El Obispo de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, ha presidido este domingo, la clausura del Año Jubilar Teresiano en el Convento de las Madres Carmelitas. Además, tal y como el propio prelado ha indicado, se han celebrado «tres acontecimientos juntos en esta liturgia», como han sido las Bodas de Plata de vida religiosa de la hermana Teresa de Jesús, los votos perpetuos de la hermana Fátima y el citado Año Jubilar.
A la hermana Fátima, de manera especial, la ha recordado que «todo comenzó gracias al encuentro con el Señor. Él es siempre el verdadero protagonista de nuestra llamada. De un encuentro y de una llamada nació el camino de la consagración. Es necesario hacer memoria de ello. Y si recordamos bien veremos que en ese encuentro no estábamos solos con Jesús: Bajo el impulso del Espíritu Santo, estaba también la compañía de la Iglesia, que nos permite ser y vivir un carisma, no de un modo privado, sino en beneficio de todo el pueblo de Dios».
De este modo, ha insistido en que la Iglesia de Ciudad Rodrigo «celebra hoy que el Espíritu sigue llamando a un seguimiento radical, comprometido y convencido. En la profesión de los consejos evangélicos de pobreza, castidad y obediencia encontramos unos valores que responden a la verdad de lo que el hombre está llamado a ser, según el plan de Dios. Y vivir este modelo de vida en el seno de una comunidad, creando fraternidad y poniendo a Dios como centro y guía de todo, constituye hoy un poderoso testimonio, el de unas mujeres que abrazan la Cruz de Cristo para resucitar con Él y ser ofrenda al Padre por el bien de toda la Iglesia».
También ha reconocido que para un obispo «supone una gran alegría saber que en su Diócesis la Vida religiosa continúa siendo un pulmón que oxigena la espiritualidad de la Iglesia. Mujeres que han “elegido la parte mejor y nadie se la quitará”; sabedoras del Misterio, sentadas a los pies del Maestro, como María, nos ponéis con vuestras plegarias delante del que rige de verdad la barca de este mundo. ¡Cuánta es la fuerza de la oración! ¡Y cuánto debemos acudir a ella cada día! Gracias por vuestro sí al Señor».
Igualmente ha querido felicitar «de corazón» a la hermana Teresa de Jesús. «Esta jornada adquiere un sentido pleno en este monasterio y en cada una de vosotras, de un modo especial en la hermana Fátima, a la que encomendamos al Señor y a la bendita protección de Santa María, Madre de Dios y Madre Nuestra. Ella es la primera y perfecta consagrada; Virgen, pobre y obediente, totalmente entregada a nosotros, porque es toda de Dios».
En relación al Evangelio que se ha proclamado en esta solemnidad de Santa Teresa, ha recordado que «nos propone una escena conocida: una mujer samaritana y Jesús hablan junto al pozo de Sicar». Por eso en el Evangelio de Juan, «el Señor se presentará como el agua que sacia y como el Esposo que no desilusiona. Con Jesús ha sonado la «hora» de la salvación, el acceso a la gracia de una vida nueva, realmente bella y apasionante, digna del proyecto de Dios sobre todos y cada uno, la «hora» de la esperanza que no defrauda que se nos ha regalado cuando estábamos ya sin fuerza».
«Dame un poco de sed, que me estoy muriendo de agua. Así podría rezar el grito de una generación que teniéndolo casi todo, parece que no logra descubrir el sentido de la vida. Desde todas nuestras preguntas, afanes y preocupaciones, desde nuestra aspiración a habitar un mundo más humano y
fraterno que el que nos pinta la crónica diaria, Dios se nos acerca en nuestro camino, se sienta junto al brocal de nuestros pozos y cansancios, para revelársenos como nuestra fuente y nuestra sed. Ojalá que también nosotros podamos contagiar a nuestras gentes como aquella mujer lo hizo con los de su pueblo, y también nuestros contemporáneos puedan testimoniar: «ya no creemos por lo que tú dices, nosotros mismos lo hemos oído y sabemos que Él es de verdad el Salvador del mundo» (Jn 4, 42). Así lo proclamó Teresa en su vida y en sus escritos», apuntó el prelado.