El Obispo de la Diócesis de Ciudad Rodrigo, Mons. José Luis Retana, ha presidido en la Catedral de Santa María la Eucaristía del Miércoles de Ceniza en la que ha tenido lugar la imposición de la ceniza a los fieles.
Tras la homilía, tiene lugar ese momento de la ceniza en la que el prelado hace una cruz en la frente y dice: «Conviértete y cree en el Evangelio».
D. José Luis ha recordado que «la Cuaresma es momento favorable para experimentar la Gracia que salva» a través de las prácticas tradicionales del ayuno, la limosna y la oración, «expresiones del compromiso de conversión», ha matizado, por eso, «la Cuaresma nos educa a vivir de modo cada vez más radical el amor de Cristo».
Para emprender seriamente el camino hacia la Pascua y prepararnos a celebrar la Resurrección del Señor, el Obispo se ha preguntado » ¿Qué puede haber más adecuado que dejarnos guiar por la Palabra de Dios?»
Sobre la limosna, ha subrayado que especialmente en el tiempo cuaresmal, la Iglesia recuerda la práctica de la limosna, es decir, la capacidad de compartir. «La idolatría de los bienes aleja del otro, engaña al hombre porque no lo hace feliz y sitúa las cosas materiales en el lugar de Dios, que es la única fuente de la vida. La práctica de la limosna nos recuerda el primado de Dios y la atención hacia los demás, para redescubrir a nuestro Padre bueno y recibir su misericordia».
Por último, «el ayuno adquiere para el cristiano un significado profundamente religioso: haciendo más pobre nuestra mesa aprendemos a superar el egoísmo para vivir en la lógica del don y del amor; soportando la privación de alguna cosa —y no sólo de lo superfluo— aprendemos a apartar la mirada de nosotros mismos, para descubrir a Alguien a nuestro lado y reconocer a Dios en los rostros de tantos de nuestros hermanos. Para el cristiano el ayuno nos abre a Dios y a las necesidades de los hombres, y hace que el amor a Dios sea también amor al prójimo (cf. Mc 12, 31)».
El prelado ha concluido su homilía explicando que «en la medida en que esta Cuaresma sea de conversión, entonces, la humanidad extraviada sentirá el destello de una nueva esperanza. En este momento histórico abrazamos el riesgo de pensar que no estamos en una agonía, sino en un parto; no en el final, sino al comienzo de unas personas nuevas. Es la valentía de la conversión, de salir de la esclavitud».