Mons. Jesús García Burillo, Administrador Apostólico: «San Sebastián nos recuerda que quien ama de verdad a Jesucristo, afronta toda clase de retos y dificultades, y está dispuesto a dar su vida por Él y por sus hermanos. ¡Este es nuestro camino, queridos hermanos!»
En este mi primer encuentro con la Diócesis de Ciudad Rodrigo, a la que benignamente me ha enviado el Papa Francisco, saludo cordialmente a Mons. Francisco Gil Hellín, Administrador Apostólico hasta el presente, recordando a Mons Raúl Berzosa, que despidió ayer; al Vicario General, al Colegio de Consultores, a los sacerdotes que ahora están celebrando sus misas repartidos por toda la diócesis; y a los seminaristas, a Efraín, que pronto será ordenado sacerdote; a los religiosos y en especial a las comunidades contemplativas; a todos los fieles laicos y, especialmente en la fiesta de hoy, a los Mayordomos y hermanos de la Cofradía de S. Sebastián; al Ilmo. Sr. Alcalde y a la corporación municipal, a las Autoridades civiles y militares; a todos los reunidos en esta Catedral, Iglesia madre, para celebrar la fiesta de San Sebastián, Patrono de Ciudad Rodrigo. Mi saludo también a las familias y sobre todo a las que andan en dificultades de cualquier tipo, a los ancianos, enfermos y a los más necesitados, de manera especial a los jóvenes que ahora andarán recuperándose de la fiesta de anoche, y a los niños, que son nuestro futuro. ¡Muchas felicidades a todos por vuestra fiesta patronal!
Quiero deciros, ante todo, que me siento feliz por encontrarme con vosotros, cuando acabo de ser nombrado Administrador Apostólico de esta Iglesia que peregrina en Ciudad Rodrigo. Hace un mes que el Papa Francisco aceptaba mi renuncia como obispo de Ávila, y ahora recibo su encargo para serviros como Administrador Apostólico. Doy gracias al Papa Francisco que me ha enviado para compartir vuestra fe y vuestra esperanza, y a participar en la larga y hermosa historia de esta Diócesis. La divina Providencia ha dispuesto que me presente ante vosotros por primera vez, justamente en la fiesta de San Sebastián. Doy gracias a Dios por tan feliz coincidencia. San Sebastián nos recuerda que quien ama de verdad a Jesucristo, afronta toda clase de retos y dificultades, y está dispuesto a dar su vida por Él y por sus hermanos. ¡Este es nuestro camino, queridos hermanos!
Permitidme ahora una pregunta: ¿San Sebastián ha sido un superhombre o un testigo de la fe? En cada mártir, la Iglesia reconoce, por una parte, la intervención de Dios por medio de su gracia, y por otra, en el martirio acontece la confesión de fe más sublime que un cristiano pueda profesar. Del mártir se destaca la gracia que el Señor le otorga y, a la vez, la respuesta en fidelidad del cristiano hasta sus últimas consecuencias.
Sabemos que San Sebastián, según la documentación que nos ofrece la Passio Sancti Sebastiani, sufrió el martirio en Roma durante el siglo III, con ocasión de las persecuciones desatadas contra los cristianos por los emperadores Diocleciano y Maximiano. Sebastián había nacido probablemente en Milán, pero su ardor apostólico le condujo hasta las milicias de Roma. Allí, al descubrir los cuidados que el Santo prodigaba a los cristianos perseguidos y hacinados en las cárceles, las autoridades desconfiaron de su fidelidad al culto a los dioses y le condenaron a muerte, los mismos que previamente, por sus cualidades humanas, le habían confiado la responsabilidad de la guardia imperial. Milagrosamente sobrevivió a las saetas de los verdugos, pero desoyendo el consejo de quienes le invitaban a huir de Roma, el mártir continuó dando público testimonio de Jesucristo, único Dios verdadero, y negando el culto a los dioses paganos. Encolerizados por su actitud, los próceres le dieron finalmente muerte, pero no pudieron borrar el testimonio de su fe, tan fuerte, que ha llegado a impregnar la vida de vuestro pueblo hasta el día de hoy. La sangre de los mártires es semilla de cristianos, reconoce la Iglesia con Tertuliano.