El Obispo Administrador Apostólico, Mons. Jesús García Burillo, ha presidido la Eucaristía en la capilla de las Carmelitas Descalzas, acompañado por un grupo de sacerdotes y abundante número de fieles en la Fiesta de Santa Teresa de Jesús.
Los bellos cantos de la comunidad de hermanas han colaborado a vivir la alegría propia de la fiesta.
Los comentarios del Obispo se han basado en torno a tres textos de la liturgia, con aplicación a la vida de la Santa. Primero, El Señor lo llenará del espíritu de sabiduría. Teresa fue la primera mujer escritora en la historia y lo hizo con profusión inusitada, con belleza, sentido espiritual y estilo didáctico notables, dedicándolas a la formación de sus hijas: El libro de la Vida, El Castillo interior, las Fundaciones, las Constituciones, otros varios y entre 10.000 y 20.000 cartas, según estimaciones. Su biografía tuvo algún problema con la Inquisición, pero fue claramente defendida por dominicos, jesuitas y particularmente por San Juan de Ávila.
Nadie conoce al Hijo sino el Padre y aquel a quien el Hijo se lo quiera revelar. A partir de su conversión, al contemplar una imagen de un Cristo muy llagado, la Santa se centró y vivió permanente en la figura de Cristo, y en especial de su sacratísima humanidad. Después de que la Inquisición quemara todos sus libros en el convento de la Encarnación, Jesús le reveló: no temas Teresa, yo seré tu libro vivo. Por todos es conocido el hecho de haber escalado las más altas cumbres de la mística.
Venid a mí los que estáis cansados y agobiados, porque mi yugo es llevadero y mi carga ligera. El trabajo intenso fue el tenor de su vida, particularmente en los veinte años últimos de su vida, cuando se dedicó a las Fundaciones, que fueron diecisiete, y a la escritura de sus libros. Cada Fundación le ocupaba innumerables gestiones para conseguir un terreno o un inmueble y las costosas autorizaciones religiosas y civiles. La última, en Burgos, le agravó su enfermedad, y yendo de vuelta hacia su convento de San José, en Ávila, para descansar, encontró la muerte en Alba de Tormes, donde profirió sus últimas palabras: Al fin, muero hija de la Iglesia. Tales habían sido sus dificultades, dentro y fuera de la Orden, que experimentaba vivamente cómo la muerte le había alcanzado en su constante fidelidad a la Iglesia.
El Obispo ha terminado la santa misa con su bendición, felicitando a todos por la gozosa celebración de la primera Doctora de la Iglesia, proclamada por san Pablo VI el 27 de septiembre de 1970.