El Obispo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, ha destacado en el funeral por Benedicto XVI, celebrado esta tarde de martes en la Catedral, la figura de «un hombre que ha vivido por y para la Iglesia, sosteniéndola en los últimos años de su vida, también con la oración y el silencio».
En un detallado recorrido por diferentes momentos de su vida, don José Luis reconoció que el período de su juventud «no fue fácil», pero aún así, «la fe y la educación de su familia lo preparó para afrontar la dura experiencia de aquellos tiempos en los que el régimen nazi mantenía un clima de fuerte hostilidad contra la Iglesia católica».
Ante esta complejidad, «descubrió la belleza y la verdad de la fe en Cristo; para ello fue fundamental el ejemplo de su familia, que siempre dio un claro testimonio de bondad y esperanza, con una arraigada pertenencia a la Iglesia».
Las primeras huellas de un sentido de fe vivamente eclesial aparecen con su llegada al Seminario de Frisinga en 1946; se ordenó en 1951 y con tan solo 35 años hizo «notables» aportaciones al Concilio Vaticano II como “experto”; asistió como teólogo consultor del cardenal Joseph Frings, arzobispo de Colonia.
El 25 de marzo de 1977, el Papa Pablo VI lo nombró arzobispo de Munich y Freising y escogió como lema episcopal: “Colaborador de la verdad”.
En 1981, Juan Pablo II llamó al Cardenal Ratzinger a Roma para nombrarle Prefecto de la Congregación para la Doctrina de la Fe. Hasta su ascenso al solio pontificio, el 19 de abril de 2005, transcurre prácticamente un cuarto de siglo al frente de este importante dicasterio romano, «que le consiguió fama de hombre duro y que el Papa no le permitió abandonar, pese a sus deseos».
En palabras de don José Luis, Benedicto XVI dejó «un pontificado espiritual y humilde, marcado por la reflexión del teólogo que proporciona luz, destacando el deseo de llevar al centro de la vida cristiana y al mundo contemporáneo la cuestión de la fe y la nueva evangelización». Así, «combatió en todo momento la dictadura del relativismo e invitó a proclamar el Evangelio en un mundo cada vez más secularizado».
El prelado concluyó su homilía asumiendo que «se nos ha ido el humanista, el intelectual, el sabio humilde, el servidor de Dios que se creyó incapaz de servirlo. El Papa místico, intelectual, músico, amante de la belleza, que mantuvo y sostuvo la Iglesia con su palabra, con sus encíclicas y sus lecciones profundas, bellas y sencillas a la vez».