El Obispo Administrador Apostólico, Mons. Jesús García Burillo, ha celebrado hoy la fiesta de San Blas en la parroquia de Sanjuanejo. La fiesta, que congregaba un gran número de fieles en la Eucaristía, en la distribución de gargantillas y en el posterior almuerzo preparado por la cofradía, hoy se ha visto reducido a la celebración eucarística, con un número no superior a 25, la distribución de las cintas de San Blas, hecha por internet, y suprimido el almuerzo de confraternización entre cofrades. Todo en medio de un ambiente nuboso y lluvioso.
García Burillo, sin embargo, ha suplido la tristeza exterior que caracteriza ahora a los encuentros religiosos y sociales, limitado por la mascarilla y por la ausencia de abrazos, por la alegría de vivir la fe con ocasión de la victoria de una mártir de la última persecución romana, antes Obispo de Sebaste, la actual Armenia castigada en la actualidad por Turquía, y antes médico famoso por haber librado de la muerte a un niño atragantado probablemente, por una espina de pescado o un huesecito. Este hecho milagroso le ha permitido a san Blas pasar a la historia como abogado protector de los enfermos de garganta y patrono de los médicos de esta misma especialidad.
El Administrador Apostólico ha presentado la gargantilla no solo como un signo de la bendición de San Blas sobre las gargantas de sus fieles, sino también como un signo público que manifiesta en quien lo lleva, su fe y confianza en la protección de Dios sobre aquellos que piden ser cuidados por la intercesión del santo Obispo y mártir. Nada tiene que ver con un amuleto que libra mágicamente de algún mal.
Esta manifestación sencilla de fe, una cinta que rodea la garganta hasta el miércoles de ceniza, ha llevado al Obispo a avivar la fe en el verdadero protector y providente de nuestras vidas, Jesucristo, y a cuidar de los demás, en especial de los débiles y necesitados. En esto consiste la “cultura del cuidado” que el Papa Francisco ha propuesto el pasado primero de enero. Cuidar a los demás, tener los ojos abiertos a las necesidades de los otros en lugar de mantener fijamente la mirada egoísta sobre aquello que nos aflige a cada uno. El Obispo ha terminado su homilía invitando a poner nuestras gargantas y nuestras vidas en las manos de Dios, fuente de esperanza en toda circunstancia, sobre todo si es tan negativa como la que vivimos en la actualidad.
La celebración ha terminado recogiendo los asistentes ese pedacito de tela fina que envolverá las gargantas, y que al Obispo le recuerda la “cinta de la Virgen del Pilar”, portada por tantos fieles como signo de protección de la Virgen María.