Paula Vicente, María Tello, Julián Moreno y Melchor Vicente asumieron la responsabilidad de formar parte de la Junta Económica de la Parroquia de Martiago hace dos años y son un ejemplo más, de cómo los laicos se involucran en la vida de sus parroquias de una manera muy activa.
«Nos reunimos dos o tres veces al año y se hacen todos los apuntes correspondientes, con nombres y apellidos, en el libro”, comenta Pilar Terrones, Carmelita de la Caridad de Santa Joaquina Vedruna, y la encargada de coordinar a las juntas económicas de las 17 parroquias que forman el Arciprestazgo de Águeda.
“La gente les da a ellos el dinero de las misas, las colectas, los donativos…ellos son los encargados de ingresar ese dinero en el banco, nada pasa por el cura”, añade, “la confianza de la gente es absoluta porque luego se les da el recibo del banco para que sepan que su dinero se ha ingresado”.
Cada año es una de estas personas la que se encarga de actualizar la cartilla, en estos momentos es el turno de Julián, pero como dice María, “todo está a la luz, cada cuatro o seis meses se pone a la puerta de la Iglesia una hoja y la gente sabe los ingresos y los gastos”.
Además de llevar esa relación de ingresos y gastos, toman decisiones relativas a las necesidades del templo, “el sacerdote, don José Manuel Vidriales, nos habla de las necesidades y entre todos los hablamos y se pide presupuesto”, comentan estas personas.
En estos momentos, “la pintura es una necesidad porque hay zonas con humedad y es algo que haremos en primavera, cuando el tiempo sea más apropiado”, asegura Melchor.
En el caso de Martiago, ésta es la cuarta Junta Económica en los aproximadamente 20 años que llevan funcionando con esta organización.
Todos coinciden en que “es una cosa que se puede hacer, es un servicio y entre todos estamos organizados”. Melchor es de los que piensa que este tipo de colaboración “es un granito de arena, entre todos se pueden hacer muchas cosas”.
Pilar destaca además su actitud pues “están siempre dispuestos, la disponibilidad es total, la generosidad con su tiempo, no les cuesta”.
Y es que este grupo no solo se encarga de mantener las cuentas al día, la situación derivada de la pandemia ha hecho que sean ellos los encargados de ubicar a la gente en la iglesia para respetar el aforo, de poner el desinfectante en las manos de los fieles cuando acceden al templo, o de limpiarlo y ventilarlo cuando concluyen las celebraciones.
En esta parroquia existen seis grupos de limpieza que van rotando para que no siempre toque a las mismas personas en las mismas fechas.
Se nota que estos colaboradores están “contentos, es algo que hacemos con gusto”, concluye Paula, y sobre todo, se muestran satisfechos del estado en el que se mantiene la iglesia de su localidad, Martiago, el pueblo donde nacieron y al que regresaron en la mayoría de los casos, después de varias décadas en Francia o en el norte.