Continuando las visitas que el Obispo está cursando a las comunidades contemplativas, esta tarde ha sido recibido por las monjas franciscanas de El Zarzoso.
Las Franciscanas de la Tercera Orden Regular (TOR) han recibido al Pastor de la Diócesis con el afecto y alegría que acostumbran hacia sus visitantes. Don Jesús las ha saludado y ha celebrado con ellas la Eucaristía en esta semana III de Adviento, cercana ya la Navidad. En la Eucaristía ha concelebrado el M. I. Sr. D. Ángel Olivera.
La última vela. Ha sido la idea central de las palabras del celebrante. La Navidad está a punto de llegar, el Salvador está llamando a la puerta. Isaías transforma en oración este sentimiento: Cielos, destilad desde lo alto la justicia, las nubes la derramen, y la liturgia personifica esta oración: Cielos, destilad al Justo. Justicia en la Biblia equivale a “voluntad de Dios”, proyecto de hacer el bien. Y Justo es la persona que trae esa voluntad y ese querer de Dios. Es la súplica que en estos momentos hace la Iglesia: ¡Que las nubes lluevan pronto al Salvador! Lo echamos tanto de menos…
El evangelio del día explica cómo será la justicia y el Justo que el Padre nos envía y que tanto necesitamos los humanos: los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios y los sordos oyen, los muertos resucitan, los pobres son evangelizados. Es la respuesta que da Jesús a los discípulos de Juan, quienes le preguntaban de su parte: ¿Eres tú el que ha de venir? La justicia divina que esperamos los mortales en estos momentos es el don de Dios que restaure en bien todo cuanto está roto, nuestras innumerables deficiencias. La justicia bíblica se podría definir, en efecto, con el lema franciscano por excelencia “Paz y bien”. Es lo que nos trae Jesús en la Navidad. Y no sólo en un plano espiritual, sino en la realidad humana formada por cojos, ciegos, leprosos, sordos, muertos, ¡pobres!
Las hermanas han despedido al Pastor provisional, que anuncia al nuevo también a punto de llegar, con la alegría y el gozo que acostumbran en sus formas y en su alma, particularmente en la celebración de la Navidad, a las que la comunidad se aplica ya con afán.