Homilía de Mons. García Burillo en la fiesta del Seminario

¡Os saludo a todos cordialmente en la fiesta de San Cayetano, patrono del Seminario! Al Rector, a los formadores y profesores, a los párrocos, a vosotros, queridos seminaristas y a vuestros familiares y amigos. Esta es la última fiesta del Seminario que celebro entre vosotros como Administrador Apostólico. Ya sabéis que el Papa Francisco ha regalado a nuestra Iglesia de Ciudad Rodrigo un nuevo Obispo: Don José Luis Retana Gozalo, al que pronto conoceréis.

Además, hemos comenzado el Sínodo en nuestra diócesis.  Todos sabéis que el Papa Francisco ha convocado a Sínodo a la Iglesia universal. Es decir, a participar en la oración y diálogo todos unidos: “Por una Iglesia sinodal”. Durante este curso toda la diócesis, y también el seminario, rezaremos y dialogaremos sobre qué es y cómo “caminar juntos”.

Como veis, tenemos muchas razones para estar felices y para dar gracias a Dios en esta fiesta. ¿Cómo expresaremos nuestra alegría en esta Eucaristía?

En primer lugar, diciendo con el salmo: ¡Bendice, alma mía, al Señor!

Es la plegaria que nos sale del alma para dar gracias a Dios, al contemplar esta institución espléndida que es nuestro seminario. En primer lugar, damos gracias a Dios de todo corazón por la vida y la obra de S. Cayetano, el sacerdote italiano que fundó, en el siglo XVII, algo semejante a un “seminario”: la Orden de Clérigos teatinos.

Fue otro Cayetano, el obispo Cayetano Antonio Cuadrillero y Mota, quien fundó nuestro seminario, ¡con doce seminaristas! Y de él han nacido centenares de sacerdotes. Nosotros somos ahora diecinueve. Tenemos la esperanza de que, entre vosotros, queridos seminaristas, saldrá un buen número de sacerdotes. Se lo diré al nuevo Obispo, que ha sido Rector como Anselmo. Ya veréis.

El lema del seminario este curso es – ¿lo recordáis? -: “En búsqueda, caminamos juntos. La sabiduría penetrará en tu mente”. ¿Y os acordáis del lema que tuvimos el curso pasado?: “Aquí estoy”, la primera palabra que pronunció Jesús cuando llegó a este mundo en el seno de su madre. Es la palabra que pronunciamos los sacerdotes cuando elegimos el camino de la entrega al Señor para vivir una vida plena y feliz en el sacerdocio: ¡aquí estoy, Señor! Repitámoslo nosotros esta mañana en nuestro corazón.

Este centro fue creado para preparar intelectual, humana y espiritualmente a jóvenes que quieren ser buenos cristianos, y para ayudarlos a crecer en la vocación al sacerdocio. Para eso contamos con la ayuda del Rector y sus formadores y con la aceptación generosa de los seminaristas. ¿Estáis de acuerdo conmigo? Hoy, en la fiesta de S. Cayetano, hacemos un acto de confianza en Dios, que guía nuestros pasos para que, a todos los que caminamos en esta casa, a todos juntos, nos inspire el camino más adecuado a seguir.

Y ¿con qué espíritu viviremos nosotros este curso?: “No temas, pequeño rebaño, porque el Señor te ha regalado el Reino”.

La liturgia de la fiesta de san Cayetano nos anima a estar seguros con Jesús: “no temas, pequeño rebaño…” Nos lo dice el Papa Francisco con frecuencia, lo hicieron los anteriores Papas, y sobre todo lo dijo Jesús cuando iban juntos los Apóstoles en una barca y temían que la tormenta les iba a hundir la barca y a todos en ella: no tengáis miedo, hombres de poca fe.

En el Sínodo, el Papa quiere que los cristianos contestemos a una pregunta que es el lema de este curso. Pensando en el seminario, la podemos formular de este modo:

En una Iglesia sinodal, todos “caminan juntos”. ¿Cómo “caminamos juntos” en nuestro seminario? ¿Qué pasos nos invita a dar el Espíritu para crecer en nuestro “caminar juntos”?

 

Yo invito al Rector y a los formadores a que dediquéis algún tiempo a reflexionar, a rezar y a contestar esta pregunta que el Papa nos hace.

Para responder a la pregunta, podemos empezar preguntándonos sobre nuestra propia experiencia: ¿qué alegrías sentimos al vivir juntos en el seminario, al estudiar, formarnos y divertirnos?

Por otra parte, ¿Qué dificultades encontramos? ¿Somos diligentes o perezosos? ¿nos quieren los formadores y los profesores? ¿nos ayudan nuestros párrocos cuando volvemos a casa? ¿Y nuestros padres, nos ayudan a esforzarnos, nos animan, nos corrigen?

  ¿Lo pasamos mal en algún momento? ¿Tenemos algún sentimiento de dolor, de incomprensión? ¿Somos valientes, entusiastas, compañeros de verdad? ¿Nos apoyamos mutuamente para crecer cada día en el seguimiento de Jesús? ¿Nos queremos, nos ayudamos a vivir más unidos y más felices en nuestra vocación? ¿Compartimos las cosas que tenemos?

Y ahora, lo más importante: ¿Escuchamos al Señor cuando nos habla? ¿Dónde resuena la voz del Espíritu en nuestra vida? ¿qué nos pide esa voz y a qué nos llama?

Y finalmente, ¿Podemos cambiar algo lo que estamos haciendo? ¿Qué podemos cambiar en la vida actual?

Pero no sólo a los seminaristas, también a los padres os invito a formar parte de un grupo de “caminantes unidos”. También vosotros podéis dialogar y rezar con el rector y los formadores sobre todas estas preguntas del Sínodo.

Entonces, ¿qué espera el Papa de nuestro seminario? El Papa quiere que sea un lugar donde los seminaristas podáis descubrir y cultivar los “gérmenes de vocación sacerdotal”. Sabéis que el “germen” es el primer tallo que brota de una semilla. Los agricultores sabéis que el germen no es una planta entera ya desarrollada que da frutos abundantes, solo es su primer tallo. Pero si la cuidamos con cariño, la regamos y cultivamos, llega a ser una planta hermosa como un roble, una encina o un abeto.

¡No tengáis miedo! nos asegura Jesús. Confiemos plenamente en su misericordia y en su compasión, también en la recompensa que nos ha prometido: ¡el ciento por uno de lo que hemos dejado! Sabiendo que nadie que confió en el Señor quedó defraudado.

Hoy, en la fiesta de San Cayetano, nosotros, caminando juntos, renovamos nuestra confianza en Dios Padre y en la fuerza que nos da el Espíritu para mirar al futuro con esperanza. Mantengamos viva nuestra confianza en la divina Providencia, a pesar de los tiempos de incertidumbre que, en tantos aspectos de la vida, vivimos y sufrimos.

Apoyados en el maternal regazo de María, nuestra madre, aspiramos a caminar juntos para conseguir el modelo de seminario que el Papa Francisco sueña para nosotros.

Por último, el Papa nos dice que la Iglesia sinodal se apoya en tres columnas, como las de nuestro escudo mirobrigense: la comunión, la participación y la misión. Durante este curso, queridos seminaristas, iréis descubriendo cuál es el grado de comunión, de participación, y qué misión el Señor os encomienda. En todo caso, sabed que la vida de cada uno es algo muy valioso que Dios os regala para caminar más unidos, más participativos y más misioneros. Naturalmente, con la ayuda de vuestros formadores, de vuestras familias y de toda la diócesis.

¡Mucho ánimo, queridos seminaristas! De este modo tan feliz, celebramos la fiesta de san Cayetano con un nuevo Obispo que llega, un Administrador Apostólico que se va y un Sínodo que comienza. Tres acontecimientos para celebrar y dar gracias a Dios. Agradezcamos cuanto nos da mirando al futuro, amparados en su Providencia y en el regazo de la Virgen Madre. A Ella nos abandonados como hijos queridos, a Ella, que fue la Rectora del seminario donde se formó su Hijo Jesús, es decir, en la humilde casa de Nazaret.