Recuerda todos los veranos de su infancia entre Ciudad Rodrigo y Villavieja de Yeltes, y aunque la vida de D. Daniel María Mateos Martínez se desarrolla en territorio de misión, cada verano encuentra un hueco junto a su padre, D. César, para regresar a los orígenes familiares en estas dos localidades de la Diócesis Civitatense.
Natural de Madrid, se ordenó sacerdote en el año 2012 en Angola, donde reside en su capital, Luanda, a la que volvió hace cinco años después de haber estado de misión en Galilea y Jerusalén, y en varias provincias angoleñas.
«En Madrid formo parte de una comunidad Neocatecumenal y allí empecé a sentir la vocación al sacerdocio, pero abierto a la misión».
Argumenta que no fue hasta el Concilio Vaticano II cuando se abrió la misión a los diocesanos, «parecía que era más cosa de religiosos y más raro en los diocesanos, pero con el Concilio también se deja clara esa apertura de la Iglesia».
Es más, fue San Juan Pablo II, «el que vio la necesidad de fundar seminarios diocesanos en territorio de misión y se lo pidió al Camino Neocatecumenal».
Es en ese momento cuando nacieron los seminarios Redemptoris Mater, el primero en Roma, para atender las vocaciones del Camino Neocatecumenal y «con esa disponibilidad para atender las necesidades de la Iglesia, por lo que cuando entras, ya sabes», dice Daniel.
En su caso, esa afirmación se tradujo en que en su cuarto año en el Seminario en España, se abrió el seminario en Luanda y le pidieron fundarlo junto a otras cinco personas.
«Estamos abiertos a la misión, donde haga falta», declara, «resultó que en mi caso era en mi propio seminario, aunque sabemos donde estamos hoy pero no mañana».
Allí se ordenó y allí está incardinado y en los últimos cinco años ha vuelto a los orígenes pues ocupa el cargo de vicerrector en ese seminario en el que en la actualidad se forman 17 seminaristas de nueve nacionalidades y del que se han ordenado ocho sacerdotes, entre ellos él, de seis países diferentes.
No aprecia diferencias en la vida de un seminario a pesar del país en el que uno se encuentre, «es el mismo espíritu, la vida del seminario se reduce a lo mismo: estudiar y servir».
Parte de su trabajo lo llevan a cabo en otras parroquias de la ciudad de Luanda, «estamos integrados en el día a día de las parroquias, en su pastoral».
La «gran diferencia» a nivel eclesial con Europa es que son los jóvenes los que llenan las iglesias «pero hay que tener en cuenta que el 80% de la población es joven en el país». Reconoce que la religiosidad está «muy arraigada» en Angola, «como en los años 50 o 60 en España», y en el caso de los jóvenes católicos «tienen muchas inquietudes, buscan».
Reflexiona sobre su vida allí, «servir al Evangelio con la vocación que el Señor me ha dado», al tiempo que traduce su lema de ordenación: «Dios es el que hace y el hombre es el que se tiene que dejar hacer. Es lo que he experimentado yo mismo siempre».
Confirma que los sufrimientos en Angola y en España, «son los mismos» e insiste en que «lo que hago allí, es lo mismo que haría aquí: dar la vida en la vocación que Dios me ha dado y donde me ha puesto, ha sido Él quien ha ido llevando las cosas».
D. Daniel, junto con su padre, ha visitado esta mañana al Obispo de la Diócesis, Mons. José Luis Retana, con el que ha compartido unos minutos de charla en presencia del Vicario General y Delegado de Misiones, D. José María Rodríguez-Veleiro.