Mons. José Luis Retana ha presidido la festividad de San Blas en la pedanía de Sanjuanejo, donde cada año se unen numerosos vecinos de Ciudad Rodrigo para participar en la misa y procesión y recoger las gargantillas bendecidas.
En primer lugar, don José Luis ha recordado en su homilía que San Blas fue un Obispo que ha pasado a la historia de la Iglesia como protector de las enfermedades de garganta, «por haber realizado en vida el milagro de sanar a un niño que se estaba asfixiando al habérsele atragantado una espina según las Actas de su vida y pasión (passio) o martirio».
Explicó, además, que «el amplio reparto de sus reliquias, tras su muerte martirial, dio origen a muchas tradiciones vinculadas a su culto, entre ellas la de portar las gargantillas bendecidas en su fiesta y aplicar las velas, igualmente bendecidas a las ampollas y úlceras hemorrágicas, pues él vertió su sangre por Cristo».
San Blas, como tantos mártires, tuvo que » afrontar con frecuencia la persecución y la muerte, a veces precedida de crueles torturas», añadió.
El Evangelio de hoy contiene la narración biográfica del martirio de Juan el Bautista, y en su referencia al mismo, don José Luis aclara que la vocación de Juan «arranca desde su concepción en el seno materno. Tiene que creer y responder a la elección divina: Dios le ha llamado, separándolo de entre los demás y consagrándolo para la misión profética que le confía. Por eso Juan no tiene miedo alguno, porque es Dios mismo quien le sostiene y le ha dado un nuevo ser al elegirlo y constituirlo precursor», concluyó.