El Obispo de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, ha presidido la Vigilia Pascual en la Catedral de Santa María, en una celebración cargada de simbolismo a través de la luz y del agua.
La Vigilia ha comenzado con el fuego encendido y posterior bendición del mismo en el Pórtico del Perdón. Con ese fuego se ha encendido el Cirio Pascual y a continuación, se ha accedido a la seo en procesión. Esa procesión se ha detenido en varias ocasiones y los fieles han ido encendiendo sus velas. Ese Cirio se ha colocado junto al ambón.
En su homilía, don José Luis ha recordado que la resurrección de Jesús significa que «no es un personaje del pasado que podamos admirar, es alguien viviente, una presencia con quien podemos encontrarnos, transformando desde dentro nuestra vida».
«La Resurrección de Cristo es el culmen de la Historia de la Salvación», ha manifestado el prelado, «Jesús ha vencido al pecado y a la muerte y es el principio de nuestra justificación y de nuestra futura resurrección».
En esta «fiesta de las fiestas», Jesús nos dice a cada uno de nosotros: «He resucitado y ahora estoy siempre contigo. No tengas miedo. Mi mano te sostiene, conmigo y desde mí puedes afrontar las dificultades de tu vida».
Don José Luis ha destacado varios aspectos del Evangelio, «una síntesis que recoge las actitudes personales y comunitarias que es bueno cultivar en nuestra vida: El Jesús crucificado y muerto lo podemos llevar en nuestra propia carne y vida, y también en la carne y en la vida de muchos hombres y mujeres a los que conocemos en sus diversas y variadas fragilidades».
También apuntó que las lecturas de esta noche, «nos hablan de esa incomprensible pero muy real fuerza de vida que Dios es capaz de introducir en nuestros cuerpos muertos, en nuestras vidas rotas, en nuestras situaciones personales y sociales ciegas, en nuestra historia tan cubierta de nubarrones oscuros».
En este sentido, el prelado civitatense indicó que «hacen falta personas, comunidades cristianas que tengan fe en esta fuerza misteriosa. Hacen falta personas que, próximas a las zonas de dolor, tengan capacidad para descubrir estos caminos hacia la vida que tantas veces se dan en el silencio, sin relevancia social, sin encontrar ecos en los medios de comunicación».
El Obispo se detuvo en la liturgia bautismal de la Vigilia Pascual que «nos invita a considerar el valor del propio bautismo. El bautismo es más que un baño de purificación. Es más que la entrada en una comunidad. Es un nuevo nacimiento. Un nuevo inicio de la vida. En el bautismo nos entregamos a Cristo».
Por último, don José Luis concluyó que en este júbilo de la Vigilia Pascual «nosotros somos liberados. Nuestra vida ha sido renovada. Nuestra historia, con nombres y apellidos, ha sido abrazada por Cristo y eso nos llena de gozo».
La celebración concluyó con la bendición apostólica con indulgencia plenaria que impartió el Obispo a los fieles.