Ciudad Rodrigo, 24 de enero de 2021
A los sacerdotes, religiosas y fieles laicos de Ciudad Rodrigo: Paz y bien.
Me dirijo a vosotros en este ambiente de confusión que vivimos a partir del escrito que publicó un sacerdote, titulado “¡surgere civitas!”, levántate ciudad, álzate diócesis. Solo pretendo aclarar algunas ideas que aparecen en el escrito y se repiten incansablemente en las múltiples declaraciones y artículos que le han seguido.
La diócesis lleva dos años sin obispo se repite incansablemente. Y resulta extraño escuchar hasta el cansancio dicha afirmación. Quiero recordaros que hace dos años me envió el Papa a Ciudad Rodrigo. No fui yo quien lo pidió ni quien tomó la decisión. Obedecí inmediatamente y desde entonces no he faltado a ninguna de las obligaciones que competen a un obispo: una ordenación sacerdotal, numerosas confirmaciones, retiros, abundantes nombramientos, visitas, mensajes diarios durante la pandemia… todo lo he realizado con gran cariño hacia vosotros. ¿Cómo se pueden ignorar todos estos servicios? Ignorarlos es como ignorar al Papa que me envió. Yo he sido y soy no solo un obispo, sino además un representante del Papa entre vosotros.
También se dice repetidamente que a esta diócesis no tiene quién la defienda ante la Santa Sede o ante la Conferencia Episcopal. Pero resulta que el Papa me ha enviado precisamente para defenderla. Cuando un Administrador Apostólico es nombrado en una diócesis es precisamente para defenderla. Defenderla de algún desorden o de problemas internos o de otras circunstancias. Y eso es lo que yo he pretendido hacer con sencillez en todas mis actuaciones. He tratado, ante todo, de normalizar la vida de esta diócesis, después de un largo periodo de sospechas y divisiones. Lo he hecho por medio de entrevistas, de mi magisterio como obispo en mis homilías y retiros, con mi servicio continuo a los sacerdotes, parroquias y religiosas. Ahora estoy temiendo que el deseo del Papa al enviarme entre vosotros se frustre por la confusión y división que están creando estas invitaciones al levantamiento, que recorren la diócesis y los escritos y que no son sino una manifestación de disconformidad con el Papa, si toma una decisión que no coincida con nuestro propio deseo. Hasta se podría considerar como una rebelión contra su voluntad, si no se inclina ante nuestras peticiones: que mande un obispo propio, exclusivo para esta diócesis. ¿Cómo sabemos nosotros ahora cuáles son las necesidades y los planes del Papa para la Iglesia universal?
También se dice que los sacerdotes y los fieles han guardado un silencio perezoso, corderil. Y por esta razón se nos invita a llenar de cartas la Nunciatura Apostólica. Pero quienes afirman esto no valoran el modo de hacer de San José, a quien el Papa ha puesto como modelo al declarar este año jubilar en su honor. San José calla siempre, pero hace la voluntad de Dios inmediata y diligentemente. El silencio puede ser, muchas veces, la respuesta fiel a la voluntad de Dios, mientras que la algarabía, no pocas veces, conduce al desorden y a la división.
¿Estamos seguros de que gritando y acosando conseguiremos mayores logros? ¿No estamos contribuyendo a crear un estado de confusión que hará muy difícil el gobierno de la diócesis para nuestro futuro pastor? En la Iglesia hay tiempo para la escucha, para la reflexión y para la decisión. Se trata del discernimiento del que tanto habla el Papa. Callar es el modo frecuente como la Iglesia actúa. Ningún argumento es tan sólido como la confianza en aquel que ha sido puesto por Jesucristo para conducir su Iglesia, el Santo Padre.
Queridas hermanas y hermanos, podría deciros muchas más cosas, pero no quiero cansaros, sino llegar a lo íntimo de vuestros corazones en un momento de gran temor por razones sociales, económicas y sanitarias que ahora nos afligen. Os invito a confiar plenamente en Dios, que ha puesto al Papa Francisco al frente de su Iglesia y quiere lo mejor para todos aquellos a quienes Jesucristo ha encomendado como Buen Pastor. Y os exhorto a que no colaboréis con vuestros actos en ninguna campaña que pretenda intimidar a la Santa Sede en su decisión sobre el futuro obispo de nuestra Diócesis de Ciudad Rodrigo.
Finalmente, yo le pido a nuestra Señora, la Virgen de la Peña de Francia, que nos enseñe a ser dóciles como ella cuando, ante el anuncio del ángel, le respondió al Padre por medio del ángel: “aquí estoy, Señor, para hacer tu voluntad”.
Con gran afecto, os doy mi bendición.
+ Jesús García Burillo, Obispo Administrador Apostólico de Ciudad Rodrigo