancia cero” contra los maltratos y pecados contra la infancia, en todas sus variantes y formas.
En esta primera llaga, también resuena el dramático lamento de tantas madres hambrientas que no tienen leche materna ni comida para sus hijos y escuchan, día y noche, el llanto de sus niños condenados a muerte por hambre.
Oremos: Señor Jesús, contemplado esta primera llaga, tan dolorosa e hiriente, te pedimos por los más pequeños e indefensos inocentes: los no-nacidos y los niños. Que no se pierda ninguno de los que Tú nos regalas y que sepamos contemplar en ellos las huellas de tu imagen y el valor sagrado de sus vidas. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
2.- Segunda llaga: la trata y explotación de mujeres y el turismo y comercio sexual.
En esta segunda llaga, el Papa Francisco también nos ha recordado que, aunque hoy, no exista “legalmente” la esclavitud, sí existen múltiples rostros de esclavitud nuevos: trabajadores y trabajadoras, incluso menores, oprimidos; las condiciones de vida de muchos emigrantes; las personas obligadas a ejercer la prostitución, entre las que hay muchos menores, y que son verdaderos esclavos y esclavas sexuales. Sobre todo, niñas y mujeres, esclavas sexuales de un vergonzoso turismo y comercio sexual. Muchas de ellos desaparecen; otras, son vendidas varias veces, torturadas, mutiladas o asesinadas.
El Papa se pregunta cuáles son “las causas profundas de estas esclavitudes femeninas de hoy”. Responde que, hoy como ayer, en la raíz, se encuentra una concepción de la persona humana que admite el que pueda ser tratada como “un objeto”. A esta terrible causa del rechazo de la humanidad del otro, se unen, la pobreza, el subdesarrollo y la exclusión, especialmente cuando se une a la falta de acceso a la educación, o a inexistentes, oportunidades de trabajo. Hay que incluir también la corrupción de quienes están dispuestos a hacer cualquier cosa para enriquecerse.
El Papa Francisco nos hace una llamada para asumir un “compromiso común en orden a derrotar las esclavitudes del s.XXI, especialmente de las mujeres”: Los Estados deben vigilar para legislar leyes justas, centradas en la persona humana. Y Las organizaciones intergubernamentales e internacionales están llamadas a desarrollar iniciativas coordinadas para luchar contra las redes del crimen organizado que gestionan la trata de personas y el tráfico ilegal de emigrantes.
También hoy resuena, con fuerza, la voz de Dios: “¿Dónde está tu hermano?” (Gn 4,9) ¿Dónde está tu hermano esclavizado y clandestino?… ¿Dónde tu hermana obligada a ejercer la prostitución?… ¿Dónde están los niños y niñas utilizados para la mendicidad, la guerra o el turismo sexual?… Rechazar, o abandonar al Señor, provoca un relativismo que promueve la deformación ética y una desorientación generalizada. Si matamos a Dios, matamos, al mismo tiempo, la dignidad y lo más sagrado del ser humano.
No podemos dejar que se instale impunemente el crimen mafioso y aberrante del trato de personas. Muchos tienen las manos manchadas de sangre, directamente, o como cómplices del mercadeo de personas. Las mujeres que sufren situaciones de exclusión, maltrato o violencia, son doblemente pobres porque se encuentran con menores posibilidades de defender sus derechos.
Oración: Señor Jesús: en esta segunda llaga del siglo XXI, te pedimos por tantas mujeres vejadas, maltratadas, heridas o asesinadas. Haz que sepamos mirar a tu Madre, la Virgen María, para que los varones encontremos la dignidad verdadera y el valor de cada mujer y, las mujeres, encuentren en María siempre motivos para seguir luchando, creyendo, amando y esperando. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
3.- Tercera llaga: las grandes masas de migrantes y desplazados.
En esta tercera llaga, recordamos que nuestra sociedad globalizada, inmersa en un nuevo cambio de época, ha generado y genera muchas y grandes contradicciones: junto a los palpables y acertados progresos, no podemos olvidar que una gran mayoría de hombres y mujeres de nuestro tiempo viven de forma precaria y deciden emigrar de sus lugares de nacimiento, en búsqueda de una vida mejor. El miedo y la desesperación se han apoderado de muchos de estos migrantes y desplazados forzados por las guerras, la violencia o las catástrofes humanitarias.
El Papa Francisco nos recuerda que existen en el mundo más de 250 millones de migrantes, de los que 22 y medio son refugiados, es decir, hombres y mujeres, adultos, niños y ancianos, que buscan dónde vivir en paz y con paz. Son personas que arriesgan sus vidas para ello y que esperan ser abrazados con generosidad y misericordia.
El Papa se pregunta, y nos pregunta, “¿por qué hay tantos refugiados y migrantes?.”.. Sin duda, y en primer lugar, por las guerras y los conflictos violentos; y en segundo lugar y principalmente, porque las personas anhelan un futuro mejor huyendo de la miseria y de la pobreza. El Papa subraya que las migraciones globales seguirán marcando el futuro del mundo en los próximos años…
¿Cómo mirarlos como cristianos?… – El Papa nos recuerda que los bienes de la tierra son para todos; que la paz y la justicia deben guiar las actuaciones de los gobernantes; y, que desde la fe, como hijos de dios, tenemos que fomentar la solidaridad y la fraternidad universales. Sólo así lograremos el bien común de todos y una paz duradera…
Lo cristianos tenemos que defender que el planeta Tierra es patrimonio de la toda la humanidad y para toda la humanidad. El hecho de haber nacido en un lugar con recursos menores no justifica el que las personas tengan que vivir con una menor dignidad y con mayores injusticias, resignándose a su fatal destino.
Es cierto que la palabra “solidaridad” está desgastada y, con frecuencia, se ha interpretado mal, pero hay que redescubrirla: solidaridad, es mucho más que algunos gestos puntuales y esporádicos de ayuda; supone todo un cambio de mentalidad y una nueva cultura: la de dar prioridad a la vida de todos, buscando el bien común y no la apropiación de bienes por parte de algunos privilegiados.
Oración: Señor Jesús, en esta tercera llaga del s. XXI, queremos comprometernos con todos los hermanos y hermanas migrantes, peregrinos forzados. Haz que nuestras personas, y nuestros hogares, sean Betanias de acogida y Cenáculos donde tu presencia ayude a acoger de verdad, a sanar heridas, y a recobrar fuerzas para ser profetas de esperanza y hacer de nuestro mundo la Casa Fraterna y Solidaria que tu Padre soñó desde toda la eternidad. Te lo pedimos a ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
4.- Cuarta llaga: las grandes bolsas de pobres, descartados y sobrantes del Planeta.
Esta cuarta llaga nos habla de los sufrientes crónicos a los que nadie atiende. Son los parados de larga duración sin esperanza de trabajo. Son las víctimas de la pobreza deshonesta. No puede acostumbrarnos, como afirma el Papa Francisco, que no sea noticia el que exista un solo anciano que muera de frío en la calle y, sin embargo, sí la caída de puntos en la Bolsa. No se puede tolerar más que se tire comida cuando hay gente que pasa hambre. Hoy, grandes masas de población se ven excluidas y marginadas: sin trabajo, sin horizontes, sin salida. El miedo y la desesperación se han apoderado del corazón de millones de personas. Hemos creado la cultura de de los explotados, excluidos y sobrantes del sistema. Se considera al ser humano como bien de consumo, de usar y tirar. Se ha apagado la alegría de vivir en muchos hermanos y hermanas nuestros… Y, casi, sin ya advertirlo, nos volvemos incapaces de compadecernos ante los clamores de los demás; ya no lloramos ante el drama de los demás. Estamos anestesiados en la cultura del bienestar. Hemos caído en la idolatría del dinero y se ha impuesto una corrupción ramificada con dimensiones mundiales. El ansia de tener y de poder no conoce límites ni fronteras. Hemos ocultado la voz de los Padres de la Iglesia, como San Juan Crisóstomo, que afirmaban: “No compartir nuestros bienes con los pobres es robarlos y quitarlos la vida. No son sólo bienes nuestros sino suyos”. Y, también, “¿dónde están los zapatos del que camina descalzo o la ropa del que va desnudo? – En tu armario. ¿Dónde está la comida del que pasa hambre? – En tu nevera. ¿Dónde está el dinero del que nada tiene? – En la cuartilla de tu banco”.
No se trata de asegurar sólo la comida o un decoroso sustento sino todo lo que implica el bien común y el desarrollo integral de la persona: educación, cuidado de la salud, trabajo, techo y propiedades. Necesitamos profesionales de la política y ciudadanos cristianos a quienes le duela de verdad la sociedad pobre y el pueblo pobre. A esto se llama “mística de los ojos abiertos”. Al final, nos examinarán del amor. Y los pobres nos perdonarán la vejación de darlos pan, techo, o abrigo, por la autenticidad y amor que pongamos al darlo.
Oración: Señor Jesús, en esta cuarta llaga del siglo XXI, nos acordamos de la mayoría de la humanidad sufriente, marginada, y de los millones de excluidos y sobrantes del sistema. De aquellos que nadie valora y a que no importan a ninguno. Cámbianos el corazón de hielo y piedra en corazón e carne y espíritu sensible a tantas necesidades. Y, a ellos, que tienen sobrados motivos para rebelarse, concédeles la sana paciencia y la fuerza para saber cambiar su entorno, buscando caminos de paz, de reconciliación y de auténtico progreso. Nunca de violencia, negatividad y destrucción. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
5.- Quinta llaga: las víctimas inocentes del terrorismo, guerras y violencias, y la destrucción ecológica de la Madre Tierra.
A la luz de esta quinta y última llaga redescubrimos que estamos inmersos en la tercera guerra mundial; guerra no de fronteras y naciones definidas, sino de terrorismo selectivo, de luchas culturales y hasta religiosas. Por desgracia, e injustamente, las víctimas inocentes de atentados y de la violencia son acusados, a veces, de merecerlo y de ser culpables. El Papa Benedicto XVI, sin embargo, nos recordó que, al final de los tiempos, los verdugos culpables no se sentarán con las víctimas inocentes; pero sí serán redimidos por sus sufrimientos y padecimientos. Y nos invita a no incrementar el círculo diabólico de la violencia. La violencia no es solución; la violencia crea cada vez más violencia, en una espiral sin salida y de destrucción total. Estas víctimas inocentes del terrorismo y de la violencia son muchas veces los mismos creyentes, particularmente los cristianos perseguidos y martirizados en los cinco continentes. El siglo XX fue el de mayor número de mártires cristianos de toda la historia de la humanidad.
Además, y en otro orden, esta quinta y última llaga nos recuerda que, si es verdad que sufren las víctimas inocentes humanas, también hay otros seres frágiles e indefensos que quedan a merced de intereses terroristas, de índole económica, política o ideológica; hablamos del conjunto de seres de la creación, del medio ambiente. Hemos impuesto la cultura de dominio, de uso y abuso, de fagocitar todo en orden a obtener los máximos beneficios. Y lo frágil, personas o criaturas y medio ambiente, queda totalmente indefenso ante los intereses de un mercado divinizado y convertido en criterio absoluto de poder y de dominio.
El Papa Francisco, en el año 2015, nos regaló una preciosa y valiosa Encíclica: “Laudato si”. El resumen de toda la encíclica puede ser éste: ecología y humanidad caminan unidos. O, con sus propias palabras: “Un verdadero planteamiento ecológico se convierte siempre en un planteamiento social, que debe llevar a escuchar tanto el clamor de la tierra como el clamor de los más pobres” (nn. 49: 53)…“Estamos llamados a ser los instrumentos del Padre Dios para que nuestro planeta sea lo que Él soñó al crearlo y responda a su proyecto de paz, belleza y plenitud” (n. 53).
El Papa Francisco llama a la Tierra, “la casa común, la hermana y la madre”, y “clama por el daño que la provocamos” (n.2), porque hemos crecido pensando que éramos propietarios y dominadores, y estábamos autorizados a expoliarla. Hemos olvidado que nosotros también somos “tierra” (Gn 2,7), y que la violencia, que por el pecado anida en nuestro corazón, también la proyectamos hacia nuestra Tierra y tenemos gran responsabilidad en ello.
Oración: Señor Jesús, en esta quinta y última llaga del s. XXI, recordamos, de nuevo, a inocentes: las víctimas del terrorismo, de los señores de la guerra, y de mil catástrofes y calamidades, a veces naturales, y otras provocadas. Ayúdanos a prevenir, a reconciliar, a cuidarnos, y cuidar el mundo creado que nos ha regalado como gran don. Ayúdanos a estar atentos a los más débiles, a respetar a tus criaturas, y a colaborar para dejar un mundo mejor a nuestras próximas generaciones. La Tierra, Señor, no sólo la hemos heredado de nuestros mayores; la tenemos en préstamos para nuestros hijos y las generaciones venideras. Te lo pedimos a Ti, que vives y reinas con el Padre y el Espíritu, y eres Dios por los siglos de los siglos. Amén.
Oración final: Señor Jesús, siendo de condición divina, te hiciste siervo de los siervos y quisiste compartir nuestras cruces y sufrimientos, y hasta la muerte más cruel y dolorosa. Al recordar tus cinco llagas, haz que nunca no olvidemos lo que hiciste por nosotros y que, del mismo modo, no olvidemos a quienes nos entregas como hermanos más sufrientes y a tus criaturas de la Madre Tierra, tu criatura. Los hombres, somos tu misma carne, a veces, llagada y herida. Perdona nuestras dudas y contradicciones, nuestras comodidades y nuestros pecados. Ayúdanos a crecer en fe, esperanza y caridad. Danos tu Espíritu para resucitar contigo, personal y comunitariamente, y hacer realidad un mundo y una humanidad nuevos. Tú que vives y reinas con el Padre y el Espíritu por los siglos de los siglos. Amén.
Ciudad Rodrigo, Semana Santa 2018
Mons. Cecilio Raúl Be