El rector del Seminario San Cayetano, que también es el responsable de la Pastoral Vocacional, reflexiona sobre las vocaciones con motivo de la celebración del Día del Seminario, el próximo 19 de marzo, que este año lleva por lema: «Sembradores de esperanza»
DELEGACIÓN DE MEDIOS
¿Cómo se va a celebrar en la diócesis el Día del Seminario?
El miércoles, 19 de marzo, tenemos planteado una actividad para todos los niños de catequesis de la ciudad y de los pueblos, una yincana, y esa misma tarde celebraremos una eucaristía en el seminario a las 19:00 horas, presidida por el obispo, Mons. José Luis Retana. Y el 21 y 22 de marzo se celebrará el Seminario menor en Familia.
El lema de este año va unido al Jubileo, con el título: “Sembradores de esperanza”, ¿esperanza y vocación van de la mano?
Por supuesto, pues toda vocación, y ese plantearse para quién soy en este mundo, en esta tierra, tiene que ir ligado de algo que tire de ella, y eso es la esperanza. Es decir, ¿qué esperas tú de Dios? ¿Qué esperas tú para Dios? ¿Y qué esperas que tu vocación, eso a lo que Dios te llama, te aporte? Y al final es inseparable esa virtud teologal del sacerdocio. Un sacerdote sin esperanza, pues al final no hace nada. Y cuando nos dejamos empapar de esa gran virtud, al final, anunciamos el Evangelio a raudales.
En la actualidad, la diócesis no tiene ningún seminarista, pero tiene en marcha el Seminario en Familia, ¿en qué consiste esta iniciativa?
El Seminario en Familia es una modalidad que empezamos el año pasado, pero que se ha incrementado tras cerrar el centro académico y el internado. Hemos tenido que focalizar el trabajo vocacional con los chicos desde ahí. En la actualidad, no tenemos seminaristas mayores, pero el trabajo con los adolescentes que vienen al Seminario en Familia consiste en eso, con chicos que, siendo cristianos y viviendo su fe cristiana en sus familias, a lo largo de la semana, del mes, después se plantean un discernimiento vocacional serio. A lo mejor, en algunos no hay una vocación clara al sacerdocio, pero se trabaja con ellos en esa estela. Es decir, para que se puedan plantear la posible vocación sacerdotal como un fin para su vida, y si Dios quiere, el día de mañana puedan dar el paso al seminario mayor.
¿Alguna iniciativa más de Pastoral Vocacional?
Insistimos mucho en la Jornada Mundial por las Vocaciones y destacar también el trabajo que se hace en las catequesis, en cada parroquia, y ahora estamos trabajando, como así también nos pidió el obispo a principio de curso, en una catequesis que se puede hacer en todas las parroquias, pero enviada desde la diócesis.
El congreso de vocaciones llevaba por lema, ¿Para quién soy? ¿en su caso, que diría?
Pues, ¿para quién soy yo? Para Dios y para los demás. Puede parecer una respuesta muy racional, muy mental, pero no, es que a mí Dios me ha cambiado la vida llamándome al sacerdocio, y el sacerdocio no se entiende sin la entrega a los demás, y en una parroquia, ¿para quién soy? Pues soy para los demás.
Si algún joven se está planteando su vocación al sacerdocio, ¿qué mensaje le diría?
Que tenga agallas, es decir, que no tenga miedo, porque ser sacerdote no es nada raro. Todos los sacerdotes somos gente muy normal, que estamos mucho con la gente y que estamos entregados a nuestra misión como otras vocaciones lo hacen en su tarea.
¿Qué valor tiene en la Iglesia sus vocaciones?
Normalmente, cuando hablamos de vocación pensamos solo en curas y monjas, y todo lo contrario, creo que cada vocación tiene su misión específica y es fundamental. Podríamos decir que el árbol de la iglesia, enraizado en Jesucristo, no se puede entender sin las diversas ramas y sin los diversos carismas, los ministerios y las diversas llamadas.
La vocación laical es fundamental, porque, entre otras cosas, consiste en anunciar el reino de Dios y el Evangelio allí donde hacemos nuestras tareas. En el Congreso de Vocaciones de Madrid decíamos que es “caridad política”. La vida religiosa, evidentemente, es el pulmón de la Iglesia, tanto en la vida activa, en los colegios, en hospitales o en los centros de ancianos, etcétera. Como en la vida contemplativa y su oración, porque qué haríamos los que nos dedicamos a la vida activa. Y, evidentemente, el sacerdocio también, esa caridad pastoral que se entrega en un lugar concreto, anunciando específicamente el Evangelio en la catequesis, los sacramentos, etcétera.







