En una tarde fría se ha celebrado el segundo día de la Novena de la Medalla Milagrosa. En el templo de San Andrés, completamente lleno teniendo en cuenta la distancia social de los fieles, el Obispo Administrador Apostólico, Mons. Jesús García Burillo, que no pudo asistir al comienzo de la novena por estar participando en la Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal, ha presidido hoy la novena y la Eucaristía, acompañado del Párroco D. Tomás Muñoz. La participación de los fieles se hacía notar con sus respuestas sonoras y sus bellos cantos. A toda la Asociación de la Medalla Milagrosa y en especial a las Hijas de la Caridad, el Obispo les ha felicitado muy cordialmente.
En la homilía ha comparado la Medalla Milagrosa con el Librito del Apocalipsis, que el Ángel manda comer al vidente: “toma y devóralo, te amargará en el vientre, pero en tu boca será dulce como la miel”. La misión del vidente será anunciar al mundo el final de la historia: “Se ha terminado el tiempo, cuando el séptimo ángel toque la trompeta se habrá cumplido el misterio de Dios”, algo que amarga en el estómago de quien lo anuncia. Catalina Labouré recibió no un Librito pero sí un mensaje que anunciar: la medalla Milagrosa será el anuncio simbólico de la Inmaculada Concepción de María, que ella habrá de extender entre los pueblos de manera suave y dulce como la primera parte de la digestión del Librito. La invitación a la oración ha sido el último consejo del predicador, apoyándose en la lectura del evangelio y en la recomendación que María da en sus apariciones. Es lo que hacían los fieles cuando cantaban en la novena: oh María sin pecado concebida, rogad por nosotros que recurrimos a vos.