Esther Pérez Villa es una de las ocho personas que desde hace cuatro meses participa en el Curso de Actividades Auxiliares en Agricultura (ecológica) impartido a través de la Delegación Diocesana de Cáritas Ciudad Rodrigo.
“Siempre he sido muy aficionada a la naturaleza, siempre me ha interesado la agricultura en especial”, comenta esta vecina de Miróbriga.
Algunas de las clases que se imparten en esta acción formativa son online pero lo habitual es que cada jornada de lunes a viernes, entre las 10:00 y las 13:30 horas, tanto ella como el resto de alumnos reciban su formación en los huertos de Torroba, el lugar que se podría definir como el centro de operaciones del curso.
Se encargan, entre otras cuestiones, de preparar la tierra o los semilleros y puntualiza que más allá de lo que se ve, “hay mucho trabajo detrás”.
A sus 52 años y después de dos años de inactividad, este curso ha supuesto también para ella “ese golpe de confianza que necesitaba, me está permitiendo poner en práctica conocimientos que ya tenía, pero sobre todo me permite tocar, ver y aprender”.
Fue un familiar el que la informó de la existencia de este tipo de formación y tras un proceso de selección, “me dijeron que sí”.
Reconoce que esta actividad ha supuesto para ella “cambios en lo personal, en mi entorno, es el comienzo de otra etapa de mi vida”, pero también, “una oportunidad de adquirir nuevos conocimientos que me ayudarán a tener más confianza en mí misma en un futuro”. Añade que las personas de su entorno “saben que estoy disfrutando de este periodo de aprendizaje, me siento muy apoyada”.
Destaca la relación que se ha generado con el resto de compañeros y los profesionales de Cáritas, “es muy buena, no tenemos presión y hay muy buen ambiente, me agrada venir al trabajo porque estoy motivada”.
En relación a la entidad de la Iglesia, manifiesta que “no tenía ninguna idea de lo que hacía, no tenía referencias y quizás, hay una visión poco objetiva más allá de que ayuda económicamente porque luego está la parte formativa. En mi caso, desconocía todo”.
Esther se muestra satisfecha de que se imparta formación que “va más allá de los cursos de informática y auxiliares de clínica” aunque su percepción es que la agricultura “está muy infravalorada”.
No hace demasiados planes de cara al futuro, “mi objetivo es terminar de aprender”, y destaca algo que de momento ya ha conseguido y es que gente de su entorno, “están cambiando muchos hábitos por convicción”.
Se declara militante de todo lo que tiene que ver con el respeto al medio ambiente “pero ahora, se me ha acentuado”, bromea, “esto hay que aprender a quererlo, a respetarlo, a sentirlo, y siento que no haya más gente que lo vea así”.
Concluye con una canción de Bebe que dice algo así como que “la tierra tiene fiebre, necesita medicina” y siente que gente como ella, “intentamos quitar a la tierra un poquito la pena, al menos lo intentamos”.