El Curso Pastoral 2022-2023, que se desarrollará bajo el lema ‘Para caminar en sinodalidad’, ha comenzado de manera oficial con la Eucaristía presidida por el Obispo, Mons. José Luis Retana, en la Catedral de Santa María. En esta celebración también se ha entregado la Missio Canónica a los profesores de Religión Católica y se ha efectuado el envío de todos aquellos que están realizando Celebraciones en ausencia de presbítero en la Diócesis.
En su homilía, don José Luis ha agradecido, «de corazón», a todos los presentes, «vuestra entrega al servicio de los hermanos. Sé que cuento con vosotros. Os necesito, el Obispo os necesita, la Iglesia os necesita para hacer llegar a otros hermanos el mensaje de amor de Dios, los valores del Evangelio y ser fermento en medio del mundo. Gracias, amigos, por vuestra entrega y generosidad».
Para el prelado, el curso arranca con «un panorama sombrío y esperanzador», palabras que ha justificado poniendo ejemplos de un contexto global en el que «con preocupación y profundo dolor seguimos de cerca la situación de represión de derechos humanos y persecución religiosa que está sufriendo el pueblo de Nicaragua por parte del régimen de Daniel Ortega, que se ha sumado a las numerosas guerras, especialmente a la invasión de Ucrania por las fuerzas militares rusas, que ha provocado las imágenes, vistas por todos, terribles del sufrimiento del pueblo ucraniano».
En España se está viviendo el 75 aniversario de Caritas Española, «estos tiempos exigen de nosotros una mayor solidaridad y cohesión social y política que nos aleje de fanatismos y de polarizaciones ideológicas y políticas».
Panorama general «adverso»
La realidad es igualmente adversa para la Iglesia, en una cultura occidental en la que hoy «se tiende a considerar la religión como un factor sin importancia y se busca por diversos medios restar su influencia en la vida social, empujándonos a vivir nuestra fe dentro de la sacristía. Intentando por todos los medios desterrar de la vida pública fiestas y símbolos religiosos».
En ese sentido apreció que la Iglesia «no desea ni busca ningún tipo de privilegio. Lo que reclama sencillamente es la libertad de proponer el anuncio de Jesucristo salvador y de vivir las consecuencias éticas y culturales de dicho anuncio en diálogo con todos, y contribuir, desde su propia identidad, al bien común de la sociedad en la que se encuentra inserta, favoreciendo los que el Papa Francisco denomina amistad cívica».
Por eso, alentó a que «en medio de este panorama general adverso estamos llamados a vivir nuestra fe y nuestra vocación de evangelizadores».
«Hoy os invito a que salgáis (“Iglesia en salida”) para comunicar y compartir la Buena Noticia. No somos profetas de calamidades, sino mensajeros de paz. Estamos llamados a compartir nuestra experiencia comunitaria de lo que hemos visto y oído, lo que palparon nuestras manos, para que nuestra alegría sea completa». (I Jn 1,1-4) El encuentro con Jesús Resucitado nos hace arder el corazón y nos impulsa a buscar y a comunicarlo a otros».
Concluyó que esa acción de salir supone hacerlo «con un corazón que cobija, con oído atento, con ternura. Es ir al encuentro para compartir. La Iglesia que es Madre sale al encuentro de sus hijos. Salir con alegría desbordante, y sobre todo salir con coherencia de vida. No con la sola actitud programática de un tiempo determinado sino con la vida misma que es misión a cada paso. Cada uno de vosotros sois una misión».