Desde el pasado mes de junio, el sacerdote Carlos Norberto Gómez combina su tarea pastoral en el Arciprestazgo de Abadengo con el de capellán en el Complejo Hospitalario de Salamanca. En total, son siete los sacerdotes de las diócesis de Salamanca y Ciudad Rodrigo que brindan este apoyo espiritual a los enfermos en unos tiempos marcados por los servicios mínimos debido al coronavirus.
“A pesar de estos servicios mínimos, la labor es la misma: acompañar en diferentes espacios y circunstancias”, comenta el sacerdote, pues su tarea no solo se centra en dar ese aliento a los enfermos o a sus familiares sino que también brindan al personal sanitario “asesoramiento espiritual, hay un diálogo constante y fraterno con los diferentes servicios”.
Esta misión no es nueva para el presbítero pues allá por el 2015 y durante tres años, ofreció sus servicios en el Hospital Gregorio Marañón de Madrid.
La situación actual hace que el servicio se preste “de forma muy restringida” y es necesario que los enfermos se apunten para que el capellán pase a visitarlos. Su tarea es la de estar ahí, con ese consejo espiritual, confesando o celebrando la misa cada día a las 12:00 horas y aunque cuando acuden a una planta “damos un paseo”, no deja de reconocer que “ahora mismo todo es más difícil por la pandemia, cada planta tiene sus propios riesgos, los mismo que ir de una planta a otra por lo que todo se hace en coordinación con los enfermeros y respetando los protocolos”.
Dice que el personal sanitario “es muy atento, comprenden que es algo necesario que haya alguien que pueda acompañar, se respeta el espacio y si no hay una urgencia, se detienen hasta que terminamos. Lo ven como un servicio más que necesita espacio, tiempo y consideración, acompañamos en esa dimensión de la recuperación espiritual”. Remarca, además, “la buena sintonía” que existe en Salamanca entre la capellanía y el personal sanitario.
Carlos descarta ejercer “un ministerio frío” y asume que las personas “siempre necesitan un soporte espiritual. El Papa habla de la ternura en los momentos cruciales de la vida. La humanización de la salud es importante pero pasa por encontrarnos con las personas, alimentarlas física, espiritual y afectivamente; entablamos diálogo, nos acercamos en el sufrimiento de la gente, nos implicamos en su realidad, su sufrimiento para mirar más allá de la enfermedad”. En definitiva, se trata de “saber despedirnos en el momento en el que nos toca partir”.
Lógicamente, no todo el mundo afronta igual esa partida o la propia presencia del sacerdote por lo que Carlos invita al diálogo sabiendo que “no todas las situaciones tienen solución, pero todas las situaciones tienen consuelo”.
Concluye que en esos momentos de dolor, “es algo que no podemos justificar racionalmente, hay gente que está molesta con Dios pero más allá, les invitamos a valorar, a dar gracias y ponernos en sus manos. El Ministerio dentro del hospital no es solo sacramental, supone mucho trabajo espiritual, empatía, diálogo y escucha”.
Carlos, por último, agradece “a toda la gente que ora por los enfermos”