A lo largo de toda la tarde del sábado se ha celebrado el Encuentro Diocesano de Pentecostés en el Seminario, en un primer momento, y posteriormente en la Catedral, donde ha tenido lugar la Eucaristía presidida por Mons. José Luis Retana.
Un encuentro al que se han sumado fieles llegados desde todos los puntos de la Diócesis y que sirve de preparación a la venida del Espíritu Santo y así recordar y actualizar el misterio de Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió con fuerza sobre los Apóstoles para comenzar la misión de la Iglesia en el mundo.
En su homilía, don José Luis ha recordado que en este contexto, se celebra el Día de la Acción Católica y del Apostolado Seglar, “una jornada de la que sois protagonistas los laicos, la porción más numerosa del Pueblo de Dios”, con el lema ‘Llamados por vocación, llamados a la misión. “Hoy es el día de los seglares, porque la irrupción del Espíritu en Pentecostés tiene como destinatario el mundo secular, la plaza pública, en la que se teje la vida de los hombres y la historia del mundo. Sois vosotros, los laicos, los que tenéis que prestar a la Iglesia el servicio de hacer presente el Evangelio de Jesús en vuestros ambientes”.
Sobre el papel de los laicos en la Iglesia subrayó que “del mismo modo que los pastores, obispos y sacerdotes o la vida consagrada experimentan que su entrega al Señor y a la Iglesia es vocación, necesitamos en la Iglesia que haya laicos por vocación, que descubran esa fuerza de lo alto, esa efusión del Espíritu Santo que los impulsa a la misión”.
El prelado se refirió a la “complementariedad y la unidad” de todos los miembros de la Iglesia y “en esa corresponsabilidad compartida de todos los bautizados, los laicos tienen una doble misión. Ante todo, el laicado vive su vocación encarnado en el mundo, es decir, en los ámbitos de la familia, del trabajo, de la educación, del cuidado de la casa común y, de una manera particular, en la vida pública”. Pero también, la vocación laical “se desarrolla en el interior de la vida de la Iglesia, animando la liturgia, como catequistas, formadores, delegados diocesanos, ocupándose de las cuestiones económicas… Ahora bien, en este sentido hay que evitar caer en la tentación de la clericalización de los laicos”, apuntó.
A modo de concusión señaló que “en definitiva, se trata de que el laico sea laico. Sentíos invitados a ser santos en la vida cotidiana, porque ahí está la misión”.
Ponencia
De manera previa a la Eucaristía, ha tenido lugar la ponencia de D. Antonio Ávila, coordinador del Sínodo en la Diócesis de Madrid, que como punto de partida planteó: “¿Qué quiere el Señor cuando derrama su Espíritu sobre nosotros?”
La respuesta que dio es que “se derrama para que tengamos vida” y una vida que va en una doble dirección: para que sepamos discernir e interpretar el momento presente y para que cada uno de nosotros y de nuestras comunidades vivamos en plenitud y contagiemos el Evangelio con nuestra forma de ser y actuar.
Guiado por diversos pasajes de la exhortación apostólica Evangelii Gaudium, “el programa para el pontificado actual”, señaló como el tema fundamental de ese escrito del Papa, la conversión pastoral. “Una conversión pastoral que no es una conversión personal, sino una opción pastoral de fondo con una doble dimensión: Una Iglesia en salida y de puertas abiertas”. Según añadió, lo que se demanda es “un cambio radical de nuestra manera de ser Iglesia”, en concreto, “una Iglesia de puertas abiertas es un cristiano de corazón abierto, es el padre del hijo pródigo, es un corazón infinito y sin límites”.
Invitó a salir de varias maneras, la primera de ellas, haciendo frente a la injusticia, la pobreza o la violencia, sin dejar de buscar la verdad y abriendo caminos que superen el individualismo y la soledad. Y todo ello, haciendo presente el Evangelio en nuestro contexto social.
Para ello es preciso generar algunas actitudes personales y comunitarias “urgentes, no pasar mirando a otro sitio”, y ahí aparecen la capacidad de acogida, de escucha, de empatía o la implicación y compromiso con las personas y las causas.
Ávila concluyó que el Papa “espera que la Iglesia se ponga en marcha para una conversión pastoral, y no vale poner excusas” aunque no dejó de reconocer que esto conlleva también, algunas reformas estructurales. Y ahí dejó tres puntos para potenciar la corresponsabilidad: las comunidades cristianas; los órganos de participación, especialmente el Consejo de Pastoral, y los espacios de encuentro, por ejemplo, el celebrado esta tarde.
Posteriormente, los participantes se reunieron por arciprestazgos y se plantearon algunas preguntas que tenían que ver con cuestiones analizadas con el ponente como por ejemplo, los cambios personales y estructurales que se consideran más urgentes en nuestra Iglesia.