La fiesta de la Natividad de la Virgen María reúne cada año en el Santuario de la Virgen de la Peña a centenares de devotos que acuden a venerar a la Virgen Morena. La celebración en este 8 de septiembre ha estado algo más concurrida que el año pasado, sin alcanzar el número de fieles que concurrían antes de llegar la pandemia.
Pero la fiesta litúrgica es la misma con o sin pandemia. Al Obispo le ha recibido el P. Rafael, Superior de la comunidad de dominicos de San Esteban, el P. Solórzano, autor de un libro sobre la Virgen de la Peña, recientemente presentado en la parroquia de S. Andrés, y otros frailes dominicos.
La santa Misa se ha celebrado en el interior del Santuario con un buen número de fieles, protegidos y distanciados, conforme a las normas vigentes. En la homilía, Don Jesús ha invitado a los asistentes a vivir intensamente la alegría de la fiesta, siguiendo la invitación del salmo: Desbordo mi gozo con el Señor. La razón de la alegría la concretó en Belén, donde María dio a luz al que habría de gobernar a Israel, atendiendo a la profecía de Isaías, y porque la maternidad de María venía del Espíritu Santo, conforme al relato evangélico de san Mateo.
Ambos argumentos llevaron al obispo a animar a los participantes a crecer en el amor a la Virgen Negra, que se identifica más fácilmente con los pobres, los que sufren, todos los necesitados de consuelo en este largo túnel epidémico y por otras muchas desgracias que acompañan continuamente al ser humano.
Aunque las manifestaciones festivas de religiosidad, procesión y danzas folclóricas, han sido suprimidas por razones obvias, no ha faltado la fraternidad entre los fieles y en particular en la acogida de los frailes dominicos al Obispo, a quien ofrecen en este día un importante donativo para Cáritas diocesana.
Junto a D. Jesús, han estado además de la comunidad de los dominicos, cuatro sacerdotes del arciprestazgo.