Raúl Berzosa: «La Virgen María es la Nueva Eva y primicia de lo que nos espera, personalmente y como humanidad»
Queridos hermanos sacerdotes, queridas consagradas, queridos todos:
Hemos proclamado en el Evangelio de San Lucas, “Alégrate, llena de gracia, el Señor es contigo”. Por eso, con el Salmo 97, hemos cantado al Señor por las maravillas que ha hecho en la Virgen María. Pero también, como se nos ha recordado en la Carta a Los Efesios, el Señor ha realizado maravillas en cada uno de nosotros, “amados y predestinados en Cristo antes de la creación del mundo”. Este es el sentido profundo de este día, a la luz de la primera lectura del libro del Génesis: “En la descendencia de María, hemos vencido el pecado, al maligno y a la misma muerte”. La Virgen María es la Nueva Eva y primicia de lo que nos espera, personalmente y como humanidad.
Hoy desearía detenerme en dos aspectos: por un lado el origen histórico de la celebración de esta Solemnidad, precisamente el 8 de diciembre y, por otro lado, el contemplar a la Inmaculada a la luz de la misericordia de Dios, en vísperas de la apertura del Año Santo Jubilar.
En cuanto al origen de esta Solemnidad, tenemos que remontarnos al llamado milagro de Empel (7-12-1585). El Tercio del Maestre de Campo Francisco Arias de Bobadilla, combatía en la isla de Bommet, situada entre los ríos Mosa y Waal (Holanda), dentro de la llamada guerra de los 80 años. Estaba a punto de rendirse, con sus cinco mil hombres. El General Holak le propuso una rendición honrosa, pero Bobadilla respondió: “Preferimos la muerte a la deshonra”. Holak inundó el campamento español y tuvieron que refugiarse en el montículo llamado Empel. Allí, al excavar una trinchera, un soldado descubrió enterrada una tabla flamenca de la Virgen Inmaculada. La colocaron en un improvisado altar y aconteció el milagro: un viento gélido heló las aguas y, por encima de ellas, el tercio español pudo pasar hasta el campamento enemigo cosechando la victoria. El general Holak exclamó: “Esto sí es un milagro”. A partir de ese momento, la Inmaculada fue la patrona de los Tercios de Flandes e Italia y, en 1892, fue declarada Patrona del cuerpo de Infantería. En este sentido, también cerca de Aldea del Obispo, quedan los restos de la fortificación “Fuerte de la Inmaculada”.
Hasta aquí un poco de historia. Dentro de unos días abriremos el Año Santo de la Misericordia. La Virgen María tiene que ver mucho con el Dios misericordioso. La Anunciación hace posible el “Magnificat”, o cántico de la misericordia y amor de Dios para con su Pueblo y, por él, con todas las naciones de la Tierra (Lc 1, 46-55). A continuación, la Visitación de María a su prima Isabel, un gesto lleno de misericordia. La escena de las Bodas de Canáa está traspasada por la Misericordia de Dios y de María, ante la falta de vino. (Jn 2,1-12). A los pies de la cruz, se nos dio a María como madre de amor y de misericordia para siempre. Y, en espera de Pentecostés, María es la Madre de misericordi