La Catedral de Ávila ha vivido este viernes, solemnidad del Sagrado Corazón, uno de esos momentos especiales que dan los reencuentros, la celebración compartida, y la palabra agradecida. Agradecimiento por el servicio como sacerdote del obispo emérito, Don Jesús, que celebra este 2021 nada menos que sus bodas de oro sacerdotales. Al no poder asistir a la celebración compartida con el resto de sacerdotes que cumplían sus 25, 50 y 60 años como presbíteros, se decidió realizar esta celebración en esta jornada, dedicada además especialmente a orar por la santificación de los sacerdotes.
El presbiterio de la Catedral se revestía de solemnidad con la presencia nada menos que de cuatro mitrados. Además del propio Mons. García Burillo, que presidía la celebración, se encontraban el obispo de Ávila (Mons. Gil Tamayo), así como dos prelados de origen abulense: el Cardenal Arzobispo de Valladolid (Mons. Ricardo Blázquez), y el obispo de Plasencia (Mons. José Luis Retana). Junto a ellos, un gran número de sacerdotes diocesanos, el Vicario General de Ciudad Rodrigo. D. José María Rodríguez-Veleiro, y numerosos fieles que quisieron acompañar a quien ha sido su obispo durante casi 16 años.
La jornada, además, comenzó con un tiempo de adoración al Santísimo en la misma Catedral, expuesto durante hora y media. Pincha AQUÍ para ver todas las imágenes más destacadas de la mañana.
Recordando su propio periplo vital como sacerdote, Mons. García Burllo comenzaba su homilía recordando al resto de presbíteros (21 en total) que este año celebraron en la fiesta de San Juan de Ávila sus aniversarios sacerdotales. Todos ellos, decía, tienen tras de sí una “larga historia de servicios a la diócesis de Ávila en múltiples tareas, con las dificultades y las crisis superadas, gracias a Dios. Un camino de dones recibidos, de experiencias personales, de frutos pastorales y quizás también, de algún fracaso. Todo forma parte del ministerio, que comenzó con nuestra ordenación sacerdotal, gracia extraordinaria e inmerecida, que se ha prolongado en fidelidad durante décadas”.
Y, aunque al final de la celebración confesó que le daba “cierto pudor” hablar del Sagrado Corazón “delante de Don Ricardo, que es todo un experto en este tema”, lo cierto es que destacó en un intervención distintos aspectos de cómo la espiritualidad del corazón de Cristo podía ayudar a los sacerdotes. Por ejemplo, explicaba cómo “el Corazón de Jesús nos muestra la posibilidad de interpretar nuestra vida sacerdotal a la luz del amor de Cristo”. O la necesidad de unión que surge de ese corazón, pues Cristo “nos invita a vivir en permanente unión con Él”, cuando nos dice “permaneced en mi amor”. Y, parafraseando a los grandes místicos de Ávila, Santa Teresa de Jesús y San Juan de la Cruz, recalcó el poder transformador de ese encuentro entre el sacerdote y el amor de Cristo.
“Además, al participar el sacerdote en la comunión de amor con Cristo se abre a la dimensión misionera, entendiendo nuestra vida como una salida permanente a la comunidad y al mundo, necesitado de fraternidad, como exhorta reiteradamente el Papa Francisco”, afirmaba Don Jesús, que terminaba su homilía pidiendo a los sacerdotes que descubran en su ministerio sacerdotal “el amor de Cristo que restaura y llena de vida: en la acción caritativa y social, en los rostros afectados por la pandemia, en los sacramentos del perdón y la unción, y sobre todo en la Eucaristía. Es la invitación que Jesús nos ofrece al hacer memoria de nuestra ordenación”.
Al término de la Eucaristía, tomaba la palabra el Obispo de Ávila, Mons. Gil Tamayo, para agradecer a su predecesor en la sede episcopal abulense su entrega como sacerdote. Al mismo tiempo, le obsequió en nombre de la diócesis con dos regalos muy especiales. Por un lado, un ejemplar de “Pastor bueno y fiel”, el libro recién publicado por la BAC (Biblioteca de Autores Cristianos) que recoge los escritos de Mons. García Burillo sobre el sacerdocio. Junto a él, D. José María le ha hecho entrega de una preciosa cruz pectoral, “para que lleve siempre Ávila presente”. En su parte frontal lleva grabado el bastón de Santa Teresa. Y, en su trasera, se podía ver grabado tanto el escudo episcopal de D. Jesús, como el crismón de la diócesis abulense. Justo en el medio, el pectoral contiene una reliquia de la Santa de Ávila, donada por las Madres Carmelitas del Monasterio de la Encarnación. Tras colocarle el pectoral, obispo titular y obispo emérito se fundieron en un fraternal abrazo, que arrancó los aplausos de los presentes.